domingo, 21 de octubre de 2012

106. Resurrección…

Una extraña sensación me embarga, en los primeros segundos del despertar… Noto algo extraño sobre mi pecho, a duras penas consigo respirar… Y algo rasposo me está lamiendo la cara… Algo tan áspero como…
            ¡La lengua de un perro! ¡Y su mal aliento! Abro los ojos, en medio de una ardua lucha contra dos galgos, “Atos” y “Porthos”… Y también siento otro peso en las rodillas…
¡Es mi hijo, Luis! Y Yolanda, sin duda alguna la incitadora de este despertar tan maravilloso, sobre todo cuando mi mundo estaba a punto de bascular entre dos realidades, me mira desde la puerta de la habitación… y la pequeña Claudia, con  sus ocho años pero una gran aficionada al karate desde que empezó a practicarlo con mi mujer hace dos años, se prepara para lo que a todas luces puede ser una auténtica explosión de amor emburuñado…
“¿Abrazo chillón?”, me pregunta Yolanda, tomando casi carrerilla, y con esa sonrisa pícara que siempre mantiene, cuando uno de sus planes sale bien…
“Abrazo chillón…”, le respondo, mientras intento prepararme lo mejor posible para uno de mis momentos favoritos de cualquier domingo de pereza como éste, un dieciocho de septiembre cualquiera de 2012… Y entonces, Yolanda y Claudia se lanzan sobre la cama, enorme, que sin  embargo a veces se nos queda pequeña…
Y todos, Yolanda, Luis, Claudia, “Atos” y “Porthos”, y yo mismo, nos convertimos en una mezcla imprecisa de brazos, piernas, troncos y pezuñas… haciéndonos  mil y una cosquillas… riendo hasta las lágrimas… pues en eso consiste el abrazo chillón… en compartir risas… y caricias… en nuestra enorme cama…
Nuestra vida no ha sido mala, hasta este preciso momento… Hemos pasado momentos malos, muy malos, buenos, y muy buenos… Hemos gozado del éxtasis y sufrido por las pérdidas…Pero, sobre todo, hemos conseguido vivir, de la mejor manera posible, y juntos, estos últimos veinte años…
Y ahora, con las energías renovadas por esta muestra de afecto, que terminó con un par de rasguños sin importancia… He recuperado la paz… y la fuerza, para seguir adelante… No sé lo que me deparará el futuro… ni qué nuevas pruebas nos esperarán a la vuelta de la esquina… También ignoro cómo me irá en el trabajo… o si Luis y Claudia serán o no buenos estudiantes…
Mas por encima de todo, solo sé que somos criaturas de presente… y que en este presente concreto… Soy inmensamente feliz…

Madrid, 15 de octubre de 2012.

105: Hacia el punto de inflexión.

Han pasado ya varias semanas desde que empecé a escribir estas memorias noveladas, estos recuerdos de toda una vida con Yolanda, con mis hermanos políticos Borja y David, con sus novias Cristina y Catalina, con mis suegros Julián y Catalina…
He recordado cómo empezó mi vida en el “Hotel Imperial”, la manera en que poco a poco he ido subiendo y, en colaboración estrecha con Kenji Watanabe, he conseguido los objetivos de comunicación empresarial e institucional  sugeridos por la central del grupo en Hiroshima…
 He plasmado mis sentimientos con la muerte de doña Clotilde, con la de mi abuelo y la de mi padre, y cómo cada una de estas muertes ha ido repercutiendo en mi vida…
He recordado también el nacimiento de mis dos hijos, cómo en el caso de Claudia aprendí lo suficiente para mantenerme en el lado bueno de la camilla, cogiéndole la mano a Yolanda, pero sin mirar más allá del improvisado muro que dividía su cuerpo a la altura del abdomen… y esa vez no me desmayé…
            Y, por encima de todo, he sentido la necesidad de dejar todos estos recuerdos plasmados en papel, o al menos en la memoria del ordenador de mi despacho, por si alguna vez era incapaz de expresarme con claridad… Los considero, estas resmas de folios, como una prueba de amor, una historia de redención por el trabajo… y también una especie de seguro, por si en un futuro muy cercano o lejano, me golpea alguna de las muchas enfermedades a las que tengo tanto miedo, como la esclerosis lateral amiotrófica, el Huntington o el Alzheimer, que destruyen el cuerpo, la mente o ambas a la vez, pero que de todas formas, te aíslan del resto del mundo…
            Sobre todo, lo he recordado y escrito todo del tirón, tal y como lo viví, o tal y como lo recuerdo… Quizás no sea más que un escritor mediocre, o un blogger que está deseando dar el paso hacia las grandes ligas… Por eso, es posible que algunos recuerdos hayan ocupado más espacio que otros, que mi percepción de la realidad haya sido un poco modificada por el paso del tiempo, de los sueños… pero al menos, he conseguido imprimir la última página escrita, he guardado la última modificación que consideré necesaria, y he guardado, o mejor dicho guardaré en un “pen drive” y en un “CDR” toda mi historia hasta este punto…
            Y por eso ahora, con casi toda mi vida convertida en código binario y lista para que otra persona, mi mujer, mis hijos, o cualquier lector anónimo pero interesado en mis recuerdos, comprendo que ha llegado el momento de dejar de escribir, de apagar el ordenador, y dormir una vez más la siesta del domingo por la tarde…
            Yolanda está leyendo la última novela de Stephen King en su despacho, la imagino perfectamente escuchando a “Lady Antebelum” o cualquiera de esos grupos que tanto le gustan… menos mal que coincidimos en D. Carlos Gardel, “Mecano”, “Dire Straits”, “Pink Floyd” o “AC/DC”…
            Luis, convertido en un pre-adolescente revoltoso a sus trece años de edad, se está entrenando para  una extraña carrera de resistencia con las bicis de montaña, en un circuito endemoniado… Escucho sus voces, y las de sus amigos, por la ventana abierta…
            Y Claudia, sí, el nombre de mi segundo amor, la chica que me presentó a su prima Esther, gracias a quien conocí a Yolanda… Claudia, mi dulce Claudia, lleva una hora con su amiga Mar, practicando sus “katas” en el pequeño gimnasio/trastero del sótano… Es una consumada karateka y eso me hace sentir más seguro cuando salen de excursión dentro y fuera de Málaga, aquella ciudad que he llegado a amar sin reservas, porque en ella vivía y sigue viviendo Yolanda… conmigo…
            Dentro de escasos minutos, con la última anotación terminada, con el último pensamiento escrito, me dormiré de nuevo…
            Y quizás sueñe… con lo que habría podido ser mi vida, si no hubiera podido realizar aquél viaje al Sur, en la primavera de 1995, para revelarle una vez más a Yolanda mis sentimientos…
            Pensando en cómo me sentiría, ahora, en este curioso momento al que llamamos “presente”, si no hubiera sido capaz de luchar por ella… Si hubiera permitido que otra persona entrase en mi vida, haciendo imposibles mis más secretos pensamientos y deseos de amor hacia Yolanda…
            Si no hubiera estado dispuesto a sacrificarlo todo, ciudad, familia, amigos, entorno, para salir en su busca, haciendo el mayor regalo que podía concebir al conocerla: dejarlo todo por ella… y conseguir que se enamorase un poquito más de mí… que ella se atreviera a dar el siguiente paso… y me amase, como poco, igual que yo la amaba a ella desde el primer momento: hasta la locura…
            Que en mi vida hay un “antes” y un “después” de Yolanda, es algo evidente… pero solo si nos fijamos en lo importante: que en ella he encontrado a mi media naranja, o mejor dicho, a la persona que siempre me ha apoyado incluso en mis más locos proyectos, pero que siempre ha estado a mi lado… incluso con las prácticas de Kendo en el jardín, para aprender nuevas estrategias, y poder igualar la astucia de Kenji Watanabe, mi maestro, entrenador y gran amigo…
            Porque sin ella, mi vida sería muy distinta, mucho más gris, posiblemente con las mismas pérdidas, la Parca habría acudido por igual a recoger las almas de mi abuelo y de mi padre… Que al lado de otra persona, quizás no sería otra cosa que un escritor con su primera novela, escribiendo cualquier tarde del año 2012, en la casa desierta sobre un amor perdido…
            Yolanda, mi alfa y mi omega, mi condena y mi redención… mi amiga y mi compañera… mi realidad y mi ficción…

Cuando cierre el programa por última vez, con toda nuestra vida en común condensada en más de setecientas páginas formato libro de bolsillo… En el preciso momento en el que dé por terminada la narración, habré conjurado algunos de mis peores miedos… el del olvido… y el de la incapa-cidad de expresarme…
            Y podré sentirme libre… incluso, de despertar y darme cuenta de que todo esto no ha sido más que un sueño lúcido… una fantasmagoría… una ensoñación de una tarde de otoño…
            Pero todo eso será cuando me despierte de esta siesta… sin importar lo que me encuentre al abrir los ojos… y podré hacerle frente a todo…
            Porque así terminan todas las historias de amor… y todos los relatos de crecimiento personal… con un punto… y final…
 

104. Realidades y certezas.

Supongo que a casi todas las madres les pasa lo mismo, sobre todo cuando se quedan viudas, pero la mía jamás ha aceptado que yo no ejerciera de periodista, incluso le parecía una deshonra la primera vez que puse en la cuenta corriente del banco “Profesión: recepcionista de hotel”… eso sí, la cosa cambió cuando ascendí a Director de Comunicación… Porque era una cuestión de categoría social. Y, en el fondo, no me ha perdonado que no ejerciera en la profesión para la que había destinado tanto esfuerzo, es decir, la misma que aparecía en mi orla de la facultad de ciencias de la información, o en los dos tomos de mi tesis…
            Muchas veces, durante estos años, he intentado convencerla de que no es oro todo lo que reluce, que en estos años, ni siquiera un doctorado te abre todas las puertas de la docencia… partiendo, por supuesto, de la base de que a mí no me gusta dar clases, ni en institutos (ámbito del que me he mantenido alejado) ni en una facultad… ¿Qué objetivo ha tenido para mí la tesis? Supongo que en el fondo, el de añadir una línea más a mi currículum: “Doctor en ciencias de la información por la Universidad Complutense de Madrid”, saber que me he gastado varios cientos de miles de las antiguas pesetas en los quince ejemplares recomendados por la facultad, más otra pequeña cantidad para registrarlos mediante ISBN y asegurarme de que al menos un juego de mi brillante tesis se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional… Cuestión de prestigio y de espacio, me temo, porque ni siquiera el brillante director de mi tesis habrá mantenido en las estanterías de su despacho los dos tomos brillantemente encuadernados de mi tesis doctoral.
            Incluso a mí me ha parecido mentira tenerlos a mano durante tantos años: ahora, los tengo en mi despacho del “Hotel Imperial”, igual que el bonito titulito, quien sabe si para recordar que he conseguido en la vida algo que mi padre nunca logró, porque él jamás terminó la tesis… Cuestión de orgullo, también, supongo…
            De todas formas, ahora mismo, el único título al que aspiro optar todos los días es el de “Orgulloso marido de Yolanda García Montes”, sin olvidarnos de “Orgulloso padre de Luis y Claudia”, o incluso el de “Orgullosa mascota consentida de Atos y de Porthos”… pero también “Orgulloso amigo y colega de Kenji Watanabe”… Creo firmemente que los únicos títulos importantes en esta vida son los que nos dicen hasta dónde hemos llegado, porque recordamos perfectamente lo que nos ha costado conseguirlos… y los de “padre” y “marido” son para mí los más duros de mantener vigentes, porque la reválida es cada día de tu vida… y son tus actos los que determinan si eres lo bastante bueno para merecerlos…
            Mis realidades y certezas son por lo tanto muy sencillas: que nadie me ha regalado nada de lo que he conseguido en esta vida hasta el momento presente… y que no tengo, en el fondo, nada más que el presente… Intento no pensar demasiado en el futuro, porque lo estoy construyendo desde el minuto que vivo ahora mismo… y de mí depende el no desperdiciarlo… Del pasado procuro extraer las lecciones que me pueden resultar de utilidad, y no conservar ni enemigos, ni malos pensamientos, ni sobre todo culpabilidades…
Vale, es cierto que con respecto a algunas personas, me siento incómodo, sobre todo de las que emergen periódicamente de mi pasado, para recordarme malos momentos…. Y que también me emociono cada vez que me conecto a las redes sociales, y recibo un mensaje de Claudia, mi primer gran amor; o que no siento una corriente de energía pura recorrer mis manos y mi corazón cuando rozo sus manos y la beso en las mejillas, porque ella encarna lo mejor de mi adolescencia…
Añoro mucho a mi padre, y a mi abuelo, porque entre los dos formaron para mí una especie de dios Jano, la entidad de dos caras, y dos personalidades, en la cual mi abuelo encarnaba al bien en estado puro… mientras que las relaciones con mi padre nunca fueron “sencillas”… pero entre los dos encarnaron una figura paterna difícil de olvidar… Ahora, que a mi vez soy padre de dos fierecillas, una de ellas ya ha empezado a ir al instituto, y la otra todavía sigue en el cole, me cuesta mucho encontrar el equilibrio entre los dos extremos, para intentar ser un buen padre… Mas, al tener a Yolanda a mi lado, y por supuesto a Julián y a Catalina, es más sencillo, al jugar a “poli bueno-poli malo”, el mantenerme un poco a distancia…
Las relaciones con mi madre y con mi hermana han mejorado bastante al espaciarse los tiempos de convivencia (básicamente, navidades, semana santa y el verano)… Siempre dicen que es mejor juntos pero no revueltos, y quizás tengan razón…
Ahora me planteo cuales pueden ser mis nuevos retos, mis nuevas metas, pues en 2012, creo haber llegado todo lo lejos que puedo llegar, si no contamos un mayor dominio del japonés y del kendo… Me encanta mi trabajo, pero gracias a la política del “a las cinco, todos en casa”, que procuramos aplicar religiosamente al menos los jueves y los viernes, tengo algo de tiempo libre, y me gusta dedicárselo a la familia, los amigos, alguno de mis hobbys como hacer maquetas, escribir y publicar mis textos en los blogs, leer, pasear por la orilla con mis hijos y mis perros, y sobre todo, estar con mi mujer… Y sigo colaborando activamente con Beatrice Golden y su equipo, en el programa de los viernes y los sábados por la noche, "Historias a Media Voz"... Porque añoro los programas de radio, la magia de las ondas, de presentar aunque sea una radiofórmula, recuperar las ilusiones perdidas, y sentirme realizado…
Sueños no me faltan, y tampoco certezas…. Como por ejemplo, la de que se están terminando las cosas que me apetece compartir conmigo mismo, los recuerdos  y los planes para el futuro…

103. Futuribles…

Quizás fuera la culminación de diferentes etapas que marcaron mi vida (la satisfacción laboral con su carga de responsabilidades; el tener entre mis brazos a mi segundo hijo; comprobar que los sueños de Yolanda también se iban cumpliendo y su asesoría en la red funcionaba muy bien; o que mi hermana, por fin, se había casado con su eterno novio aunque fuera en la vieja capilla del “Hotel Imperial” de Marbella el 7 de septiembre de 2005 y casi sin invitados), pero un par de meses antes de cumplir los treinta y seis años, me dio por pensar en lo que hubiera pasado si mi vida se hubiese orientado hacia otros rumbos, profesionales y vitales…
El mayor de todos, y quizás el más importante, se refería a mi amiga Claudia, porque sin ella, o tal vez con ella, quedó marcado de forma indeleble mi pasado… ¿Y si ella se hubiera enamorado de mí, como yo de ella? ¿Cómo habría reaccionado yo, a los catorce o quince años, si ella me confesase (y demostrase) su amor? ¿Cómo habría reaccionado yo, la primera vez que me acostase con ella? Pero, la pregunta más importante, era la misma, una y otra vez… ¿Habríamos sido felices juntos? Porque una amistad circunstancial, incluso convertida en amor satisfecho y vivido con intensidad, lo mismo no habría bastado para que hoy siguiéramos juntos como pareja. La atracción física se modifica con el paso del tiempo, igual que nuestra apariencia, pero ahora no puedo evitar pensar que una relación amatoria correcta quizás me habría privado de buscar nuevos horizontes, y quizás ahora mismo estaría trabajando en una oficina, o como azafato en la “Iberia”, y compartiendo con ella otros vuelos, otros horizontes… pero no sería yo…
La segunda disyuntiva era laboral… ¿Qué habría pasado si hubiera modificado mi orientación en 1994, y trataba de incorporarme a aquella emisora de radio que estaba naciendo, y lo que es más importante, nos ofrecía la oportunidad de hacer carrera con ella? ¿Hasta dónde habría podido llegar detrás del micrófono, si además no me hubiera ido de captación con los boinas verdes, y en vez de ello, mi padre conseguía que sus amigos militares me reclamasen para el ministerio del ejército, teniendo todas las tardes libres para trabajar en la radio? Este era el futurible en el que más me dolía pensar… porque yo podría llevar casi diez años en antena, colaborando con algún programa, o incluso conduciéndolo…
¿Si habría sido más feliz, si me habría sentido más realizado? Sin duda alguna… y sin embargo… sería demasiado distinto a lo que ahora estoy acostumbrado a hacer, y es posible que con el paso del tiempo, se me quedase pequeño… quizás por eso, todavía sigo soñando con la radio…
La tercera posibilidad, y posiblemente la que más le hubiera gustado a mi padre, implicaría haberme dirigido hacia la docencia universitaria, con mi tesis “magna cum laude”… y por supuesto, apoyado por una mujer “en condiciones”… Lo de la docencia sería un reto cotidiano, pero sigo pensando que para mi carácter algo retraído, habría sido perfecto: enseñar la teoría y la práctica de ciertas asignaturas en periodismo, desde la “Historia del Periodismo Español” como la aprendí del profesor Altabella (D.E.P.) hasta los “Géneros especializados en el periodismo radiofónico y televisivo” o cualquier asignatura afín…
Es cierto, si lo complementaba con mi matrimonio con la mujer que mi padre siempre consideró perfecta para mí (ni más ni menos que la hija de su mejor amigo… siempre que ella me hubiera aceptado… algo que ni siquiera el genio azul de Aladino estaba en condiciones de conseguir), el único camino posible era el triunfo, al menos en lo profesional y en lo afectivo… A veces, sigo pensando en ella, en lo que estará haciendo en este momento, o si de vez en cuando se acordará de mí…
El cuarto futurible se refiere a iniciar una relación parasitaria con la persona equivocada, movido por causas externas, como por ejemplo, leer en sus ojos desde el primer momento que aquella persona, como poco, había sufrido lo mismo que yo… El dolor no es una buena base en ningún caso, pero si encima te lleva a unirte, por lástima o por curiosidad, a alguien que necesita que tú le des seguridad al menos en uno de los aspectos de su vida, es la mejor manera de estar abocado al fracaso… Y el sexo por compasión tampoco sirve de nada…
Yo siempre he necesitado tener una mujer bastante dominante, o en todo caso con las ideas bien claras, capaz de orientarme, de apoyarme, y de distinguir los sueños realizables de las quimeras de la mente… y de ayudarme a luchar, a seguir luchando por conseguir mis sueños… En vez de una persona acomodaticia, a quien le basta con obtener las pequeñas satisfacciones del presente, e incapaz de pensar en el futuro…
Pero el peor de todos lo futuribles que soy capaz de imaginar, es aquél donde conozco a Yolanda, pero ella no se enamora de mí, o incluso me rechaza… Porque si ya sería duro vivir sin haberla conocido, mucho peor se me antoja el no ser amado por ella, y pasar el resto del tiempo amándola en la distancia sin ser correspondido… y convirtiéndome en carnaza para una relación por compasión, pero sin amor verdadero…
Por eso, esta tarde, cuando Yolanda termine el trabajo, le prepararé un baño de espuma, con velas, y conmigo… porque sin ella, sin su amor, la vida no sirve de nada… ni siquiera merece la pena ser vivida…



102. Y pasan los años…

Sí, es cierto, pasan los años, y llegamos al momento presente… Sigo colaborando, dos noches por semana, con Beatrice Golden y su equipo, en el programa de radio “Historias a media voz”… Me encanta pasar con ellos el tiempo, crear mundos de tinta en las ondas, escuchar a los oyentes, leer sus relatos, hacerles compañía por la noche, participar en la selección de los textos, las músicas y las historias que dan forma al programa…
Incluso me he animado a escribir un par de libros de relatos cortos, y varios de poemas, aunque todavía no he podido publicarlos con una editorial seria, que siempre es muy difícil para un escritor joven y desconocido el jugar en las grandes ligas…
Sigo trabajando en el “Hotel Imperial” de Málaga, y tengo nuevas funciones para la corporación “Natori Fujita”, puesto que junto con Kenji Watanabe coordino con los directivos de los demás hoteles las estrategias de comunicación corporativa, el diseño de nuevos programas, y también participo en numerosas tareas de la Fundación. He viajado en otras cuatro ocasiones a Hiroshima, a la sede de la corporación, y allí me he encontrado de nuevo con Ayako Wada, su hijo y su marido… Por cierto, que ella es la encargada de la coordinación de los proyectos de la empresa para España y América Latina, y sigue reafirmándose en que aprendió mucho de nosotros durante su estancia en Málaga…Ha venido varias veces a vernos, y hemos recordado viejos tiempos tomando “pescaito frito” y botellas de vino fino en la calle Larios… Y yo sigo practicando kendo con Kenji Watanabe, aunque nuestro nivel es ya tan parecido que cada combate tiene un final más incierto que el anterior…
Y mi antiguo amor, Claudia, está desarrollando las mismas funciones en el “Hotel Imperial” de Marbella… De vez en cuando, quedamos para comer, recordamos viejos momentos, hablamos de antiguos amigos, y sobre todo tenemos la ocasión de estar juntos…
¡Parece mentira la de vueltas que da la vida! Yo, que me pasé buena parte de mi adolescencia enamorado de ella, he terminado trabajando en la misma empresa…. Y de vez en cuando me pregunto cómo podría haber sido nuestra vida, si ella me hubiera querido… Aunque todas estas preguntas dejan de tener sentido en el mismo momento en que conocí a Yolanda, en 1991, y le entregué mi corazón…
Yolanda, mi esposa… Ha conseguido triunfar con su asesoría en la red, y gracias a su equipo de colaboradores (Sagra, Romulo, Irene, y otros muchos) están desarrollando una labor impresionante para apoyar y defenderá los niños y adolescentes con riesgo de mobbing o de exclusión social… Su web ya es una de las más conocidas en los colegios e institutos de Málaga y de parte de la provincia, y tampoco es extraño que reciban consultas desde otras ciudades españolas… Se trata sobre todo de ofrecer soluciones sencillas… pero otras muchas veces, la ayuda viene solamente por el hecho de escuchar a quien lo necesita… Vale, es cierto que es mi mujer y que estoy loco por ella… Pero estoy muy orgulloso de la atención que prestan… Y no puedo evitar pensar que de haber conocido a un grupo de personas como ellos, mi propia infancia podría haber sido mucho más sencilla…
Julián y Catalina, ya cerca de la jubilación, siguen muy activos… y de vez en cuando hacen escapadas románticas, manteniendo viva la vieja llama del amor, que en ellos sigue latiendo con fuerza… Y me hacen preguntarme cómo será nuestra vida cuando tengamos su edad…
Mi hermana María es la orgullosa madre de Ismael, un diablillo de cuatro años, que ha conseguido apartarla, pero solo de momento, de sus expediciones a Egipto… Ella y su marido Alfonso son asquerosamente felices, y por fin han dado la entrada de un piso en el centro de Madrid… Por cierto, él sigue trabajando como fotógrafo de moda, especializado en ropa interior… y ella sigue estando muy celosa…
Borja y David, que se casaron el doce de octubre de 2009 en el pabellón del Unicaja con sus novias de toda la vida (al menos las únicas que han contado para ellos), fueron padres casi a la vez, a los diez meses de la boda… y ya están planteándose el tener más hijos… Los dos abandonaron el baloncesto por sus carreras respectivas, y la vida está siendo buena con ellos…
Mi madre sigue viviendo en Madrid, en el piso de siempre… Aunque a menudo se viene a Málaga, bueno, solo en Navidades y en Semana Santa, porque no quiere molestar… Le encanta ver a sus “nietos favoritos”… aunque supongo que le dirá lo mismo a mi hermana y a su marido, la única diferencia es que ellos están en Madrid, y nosotros un poquito más lejos…
Luis y Claudia han ido creciendo… Ya son dos personitas que reclaman sus dosis de independencia, aunque les sigue gustando mucho compartir momentos y juegos con “Atos” y “Porhos”, nuestros galgos consentidos… Luis se ha convertido en un soberbio ciclista, le encanta practicar con su “mountain bike”, y es un buen estudiante… Y nuestra Claudia sigue jugando al fútbol sala, además de ser un temible cinturón azul de kárate. El año pasado, después de pasarse mucho tiempo compartiendo sueños, proyectos e ilusiones con Sebastián, su novio desde la guardería, se llevó la enorme sorpresa de encontrárselo por fin en las aulas del “Instituto Vicente Ferrer”: sus padres habían vuelto a Málaga, según parece esta vez para quedarse… Espero que les vaya muy bien juntos, porque se lo merecen… Y un amor que ha superado a la distancia merece perpetuarse en el tiempo… Todavía don muy jóvenes, pero no me extrañaría que esto terminase en un noviazgo formal… Pero pase lo que pase, es su vida… Y yo estaré a su lado para apoyarla, igual que Yolanda…

101. Una siesta con Yolanda…

Verte otra vez, y saber que eres mía... Y que yo soy tuyo...
Tus manos acarician tu garganta, lentamente bajan por tu pecho, te acaricias como si fueras una gata, muy despacio... Y recorres perezosamente los mismos senderos que mis manos han ido trazando en tu cuerpo de   diosa... Vale, es cierto que los años no han pasado en balde, y de alguna manera los dos hemos ido cambiando durante todo este tiempo... Ya no eres la dulce adolescente de la que me enamoré desde el primer momento, aquella tarde del mes de julio de 1991... El viejo bañador de color azul turquesa que llevabas puesto hace ya mucho tiempo que lo has desechado, pero sigue ahí, guardado en mi memoria, igual que todos aquellos ratos que pasamos juntos cuando nos conocimos... Igual que todos y cada uno de los momentos que hemos ido compartiendo juntos durante estos años... De todas formas, tampoco yo soy el mismo, la vida me ha robado muchas ilusiones antiguas, pero me ha ido dando otras nuevas, casi sin darme cuenta...
Y muchas de ellas siguen teniendo que ver contigo, hasta tal punto que no puedo imaginar lo que sería de mí, si tú no estuvieras conmigo, entre mis brazos, mirándome con esos ojos de gata, negros como el infierno de la ausencia...
Y yo te miro, desde el otro lado de la cama... Son los momentos especiales que casi siempre se dan después del sexo, cuando te relajas... y recuerdas... Atrás queda una de esas tardes de verano, sin demasiado calor en nuestra cama, con el aire movido perezosamente por las aspas del ventilador... Para nosotros, el mundo exterior, con sus prisas, el trabajo, los amigos, incluso la familia, hace ya mucho tiempo que ha dejado de existir... Porque juntos formamos un micro-mundo, el club más selecto, y el resto del universo se ha esfumado como los zarcillos de niebla al amanecer...
Tu larga melena negra cae en suaves ondas a lo largo de tu espalda, y la suave brisa del ventilador parece dotarla de vida propia... Siempre me ha intrigado esa capacidad de tu pelo, ¿sabes?... Muchas veces, cuando sales al a calle en calurosas tardes de verano como ésta, lo domesticas, casi siempre en una trenza que te cae casi hasta la cintura, y así es como más me gusta verte... Como estabas antes, cuando paseábamos hacia nuestra casa, esta mañana... Llevabas un vestido ibicenco de color blanco, y las prodigiosas sandalias Cleopatra, con finas tiras de cuello anudadas casi hasta la rodilla, además de un pequeño bolso de cuero blanco, con todas esas pequeñas cosas sin las que las mujeres parece que no podéis vivir: el monedero, el móvil, la cartera, y el botecito de vaselina con sabor a frutas del bosque que tanto me gusta sentir en los labios cuando te beso, además de un pequeño cepillo y un coletero de repuesto... Estabas realmente preciosa durante nuestro paseo... y así te lo he dicho... "Yolanda, hoy estás incluso más hermosa que ayer..." Y tú te has reído, por lo bajito, y luego me has dicho "será que tú me miras con buenos ojos..." y te has parado un momento, cogiéndome la mano muy suavemente, y me has besado...
Hemos llegado a nuestra casa a la hora de comer, hoy tocaba comer ligero, un par de lonchas de salmón fresco, ensalada de lechuga y tomate, y de postre, helado de chocolate, del que tanto nos gusta, amargo pero con un chorrito de leche condensada... Hemos comido en silencio, en nuestra mesa de la cocina, con su lámpara estilo "bistró" francés, con el mantel a cuadros rojos y blancos, ese que tanto le gusta a nuestros galgos consentidos, mientras veíamos la televisión (las noticias de la dos)... Y después, mientras tú preparabas la cafetera de café descafeinado, yo he fregado los platos... La casa parecía más vacía que de costumbre, puesto que Luis y Claudia están pasando el fin de semana con tus padres…
Luego, nos hemos lavado los dientes, y te he acompañado a la habitación, para dormir la siesta... Aunque mientras tú te quitabas el vestido ibicenco para ponerte más cómoda, yo tenía otras ideas en la mente... Además, ¿quién puede pensar solamente en dormir la siesta, cuando está delante de una de las mujeres más bellas del planeta... que además por casualidad resulta que es mi mujer?
Por eso, mientras tú te quitabas el vestido desanudando los lazos de los hombros, yo me he acercado muy despacio hasta ti... te he abrazado por detrás muy suavemente, enlazando tus caderas... y te he besado, levemente, en el cuello... Entonces, te has girado un poco... has abierto un poco tu boca... y me has besado en los labios... Y el mundo ha dejado de tener importancia para los dos... Después han llegado las caricias... Nos hemos seguido abrazando, y besando, con ternura, y hemos terminado el descenso sobre la blanda y blanca superficie de nuestra cama... Entre alguna que otra risa, has conseguido quitarme el resto de la ropa, "es injusto que yo esté solamente con el tanga y el sujetador, y tú todavía estés vestido, ¿no te parece?"... Pero tus hábiles manos han tardado muy poco en compensar la diferencia...
Y allí estábamos los dos, solos, recostados en nuestro campo de batalla preferido, acariciándonos suavemente, sintiendo piel contra piel el tacto de nuestros dedos, trazando perezosos arabescos sobre la piel del otro, y besándonos... Nuestros cuerpos se buscaban, bajo la suave brisa del ventilador... y nos hemos encontrado en nuestro campo de batalla favorito, realizando el ritual más sagrado posible entre dos personas que se aman (sin importar el género): hacer el amor...
Luego, abrazados, nos hemos tapado un poco con la sábana... te has quedado dormida, desnuda, entre mis brazos... Mientras yo te miraba dormir... Estás tan hermosa como en mis mejores sueños, tienes la piel levemente bronceada (gracias a las tardes que hemos pasado en la piscina, y a nuestros paseos vespertinos), y me gusta recorrerla levemente con la mirada, recordando la topografía de tu cuerpo de diosa adolescente, en parte velado por la sábana blanca...
Hace unos minutos, te has despertado, me has dado un beso, y has empezado con el lento ritual del acicalamiento... y tus manos han empezado a recorrer tu larga melena negra... Y han bajado lentamente por tu cuello de garza, mientras yo te acariciaba con la mirada... Y he pensado que mi mundo era perfecto... Puesto que tú estabas en él...

100. La confesión

La otra tarde estuve hablando con Pablo Rodríguez López, uno de mis amigos de Madrid, a quien no veía desde hace varios años… Él nunca había sido un hombre especialmente alegre, es decir, era más bien serio, “como del siglo XIX” según el mismo se definía… Tuvo que venir a Málaga por un tema de negocios: es un directivo de nivel medio de un importante laboratorio farmacéutico español, y la convención anual se celebraba en el “Hotel Imperial” de Málaga. Me llamó al móvil poco después de registrarse, y quedamos para cenar temprano en el “Sushi Bar”.
Al entrar en el restaurante, recorrí todas las mesas con la mirada, y allí estaba él, con su traje de raya diplomática, camisa rosa y corbata roja. Después de un efusivo abrazo, nos sentamos los dos a la mesa… Estuvimos hablando unos minutos (que si del Hotel, de mi trabajo, del suyo, de las convenciones, siempre tan aburridas), pero desde el primer momento comprobé que había algo distinto en sus ojos: ya no brillaba en ellos esa chispa de vida, que era su principal atractivo… No sé, algo en él había cambiado, para peor… Y con la confianza que da la amistad, le pregunté qué le pasaba…
“He pasado por un año bastante malo, Ismael… De hecho, podría decirse que el 2011 ha sido para mí uno de los peores de toda mi vida…”, me dijo...
“¿Problemas laborales?”, fue lo primero que se me vino a la cabeza… Aunque sabía perfectamente que ese no era el caso, pues la Convención estaba reservada para los directivos y mandos intermedios más prometedores…
“No, es por Virginia, mi ex mujer… Nos divorciamos en febrero de 2012, aunque llevábamos separados desde agosto del año anterior…”
“¿Qué Virginia y tú os habéis divorciado? Pero si llevabais quince años juntos, entre el noviazgo y la boda… Siempre pensé que erais una de las parejas más estables y felices que conocía…”
“Realmente, creo que no fue una sorpresa… Por mi trabajo, yo me pasaba todo el día fuera de casa, o en todo caso, más horas de las que me gustaría… Ya sabes lo absorbente que puede ser una profesión como la mía, con los viajes, las reuniones… Ella estaba trabajando de enfermera en una clínica privada de Madrid, con el turno de mañana… Pero hace dos años, le ofrecieron un ascenso, a cambio de pasarse al turno de noche… Y ella accedió sin consultarme… Ese fue el principio del fin…”
“¿Y cómo os afectó el cambio? Porque supongo que entonces, cuando tú llegabas a casa, ella ya se había ido… Y tenías que pasar las noches solo, y levantarte muchas veces antes de que ella hubiera llegado…”
“Ese fue el comienzo del problema… Los primeros meses, hice lo posible por adecuar mi jornada, empezarla un poco después, para al menos verla unos minutos, compartir alguna ducha, un desayuno temprano, y poder estar con ella aunque fuera unos minutos… Pero llegó un momento en el que empecé a pensar que a ella le molestaba que alterase mis horarios para estar juntos… Uno de los escasos fines de semana que librábamos los dos, le pregunté lo que podíamos hacer… si no había alguna posibilidad para ella de cambiar el turno, porque de todas formas había puestos del mismo tipo en otras secciones del Hospital… Pero ella me dijo que estar en la UCI no dejaba de ser un importante avance en su carrera… y que si la quería, tenía que comprenderlo…”
“¿Y qué hiciste?”
“Aceptar su decisión… aunque me doliera verla solamente los fines de semana que ella libraba, o bien por las tardes que ella libraba… Incluso llegué a planear mi asistencia a seminarios, convenciones, y mis contactos con los clientes, para poder estar en casa al final de la tarde, cuando ella se despertaba, para al menos poder prepararle un desayuno… Pero no era sencilla la convivencia: de matrimonio habíamos pasado a ser compañeros de piso con derecho a roce, pero solamente un día a la semana; y un fin de semana al mes… Poco a poco nos fuimos distanciando, a lo largo de los últimos dos años… Y cuando estábamos juntos, nos quedábamos sin temas de conversación… Empezaron los silencios… Y nos fuimos separando…”
“¿Pero cómo llegasteis al divorcio?”, le pregunté…
“Yo empecé a sospechar que me era infiel, con uno de sus compañeros del trabajo… El mes de julio, un maldito día de San Fermín, al irse a trabajar, se dejó encendido el portátil… Y cuando fui a apagarlo, su sesión de facebook estaba iniciada… Y había varios mensajes en su muro de un tal Marcial… Habían quedado “para un ratito de sexo loco” en el cuarto de material de enfermería de la sexta planta… Al día siguiente, después de haber pasado una jornada de perros, intentando justificarla, pensando que igual había sido un error, una mala interpretación mía, decidí llegar un poco antes a casa, saltándome una reunión con los demás mandos intermedios, para preguntárselo…”
“¿Y qué pasó?”
“Al principio, se hizo la ofendida… Que si “no sabes lo que es una mujer cabreada”… Que si “es una vergüenza que estés mirando mi muro a mis espaldas”… Que si “quién me creía que era yo…” Pero al ver que yo no cambiaba mi actitud, todo esto sin levantar la voz para no despertar al gato… No le quedó más remedio que admitirlo… Aunque me lo dijo con chulería: “comprenderás que una tiene sus necesidades… y que de todas formas, con nuestros horarios, el sexo no es nada satisfactorio”… Y que necesitaba compañía… Por eso había caído en las redes de Marcial, “aunque no es nada serio, solo un polvete de vez en cuando para matar el aburrimiento”… Creo que fue su frialdad lo que me sacó de las casillas: tuve que pegarle un tremendo puñetazo a la pared para desahogarme (quedó una marca en la pared del pasillo)… Y me metí en el despacho… Aquella noche, mientras ella estaba en el trabajo, empecé a meter sus ropas de verano en las maletas que siempre utilizábamos para irnos de vacaciones,  y le dejé una nota en la puerta de la nevera: “Comprenderás, Virginia, que no puedo aceptar una infidelidad. Tienes una semana para buscarte otro lugar donde dormir, y mientras tanto te agradecería que lo hicieras en el cuarto de invitados”… A la noche siguiente, al volver del trabajo, las maletas ya no estaban, y la nota tampoco…”
“¿Pero se fue sin más?”, le pregunté, asustado por tanta frialdad…
“Me dejó otra nota en la nevera, de la que por cierto había retirado todos sus imanes, y su cuadrante del mes. En ella ponía: “Gracias por darme tanto tiempo. Estas noches dormiré en una habitación del Hospital. Por cierto, me he llevado todas mis películas… y puedes quedarte al gato”. Lo consulté con un abogado de la empresa, quien me confirmó que su comportamiento representaba un “abandono del domicilio conyugal”, lo que unido a la infidelidad confesada, era motivo suficiente para el divorcio… Le mandé los papeles con la solicitud al Hospital. Sus padres vinieron algunos días después del pueblo para llevarse el resto de sus cosas, y solamente la he visto el día en que firmamos los papeles en el Juzgado de la Plaza de Castilla…”
“Pero la casa…”
“La casa me la quedé yo, era fruto de la herencia de mi padre, y además teníamos el régimen de separación de bienes…”
“¿Y te has planteado rehacer tu vida?”
“Creo que todavía es demasiado pronto para ello… No es que la eche de menos… A ella, no… Pero sí añoro el pueblo… Era un hermoso pueblo de Extremadura, ¿sabes? Y durante nuestra relación, había establecido fuertes lazos de amistad con sus padres, los amigos, la familia… Azuaga se había convertido casi en mi refugio, mi segundo hogar, el lugar al que volver para descansar, recuperar fuerzas… Muchas veces, me iba yo solo, para estar con sus padres, con los amigos, y desconectar de Madrid… Era otra vida, que me era muy querida… Lo añoro todo… Y ahora la casa, que monté con la ayuda de mi suegro (un auténtico manitas) se me cae encima… Está demasiado llena de recuerdos buenos y malos… De ausencias… Es un mausoleo, ¿sabes? Un recordatorio permanente de lo que pudo haber sido, y no fue… Me he planteado seriamente pintarla de nuevo, quizás lo haga en las próximas vacaciones… Porque no puedo seguir viviendo en ella… También estaría la opción de alquilarla, de irme a vivir a un lugar más pequeño, más céntrico pero con plaza de garaje… Pero todavía no he tomado ninguna decisión… ¿Sabes que el único lugar de la casa en el que me siento verdaderamente a gusto es mi despacho, porque ella no entraba casi nunca? ¿O la cocina, que pinté de color aguamarina hace un par de meses? Parece mentira, lo vacía que se queda una casa cuando alguien ha salido de ella, y de tu vida, para siempre…”
“¿Y ahora qué piensas hacer?”
“Seguir adelante, Ismael, qué remedio… Pero sin Virginia… y sobre todo, sin su pueblo, los amigos y la familia… noto que me falta uno de los pilares de mi existencia… Es cierto, he vuelto a correr por las noches… He regresado al Ateneo de Madrid en mis días libres… Estoy haciendo algunas marchas de alta montaña con una asociación senderista… Escribo mucho menos que antes, sobre todo poesía amorosa… Y creo que me estoy empezando a enamorar de una chica catalana que conocí a través del face, y ella también lo está de mí… Pero de momento, todo está en el aire… Dentro de un par de meses, tengo que ir a Barcelona por negocios, y estamos hablando de quedar en la Sagrada Familia y pasar unas horas juntos… Tengo muchas esperanzas depositadas en aquél encuentro… Pero hoy por hoy, me siento bastante vacío por dentro…”
Creo que aquella noche, los dos nos pasamos con el sake… De hecho, tuve que coger un taxi para volver a casa… Yolanda ya estaba dormida, aunque por suerte, le había dicho que aquella noche había quedado a cenar con Pablo…
Pero al verla dormida, iluminada por la luz de la luna, no pude evitar besarla en los labios, y retirarle suavemente un mechón de pelo que culebreaba por su frente… Recordándome una vez más a mí mismo la enorme suerte que tenía por tenerla a mi lado… Y preguntándome cómo me sentiría yo si me pasase una cosa parecida a lo que le había sucedido a Pablo…
Y comprendiendo perfectamente por qué se había extinguido esa chispa vital que anidaba siempre en sus ojos… Porque durante aquella cena, tuve delante a un hombre que había perdido la razón de su existencia…