El año 2004 fue también uno de los más peligrosos para mi matrimonio… y ese peligro tenía nombre y apellidos: Evangelina Lenoir… La idea de contratar personal externo para la recepción con dominio de al menos japonés, francés e italiano nació para responder a una necesidad muy concreta, y de todas las candidatas que se presentaron, fue Evangelina la que más y mejor demostró cumplir los requisitos… al margen de ser una auténtica belleza… De origen francés, llevaba en Málaga varios años, trabajando en un agencia de relaciones públicas, y tenía muchos contactos en el Palacio de Congresos y en los demás hoteles de la competencia, incluidos el Hotel AC Málaga Palacio y el Parador de Gibralfaro… Su carrera hasta entonces había sido meteórica, y por las entrevistas mantenidas con sus compañeros de trabajo, todos le auguraban un brillante futuro… Aunque esto sucedía meses antes de que se evitara, por muy poco, el escándalo… pero mejor no adelantar acontecimientos…
Evangelina fue reclutada para la campaña de verano, en abril de 2004, y enseguida se destacó por su seriedad en el trabajo, su interés por conseguir ofrecer el mejor trato posible a los clientes, y su afabilidad con el personal de la recepción y de los niveles superiores e inferiores… Al mismo tiempo, sus resultados económicos y personales no dejaban de ser brillantes, y ya en el mes de agosto de ese mismo año, se había alzado en varias ocasiones a lo más alto del ranking de los mejores empleados del Hotel Imperial… Al margen de una breve entrevista realizada por Kenji Watanabe en el momento de ser contratada, no la conocía personalmente, por lo que era lógico hablar con ella, para poder decidir si se correspondía con los requisitos de la central, para ascender en el organigrama y en categoría… Aquella entrevista tuvo lugar el veinte de agosto, y yo fui el encargado de realizarla… y de dar el visto bueno…
Evangelina era físicamente espectacular: poco más de un metro setenta de estatura, el cabello pelirrojo, la piel muy pálida, con algunas pecas, brazos y piernas largos pero exquisitamente torneados, y de pecho una noventa B, y sus tobillos y pies también eran dignos de figurar en cualquier revista para hombres que estuviera seleccionando la mujer nórdica más hermosa de Málaga y Marbella… Era inevitable fijarse en ella, en su fría belleza, y mucho más si la tenías delante, en un ambiente controlado, pero al alcance de su perfume, creo que “Aire de Loewe”… Sus ojos color turquesa te taladraban con la mirada, y sus manos parecían trazar conjuros en el aire…
Tal vez fuera cuestión de tiempo el que yo cayera en sus redes, no porque deseara ninguna aventura, ya que mi relación con Yolanda seguía entonces y sigue siendo ahora lo más importante… sino porque supo aprovechar perfectamente el efecto Pigmalión, ese atractivo casi animal, ese deseo de ayudarla… Y la ayudé lo mejor que pude en la empresa: tenía el potencial para ascender en la recepción a la categoría de jefe del turno de mañana, y la capacidad para colaborar estrechamente con Abelardo Muñoz Grandes, el antiguo “plongeur” que llevaba varios años desempeñando ese cargo de manera ejemplar… y que fue también el primero en presentar una queja formar por la manera en que ella se le insinuaba en privado, hablando de la manera en que un romance entre los dos podría ser la consecuencia más lógica de desempeñar el trabajo más importante del Hotel… Supongo que ni siquiera yo mismo habría sido capaz de resistirme demasiado de encontrarme en aquella situación, porque Evangelina era realmente espectacular… pero Abelardo era gay, y junto con su novio Francisco Álvarez Sacos, tenían un niño adoptado…
Cuando la situación se hizo insoportable, fui yo la persona encargada de comunicarle a Evangelina que debía cesar sus manifestaciones afectivas y su acoso a Abelardo… que era una causa perdida, y que de seguir así, tal vez fuera su propio futuro el que estuviera en peligro dentro del escalafón del Hotel… y fue entonces cuando yo me convertí, por alguna extraña mutación de afectos, en el objetivo de sus atenciones… Se decidió incorporarla al equipo comercial del Hotel, puesto que reunía todas las características para tener un desempeño laboral notable, negociando con los representantes de las empresas que se establecían en Málaga y alrededores, y para reafirmar los contactos existentes… y así fue, al menos de cara a la galería, hasta el mes de octubre…
Luego, empezaron las llamadas a mi móvil del trabajo, para consultarme detalles sin importancia sobre operaciones de captación en curso… o posibilidades de rebajar nuestras tarifas… en noviembre, esas llamadas, tanto a mí como a Kenji Watanabe, su superior directo, habían invadido el ámbito personal, y se producían a cualquier hora del día… De nada sirvieron los avisos, las recomendaciones… Yolanda estaba harta de despertarse de madrugada, porque sonaba el móvil de empresa, y yo no podía decidir cambiar el número sin antes avisar a mis contactos, varios centenares de personas y empresas, solamente porque ella se empeñara en llamarme… y menos mal que no tenía ninguna idea de lo que pasaba en el Hotel, de puertas adentro…
Hace algunos años, yo me reí bastante con la interpretación de Demi Moore, en la película “Acoso”… pero cuando decidimos despedirla, ya se había hecho la encontradiza en varias ocasiones, vistiendo ropas demasiado sexys para su cargo, y sacando el máximo partido de su impresionante cuerpo… La primera vez que se abrió los tres primeros botones de la blusa color cobalto, pude pensar que era una simple casualidad que se viera incluso parte de la copa de su sujetador negro… en otra ocasión, era la raja de su falda, demasiado subida hacia la cintura, la que permitía ver más pierna de la que sería recomendable…
En noviembre me preparó una encerrona en mi propio despacho, el mismo día en que le pedí que dejase de llamarme, puesto que se quedó casi desnuda en el sillón de las visitas, con una enorme carga de erotismo a la que no era fácil resistirse… Si en aquél momento llega a entrar otra persona que no fuera Kenji Watanabe, se hubiera podido pensar que yo la estaba acosando o tratando de aprovecharme de ella… Y a primeros de diciembre, la despedimos, con las mejores referencias posibles, y nuestros mejores deseos en su vida profesional…
Pero no por ello desaparecieron las llamadas… menos mal que en la compañía de teléfonos fue capaz de instalarme un nuevo dispositivo para cribar las que procedían de París y no se correspondían con las de nuestras oficinas ni con nuestros clientes oficiales…
Jamás entendí dos cosas sobre aquellas últimas pistas sobre Evangelina: que siempre me llamase a las 23:33… y que siempre utilizase cabinas… Quiero pensar que con el paso de los años le ha ido bien en la vida, que ha encontrado lo que fuera que estaba buscando, y que es moderadamente feliz en su trabajo… aunque tengo bien claro que, de no haber estado yo casado, y de no tener hijos y sentirme plenamente feliz con ellos… quién sabe si hubiera podido terminar teniendo una relación con ella… puesto que era tan inteligente como bella y peligrosa…
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