miércoles, 20 de junio de 2012

80. Mi hijo, tu hijo… nuestro hijo…

Es curiosa la manera en la que la paternidad del hijo puede cambiar durante una sola tarde, en función de la cantidad de trastadas que pueda cometer en una sola tarde de invierno, cuando está lloviendo fuera, y el pequeño angelito o demonio se aburre en casa, sin poder a salir al jardín… Por eso, las vacaciones de navidad, con la inevitable permanencia de la fierecilla en casa, podían convertirse en demasiado largas…
Luis nunca ha sido un niño especialmente travieso, pero es cierto que en aquellos días de diciembre, justo cuando el Hotel Imperial se embarcaba en los últimos detalles de la Fiesta de Máscaras Venecianas de la nochebuena, y la Fiesta del Clavel Rojo de nochevieja, parecía que le sobraba más energía que antes…
Un día, le da por sacar de todos los armarios de la casa absolutamente todos los zapatos de toda la familia, es decir, todos… y convertir la entrada y el pasillo en un enorme campo de minas, que se convierte en zona de auténtico peligro si tienes algún tipo de urgencia fisiológica… o simplemente si suena el timbre y estás esperando al mensajero de Telepizza… A partir de aquél momento, decidí que no era prudente ver con él demasiadas películas bélicas, ya que el siguiente paso sería poner en cada “mina zapatosa” algún complemento para hacerlo más interesante… como por ejemplo, caca de perro…
En otra de esas ocasiones donde la paternidad siempre se atribuía al segundo miembro de la pareja, se empeñó en hacer crema de cacao siguiendo los parámetros indicados en un anuncio de la tele… ¡Ni os cuento cómo terminó la cocina! Nos pasamos casi una semana despegando manchurrones de chocolate petrificado, porque se empeñó en añadir todos los ingredientes en caliente, de los armarios, paredes y techo… que al final terminamos pintando de nuevo…
Pero en su perrería más absolutamente delirante, tuvo por cómplices involuntarios precisamente a Athos y a Portos, nuestros cachorrones de dálmata, que según él tenían frío, y se dedicó a “adaptar” prendas de abrigo de Yolanda y mías… El primero termina vestido con un traje de chaqueta de raya diplomática, bufanda, jersey de cuello vuelto y dos pares de calcetines, “adaptados” a su anatomía… Al segundo le toca hacer de chica, y le pone el mono de esquiar de Yolanda, valorado en casi cuatrocientos euros, y dos pares de botas de apreskí, bufanda y guantes… Lo que no habría pasado de ser una simple broma, se convierte casi en una tragedia griega, porque su forma de “adaptar” implicaba el uso de tijeras (para recortar todo lo que sobraba: mangas, perneras, parte inferior del jersey… y de paso llenar toda la casa de plumón)… y se conoce que a ellos no les molestó demasiado tanta ropa de abrigo, porque nos esperaron sentados muy tranquilos en medio del comedor, donde se habían estado entreteniendo con nuestro hijo en “adaptar” los tres enormes cojines del sofá, a base de mordiscos… Es cierto, nos parecieron tan cómicos que les hicimos una foto, y aquella fue nuestra imagen para la felicitación navideña: los dos galgos con sus mejores galas, y nuestro terremoto particular, en el centro…
Con cinco años recién cumplidos, nuestro hijo ya apuntaba maneras en el mundo de las bromas pesadas… y si tenemos en cuenta que todas estas cosas, y un desfile en el pasillo con todos sus cochecitos de metal… y el intento de usar la batidora para prepararnos unas tortitas con nata… además de una breve incursión en el mundo de las obras públicas, empapelando las paredes de su habitación con hojas de periódico (quizás para tener algo que leer si se aburría)… las hizo durante las vacaciones escolares de navidad… lo más lógico que pudimos hacer fue tirar a la basura todas las películas sobre “Daniel el Travieso” y la saga completa de “Solo en casa”, además de “Matilda”… y otras comedias infantiles sobre niños problemáticos, porque al muy canalla tenía una enorme inteligencia y capacidad de imitación… ¡Lo que nos faltaba, más modelos de trastadas! ¡Como si no tuviéramos suficiente con las patentadas por él!
Por eso, incluso ahora, cuando han pasado ya aquellos años, seguimos riéndonos, pero con la boca pequeña, al ver las viejas fotos de sus fechorías, sobre todo las del “antes” y el “después”… La pequeña Claudia, afortunadamente, era demasiado pequeña para enterarse de nada en las navidades de 2004… pero dos años más tarde, en 2006, ya colaboró a su manera con Luis en la siguiente tanda de trastadas navideñas… pero esa es otra historia…
Menos mal que en lo profesional, todas las iniciativas del Hotel cosecharon un éxito absoluto, incluso la celebración, por primera vez, de un concurso de inocentadas entre los empleados, el 28 de diciembre… en el que, afortunadamente, nuestro hijo ni pudo participar, ni estar presente…


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