2001 fue el año de los cambios, en muchos aspectos... pero especialmente, en lo referido a nuestras relaciones de pareja... Con un poco de organización "a la japonesa", y sabiendo delegar algunas obligaciones en otras personas igual de preparadas que nosotros, conseguimos obtener un poco más de tiempo libre, para hablar, hacer la compra, y mil pequeños placeres de la vida que teníamos olvidados, como dormir la siesta abrazados en el sofá, que pese a ser inmenso, siempre terminaba siendo demasiado pequeño... Todavía teníamos parte de la casa sin amueblar, pero aprovechando la paga extra de Navidad, decidimos amueblar al menos la habitación de Luis, quizás con demasiado tiempo, porque incluso instalamos una cama mueble, una mesa de estudio, el armario y librerías empotradas... Serían necesarios otro par de años para que los utilizase, pero nunca estaba de más disponer de algo más de espacio para las visitas. En la buhardilla, con ayuda de Borja y David, levantamos varios tabiques de pladur y aislamiento de resina, obteniendo tres habitaciones abuhardilladas (una de ellas se usaría de trastero), una zona diáfana para juegos, donde montábamos los puzles, y otro espacio destinado a la lectura. La luz se obtenía de ventanas cenitales, y el aislamiento aplicado, además de unos pequeños aparatos de aire acondicionado, conseguían refrescar el ambiente... En mi despacho también pusimos un sofá-cama bastante cómodo para las siestas, y allí terminaba durmiendo algunas de mis tardes libres, con mi hijo...
Mi hijo... todavía me parece complicado pronunciar esta palabra, igual que al principio me costaba mucho cogerle entre mis brazos, y acunarle, contándole muchos cuentos del tres, que improvisaba sobre la marcha. Quizás alguno de ellos lo haya repetido, inconscientemente, de los que me contaba mi abuelo cuando era pequeño... Y yo también paseaba con él entre mis brazos, por la noche, a la hora de dormir... y con mi problema de hiperacusia, casi siempre me despertaba yo al menor sollozo... Tiempos de biberones a las tres de la mañana, de paseos por el pasillo de la planta baja por no despertarla a ella, y volver a la cama a las cuatro, para robarle una hora y media al sueño... Luego, venía el resto del día, la auténtica vida, las lecciones de kendo, de japonés, las estrategias... Cada vez me gustaba más Sun Tzu, quizás porque íbamos desentrañando su sentido... Mi cultura japonesa se incrementaba rápidamente, quizás porque siempre me han gustado los idiomas, o por que representaba un reto a la altura de mis deseos...
Sí, es cierto, muchas veces añoraba a mi amiga Ayako Wada, que seguía trabajando en la sede de Hiroshima... y que esperaba un hijo de su flamante marido. De vez en cuando, nos conectábamos al chat... y ella seguía bajando la mirada, y llamándome "Ismael-sama"... Y yo recordaba aquellas reuniones que terminaban en la sauna (por cierto, al final me depilaba con láser... y Yolanda seguía encantada... y yo sufría con cada película romántica...), la forma en que miraba Ayako... y cómo terminó todo, sin haber empezado, con la ceremonia del té... como despedida... Amores prohibidos... algo que por desgracia conocía extremandamente bien... antes de conocer a Yolanda...
Hay una cosa cierta: por estar casado, o prometido, no eres de piedra. Si ves a un hombre, o a una mujer, que tal vez no sea excesivamente guapo, pero que encaja en tus modelos de belleza, y te llama la atención... Es lógico: tendrás más relación con esta persona, si puedes escoger, que con alguien gordo, calvo, con mal aliento, y a quien le suden los pies (con todo mi cariño hacia quienes tengan esos problemas)... Muchas veces, incluso entre compañeros de trabajo, se crean amistades, te llevas bien con algunas personas, os vais a comer juntas, participáis en los mismos grupos de trabajo... Es cierto, incluso después del primer parto, Yolanda sigue siendo mi ideal de belleza, y no concibo estar sin ella...
Pero es cierto, 2001 fue el año de los cambios, puesto que la corporación decidió modificar los esquemas de atención al cliente y sobre todo, de relaciones con las grandes empresas y lograr una mayor involucración a nivel nacional de los hoteles existentes... y eso implicaba numerosos viajes, en ocasiones de una semana entera, impartiendo cursos presenciales y a distancia, en los que también participaba Kenji Watanabe... Volver a casa, muerto de cansancio, y saber que a la mañana siguiente volverías a la misma locura de vida, no dejaba de ser una mala experiencia, y más todavía si no era posible disfrutar de mi mujer y de mi hijo...
Por eso, decidí comentarle el problema a Watanabe: deseaba rebajar mi nivel de compromiso con la empresa, pues no quería sacrificar mi vida familiar. Teniendo en cuenta que los dos hacíamos unas labores que se podían solapar, y que cada uno de nosotros solía trabajar en los mismos temas, quizás pudiéramos poner nuestros equipos a trabajar juntos, potenciar y desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje a distancia (para evitar los viajes tan largos) y, sobre todo, organizar el trabajo, de forma que nuestra jornada terminase a las cinco. Las primeras semanas, con ambos equipos, que aglutinaban veinte personas de múltiples procedencias, fue algo difícil coordinarlos, pero después, los resultados resultaron soberbios... El lema" A las cinco, todos fuera", se difundió rápidamente entre otros departamentos (contabilidad, recepción, mantenimiento), y aunque se quedase una persona de guardia hasta las ocho, el resto podía irse a casa.
Esto implicaba una pequeña reducción de ingresos, pero en mi caso, el estar en casa todas las tardes a las cinco y media, con mi mujer y nuestro hijo, era algo que no tenía precio... Esa siesta, los tres juntos, hasta las siete de la tarde era maravillosa, en nuestra cama enorme... La paz que otorgaba apagar el móvil personal y dejar solo el del trabajo, era maravillosa. Es cierto, algunas veces había que hacer horas extra, supervisando algún evento de gran importancia, pero casi siempre, cualquier persona de nuestros equipos estaba capacitada para ocuparse de él.
Por supuesto, cuando llegó la invitación de la Cámara de Comercio de Málaga y Marbella, a los empresarios japoneses de la Costa, estuvimos allí Kenji Watanabe y yo... Organizamos incluso una demostración de "kendo", con un encarnizado combate en el hall del hotel... Simplemente tuve suerte, y vencí yo... Los empresarios no pudieron evitar que se notase su sorpresa, al ver que el ganador era un occidental... Las negociaciones fueron todo un éxito, se otorgaron licencias para la apertura de varios centros de auténtico masaje y terapias orientales; para varios restaurantes de sushi; y para un par de casinos y de locales donde se jugase al. "gò"...
Llegó mi cumple, el veintitrés de mayo... un momento de inevitable balance y reflexión, puesto que inauguraba una década, que podía ser maravillosa, pero que por lo pronto me había traído: una mujer a la que amaba con locura, un hijo que se volvía más trasto, rebelde como sus padres, y que hablaba por los codos, y una profesión fascinante, en evolución...
Al día siguiente, Luis cumplía tres años, y lo celebramos juntos... jugando por el jardín con una decena de niños de la urbanización, y organizando unas cuantas actividades para los padres, incluyendo una barbacoa, perritos calientes, algo de sangría, y más que nada, la seguridad de poder disfrutar con nuestros hijos...
"Tout est bien, dans le meilleur des mondes possibles"... es decir: "Todo va bien, en el mejor de los mundos posibles"...
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