jueves, 2 de junio de 2011

64. INTERLUDIO

Necesitaba tiempo libre, para estar con mi mujer, con mi hijo, a quien ni siquiera podía ver despierto muchas noches, porque surgía algún problema: dentro del hotel,  a pesar de la limpieza efectuada en las antiguas cocinas por uno de los más afamados exorcistas, seguían pasando "cosas raras" al anochecer... y todos sabemos lo supersticiosos que son los pinches y lo marmitones, ¿verdad?... y, aunque suene a chascarrillo, en la habitación número 13 también pasaban cosas extrañas; y fuera del hotel, el mayor inconveniente lo representaban ciertos proveedores, que llevaban muchos años con nosotros, pero que nos daban problemas, bien por la escasa calidad del producto suministrado (tuvimos que rechazar dos palés de jabones de manos que olían a vómito... y dos partidas de papel higiénico, que parecían lija)... o por incumplimiento de los plazos de entrega...

Por lo visto, nadie se había dado cuenta de hasta qué punto las cosas se tenían que hacer "a la japonesa", es decir, con disciplina, trabajo duro y responsabilidad... Y eso se aplicaba a todos los aspectos en el Hotel Imperial... Hubo despidos, era algo inevitable: dos o tres camareras que se encargaban de la limpieza de ciertas habitaciones, donde desaparecían pequeños objetos de los clientes; uno de los encargados de mantenimiento, que pasaba más tiempo dormido y borracho en su cuartucho del sótano que en su puesto de trabajo; los dos mozos, que insistían demasiado en recibir propinas; un pinche de cocina y un cocinero, por la absoluta falta de higiene al manipular y cocinar los alimentos; y mi sustituto en la recepción, por organizar juergas en tablaos flamencos y bodegas por el doble del precio establecido, a cambio de jugosas comisiones.

La plana mayor del Hotel estaba de acuerdo en estas sanciones y despidos, desde el Director General, pasando por el de Marketing, y terminando con Recursos Humanos... y por mí mismo. Los cuatro debíamos actuar por mayoría, y eso garantizaba más ecuanimidad en las decisiones. También se implementó un sistema de ascensos por capacidades, para cubrir las vacantes y los puestos de nueva creación con personal "de la casa". Por ejemplo, se nombró una limpiadora-encargada de planta, lo que facilitaba un mayor control de los suministros, la calidad y la abundancia de los materiales, agilizando la gestión del stock. Para evitar desapariciones de material, se habilitaron un almacén en la zona de la buhardilla, y otro en el sótano.

Y fue un golpe de suerte el darnos cuenta del tremendo potencial de uno de los nuevos mozos, un chaval de veintidós años, que necesitaba un trabajo cualquiera para ayudar en su casa, pero que no había mencionado sus conocimientos de idiomas (francés, español, italiano y alemán) al efectuar su solicitud. Se le ofreció realizar un curso (pagado por la empresa) de recepcionista de Hotel, compaginándolo con un aprendizaje directo por las mañanas, y los módulos a distancia (telemáticos). También descubrimos que uno de los "plongeurs" era un chef maravilloso en comida vietnamita y thailandesa, al venir su novia de Tailandia, y que tenía nociones de cocina india, lo que nos permitía ampliar nuestra carta.

En cuanto a la organización de eventos y banquetes, lo más eficaz era externalizar los servicios, sobre todo en cuanto a mobiliario: no teníamos ni tiempo ni espacio para almacenar mesas para doscientos comensales, ni tampoco platos, cubiertos y demás accesorios, pero sí era posible, con cuarenta y ocho horas de antelación, el alquilarselo a una empresa de cátering,a cambio de publicidad, recomendaciones positivas, y unas tarifas asequibles. Los camareros, sobre todo cuando se utilizaban las carpas exteriores en primavera, verano y otoño, se contrataban con otras empresas. Para la seguridad diaria estaban contratados tres vigilantes fijos en turnos de ocho horas, a través de Prosegur; y para los grandes actos (por ejemplo, los finales de campaña), se gestionaba un refuerzo...

El Hotel Imperial se estaba convirtiendo, gracias al esfuerzo combinado de los cuatro directivos y de todo el personal, en una referencia para el "turismo de negocios" en Málaga, y con las nuevas instalaciones de Benalmadena, donde se iba a comenzar en breve la construcción de un nuevo Hotel de cinco estrellas, en primera línea de playa, y con todas las especificaciones de la corporación. El solar era perfecto, más de tres mil metros de extensión,  se trataba de una antigua propiedad de un indiano de principios del siglo XX y fabricada en madera al estilo nórdico, que murió sin herederos, y de la cual permanecían en pie solamente una vieja capilla de piedra tallada, con un puñado de árboles en lo que antaño fuera un enorme y cuidado jardín. La casa había ardido hasta los cimientos hace cinco años.

Lo que en principio sería un mero trámite con el Ayuntamiento, en quien había recaído la gestión del patrimonio, se convirtió en pesadilla al presentrarse un segundo y un tercer postor, con lo que el precio de venta final abonado por la corporación se duplicó. Y por si esto no bastase, la comisión de Patrimonio ordenó que se adjudicase la máxima categoría de protección arquitectónica a los restos de la capilla, aconsejando en todo caso su restauración por su "excepcional valor, perteneciendo a los restos de una iglesia parcialmente derruida del siglo IX... por lo que se consideraban bien de interés cultural". Esto implicaba, por supuesto, construir el hotel sin derribar la capilla, excavar los cimientos de la vieja iglesia, y conservarlos adecuadamente... Esto representaría sin duda alguna un retraso para todas las obras, pero el trece de julio, viernes para más señas, cien estudiantes de tercer curso de Arqueología de la Facultad de Málaga comenzaban las labores de cuadriculación en la zona de la vieja iglesia, mientras un equipo de obreros efectuaba el desescombro en los cimientos y paredes de la casa, y dos prestigiosos arquitectos de la fundación Nakatomi actualizaban el plano del futuro hotel.

Toda esta actividad complementaria no impedía que Watanabe y yo continuásemos con nuestras lecciones de kendo, de japonés, de cultura general, además de implementar y exportar técnicas de comunicación y de marketing de guerra, orientado hacia los objetivos del grupo... No me podía quejar, es cierto, pero tanta actividad estaba ocasionándome serios problemas en mi vida matrimonial... Yolanda también estaba agotada, con sus dos trabajos, además de cuidar a Luis, y siempre sin sobrecargar a sus padres... que entre otras cosas, ya tenían su gran dosis de trabajo... Pero aquellas noches, de cenar tarde y poco, casi siempre cosas que preparábamos y congelábamos el fin de semana, y grandes cantidades de comida preparada... Ya ni podía recordar, tras el fin de semana en enero que pasamos en el balneario, no habíamos vuelto a estar solos y tranquilos. Sí, es cierto, había besos, y abrazos, y mimos, pero casi todo el tiempo estábamos demasiado cansados para hacer nada en la cama, al margen de dormir... Discutíamos... eso era lo peor: los dos nos echábamos la culpa mutuamente de poner nuestra carrera profesional por delante de la vida familiar... y lo peor de todo era que los dos teníamos razón... Se imponía un cambio de rumbo... en nuestras vidas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario