Aquellos cuatro meses fueron, sin ningún género de duda, los más estresantes de toda mi vida, hasta el punto de olvidarme prácticamente del cumpleaños de mi mujer el 10 de enero (Watanabe me lo recordó la víspera, y tuve que salir corriendo hasta el Corte Inglés... bueno, mejor dicho, zumbando con la Harley, para comprarle un regalo en condiciones... mejor dicho, fueron dos: uno público, y otro privado... los dos fueron muy bien acogidos...
No es fácil para una mujer cumplir treinta y un años, da mucho miedo abandonar de manera definitiva la veintena... Pero al menos, Yolanda tenía muchas cosas buenas que celebrar, y no compartía mi fobia a la edad. Aquella noche, fui a recogerla con la moto, y nos fuimos a cenar a nuestra vieja pizzería... Nada había cambiado, salvo algunas de las camareras, y quizás el chef, porque la comida estaba riquísima, sobre todo la "pizza calzone", y la ensalada de mozarela con tomate y albahaca, exquisita. Allí, en la relativa intimidad del local, le di su regalo público: una finísima gargantilla con tres tipos de oro, y unos pequeños pendientes a juego... Y el más privado consistía en una estancia de dos noches en un complejo termal de lujo, para aquél mismo fin de semana, pues Catalina ya se había ofrecido a hacernos de canguro... y Kenji Watanabe se encargaría de supervisar la cena de la "Asociación de Dentistas" que teníamos previsto para la noche del sábado... No hace falta decir que fue un éxito absoluto, pues al margen de cuidar hasta el mínimo detalle en el Salón Principal y reforzar el servicio de cocina con dos de los mejores chefs de Marbella, también se recurrió al humor en los obsequios: una bolsa de chuches como las de los niños en sus comuniones, y un práctico neceser de higiene dental, enviado desde Japón, con una muestra de nuevos productos.
En cuanto a Yolanda y a mí, llegamos al complejo "Las termas del Olimpo" al filo de las ocho de la tarde, tuvimos tiempo de registrarnos y dejar nuestras maletas en la habitación (parece mentira la cantidad de cosas que se pueden "necesitar" para dos noches y tres días, sobre todo cuando te vas a pasar la mayor parte del tiempo en bañador), nos pusimos los trajes de baño y los albornoces, y comenzamos la visita guiada.
Lo más sorprendente era la variedad de luces, ambientes, piscinas, chorros, circuitos... Todo estaba construido con azulejos blancos de la máxima calidad, los suelos eran antideslizantes, unos potentes filtros garantizaban la calidad del agua en todas las piscinas... Solamente nos relajamos, hablamos, no hubo masajes ni nada por el estilo... A las nueve y media, una ducha en la habitación, y un cambio de ropa, para estar cómodos, y bajamos al comedor...
La experiencia fue maravillosa, una sinfonía de sabores y colores únicos por separado, pero inigualables si se mezclaban, como dirían en "Ratatouille". Procuramos cenar ligero, pero al acercarnos al expositor de los postres... decidimos saltarnos la dieta... Las siguientes cuarenta y ocho horas se convirtieron en una de las mejores experiencias de los últimos años (y de los próximos cuatro meses, aunque aquello lo ignoraba)... Quizás fuera por el descanso, el calor, los masajes, la comida, pero también tuvimos algunas de las mejores experiencias sexuales de toda nuestra vida... El domingo por la noche, volvimos a Málaga (aunque el balneario estaba situado a menos de veinte kilómetros de la calle Larios, era como volver de otro mundo), y me encontré en el contestador un mensaje de Watanabe: "Comenzamos mañana a las ocho en su despacho... y recuerde esta cita: Disciplina quiere decir organización, cadena de mando y logística”.
En aquél momento no lo comprendí... pero me estaba dando la bienvenida al infierno. El lunes 8 le habían transmitido desde la sede de la empresa en Hiroshima la orden de intensificar mis sesiones del idioma japonés, incluyendo también nociones sobre sintoísmo, el código de los samuráis, y determinados aspectos sobre la etiqueta en grandes eventos y en celebraciones privadas. Habían estado analizando mis progresos con Ayako Wada, en la actualidad ascendida al departamento de relaciones con España y felizmente casada, y habían decidido que podría servir, igual que el señor Watanabe, como enlace para las diversas comisiones y representaciones de nuestra empresa y de sus filiales. Por supuesto, estaría siempre respaldado por un traductor en caso de necesidad... pero en principio debería ser capaz de entenderme con los inversores y socios.
Si antes me parecía complicado el coordinar mis tareas como DirCom, con el aprendizaje del japonés y de las nuevas tácticas empresariales (al menos, nuevas para mí, pues eran las que utilizaban los DirCom en la central)... de repente, me encontraba metido en un "Programa intensivo de fortalecimiento del cuerpo y de la mente", cuyas sesiones, intensivas, comenzaban en el salón de actos principal del Hotel, con unas sesiones de manejo de las katanas de madera... y que empezaban a las seis y media de la mañana...
El señor Watanabe estaba convencido de que me sería de gran utilidad, en un futuro inmediato, el comprender aunque fuera los movimientos básicos del "Kendo" De dónde sacó, en mi ciudad, dos equipamientos completos (menos el manual de instrucciones), en la semana después de reyes, es algo que ignoro, pero lo hizo. Por desgracia, el fabricante o el importador se habían olvidado de incluir el manual de instrucciones...
Los primeros cuatro días, pensé en más de una ocasión que me partía los brazos o las piernas por la fuerza de sus golpes y por la aparente debilidad de su estado (recuerden, igual que Pat Norita, hasta la misma calva)... pero el quinto... me dejó KO con un golpe tan fuerte en el casco, que casi me parte la cabeza... Después de cada combate, pasábamos un rato en la sauna y en dos de las piscinas del circuito termal; os aseguro que no tiene un átomo de grasa... Y luego, un enérgico desayuno, donde ya empezábamos a hablar en japonés, idioma que no dejábamos nada más que en las reuniones con el resto del equipo directivo. Juntos, se diseñaban, mediante videoconferencia numerosas estrategias para los otros siete hoteles de la corporación en España: uno de nueva construcción en Santander, otro en Bilbao y un tercero en Mallorca, al margen de los ya existentes. Como poco, teníamos que viajar dos veces por semana, para supervisar con el equipo de arquitectos "in situ" que se respetase la gama cromática, incluso revisar ocasionalmente los planos, que de todas formas habían sido realizados por arquitectos japoneses, imbuidos del espíritu corporativo...
En uno de aquellos trayectos desde Bilbao a Málaga, le pregunté por qué estaban tomándose tantas molestias para respetar el cromatismo, y generar en todas las instalaciones, incluso en las nuestras, donde estaba previsto el cierre de una planta el mes de noviembre... Y él, tan críptico como siempre, me respondió: "La respuesta está en tu pregunta..." Escasos minutos después, le respondí: "Imagen de marca: potenciar nuestra relación con las grandes empresas, que buscan unos hoteles adecuados, para sus congresos, o bien como centros cómodos en los que seguir trabajando"... Su respuesta fue un lacónico "Hai..." "Sin embargo, le respondí, todavía quedan amplias zonas de territorio sin cubrir, y tal vez sea una apuesta arriesgada...", le respondí... Aunque al final, me dijo: "Triunfan aquellos que saben cuándo luchar y cuándo no."... Al preguntarle por qué estábamos siguiendo “el atajo del samurái”, me dijo: “No tener tiempo para el camino entero…”
Después de cada uno de aquellos viajes, y de cada jornada de estudio, actividades deportivas, cultivo de mi bonsái y un nuevo repaso de las máximas de Sun Tzu y de Hagakure, al filo de las ocho y media de la noche, volvía a casa, agotado, rendido... pero con unas tremendas ganas de estar otra vez con los dos pilares de mi existencia: Yolanda y Luis...
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