A pesar de los años que han pasado, y que en estos momentos a Luis le dé mucha vergüenza que su primera palabra fuera "POPÓ"... yo sigo pensando que se trató de uno del os mejores regalos que me ha hecho en toda la vida... El haber contribuido a criar a dos hijos que ya son bastante mayores no quiere decir, ni en lo más mínimo, que yo le haya perdido el asco a cambiar pañales, o a limpiar culos de bebés... ¡Si para sacar de paseo a mis dos galgos adoptados, "Athos" y "Dartacán", me pongo guantes de látex, uso una pala con bolsa/funda desechable... y procuro no mirar! Es cierto que están acostumbrados a usar su arenero exterior en la parcela, pero también están en su derecho de esparcirse un poco en la naturaleza, o de aprovecharse de aquellas carreras por la playa a primera hora...
Pero mejor volvamos a aquellos primeros días del 2001, con mi madre y mi hermana recién vueltas a Madrid, y yo, pendiente de mi nuevo profesor de japonés, el señor Kenji Watanabe quien, tal y como yo pensaba, había sido nombrado director de marketing, había llegado de Japón hace dos semanas, y por lo que pude ver, no había dudado en utilizar unas credenciales falsas para explorar nuestro hotel de incógnito... y pasar varias noches en los de nuestra competencia más directa, como el "Incosol", el "Hotel Vincci Posada del Patio" y el "Hotel Torrequebrada". Cualquier otra persona, sobre todo considerando que los dos nos encontrábamos al mismo nivel decisorio, podría haberse sentido ofendida por el análisis comparativo de debilidades y fortalezas de los cuatro establecimientos, pero sobre todo por las del nuestro, como la insonorización en las dos salas de juntas laterales de cada piso, que ya estábamos estudiando; o la necesidad de recipientes adecuados para los pañales en la guardería, sin olvidar que hacía falta más personal a la hora del desayuno para limpiar los pasillos y retirar las bandejas y carritos.
Pero me resultaba completamente imposible enfadarme con él, puesto que era un clon de Pat Norita... Y por supuesto, él era consciente, ya que sus primeras palabras fueron "Dar cera, ¡hai! Pulir cera, ¡Hai!"... que me hizo reírme a carcajadas... También se había traído una colección de bonsais, además de cuatro katanas que se hizo enviar por mensajería desde Japón. La "presentación oficial" en mi despacho fue el viernes cinco de enero, y por un momento temí que empezásemos a trabajar el día de reyes, pero en ese aspecto, también fue muy claro: hasta el día ocho no empezaríamos a mandar "espías" a la competencia, para comprobar, al menos en primera instancia, cómo afrontaban ellos nuestros problemas más comunes. Por supuesto, este tipo de prácticas, que en Japón eran algo habitual, en España frisaban el delito... pero mientras no pretendiéramos averiguar la receta del sandwich de queso del "Hotel los Monteros" (por cierto, la conseguimos un par de semanas después), no había ningún mal...
El credo del señor Watanabe parecía ser: "Si hay que hacerlo, se hace...", y lo aplicaba a todos los campos, de la vida privada, y de la profesional. Durante su estancia, nunca se marchó del Hotel Imperial: solicitó ocupar una de las habitaciones de la cuarta planta, la ubicada en la esquina sur, algo más amplia que las demás, pero sin duda alguna, menos cómoda que una de las "Junior suite" a las que tenía derecho según las oficinas centrales de Japón. Lector incansable, solicitó que se le permitiera instalar un juego de estanterías de madera, a su coste, y una cómoda "chaise longue", además de un lector de dvd´s y un ordenador con CPU, conectado a la de su despacho. era vegetariano, pero moderado: de vez en cuando se tomaba su ración de "pescaíto", o unos huevos fritos con patatas. Y no probaba el alcohol, salvo el sorbete de cava y limón, o la copa de cava para brindar. No ponía problema en que el servicio de limpieza accediera a su habitación, siempre y cuando entrasen entre las once y las doce de la mañana. De todas aquellas cosas me fue informando Kenji Watanabe, matizando bien que "eran pertinentes para el trabajo", como que su mujer había muerto hace diez años, y que tenía un hijo, Satori, estudiando en la facultad de Hokkaido.
"Y ahora, empecemos con usted: se llama Ismael Rodríguez Márquez, estudió en un colegio privado, y luego en una facultad privada, donde terminó los estudios de periodismo. Las relaciones con su padre siempre han sido tensas, pero al fallecer hace unos meses, no dudó en hacer todo el viaje en moto. Su relación con su abuelo era mucho mejor. Su primera novia conocida fue Claudia compañera del instituto y que acaba de ser mamá hace dos días; gracias a su prima Esther, de quien medio se enamoró en Madrid, vino a Málaga... donde conoció a Yolanda, su mujer. Las relaciones con sus suegros son excelentes, igual que con sus hermanos políticos. Le apasionan la lectura, el cine, la escritura y las armas blancas, de las que tiene una buena colección en una de las habitaciones del desván. Una de sus mayores ambiciones ha sido el conseguir una auténtica katana samurai de las utilizadas durante la segunda guerra mundial en la Guerra del Pacífico... ¿sorprendido por la información que se puede sacar de una persona, hablando y escuchando de forma adecuada? No olvidemos que la gestión de la información es poder: eso es precisamente lo que debemos hacer, para relanzar la cadena de hoteles, implementar nuevas formas y canales de comunicación, y de ese modo especializarnos en el turismo de negocios y de congresos de alto nivel. Por cierto, encima de su mesa encontrará su regalo de reyes, con su certificado de autenticidad. Si me necesita para algo, ya sabe dónde encontrarme... pues debo ocuparme de mis bonsais, que han sufrido bastante por el cambio de ambiente... Aunque no estaría de más que fuéramos preparando un estudio personalizado de nuestros empleados, para conocer sus fortalezas y debilidades..." Y, dicho esto, cerró suavemente la puerta...
Y allí estaba yo, delante de la puerta de una persona que me había definido en pocas palabras, salvo la relación tirante con mi madre y con mi hermana; que se había metido en mi campo de actuación con las investigaciones realizadas por su cuenta y riesgo, obteniendo excelentes resultados... Es cierto que todavía no había entrado en mi despacho en toda la mañana, por lo que al abrir la puerta y encontrarme con lo que a odas luces parecía ser un genuino estuche para katana, envuelto en papel de regalo, me quedé boquiabierto. El cuero estaba ajado, en algunas partes ligeramente cuarteado, y al abrirlo, me encontré con una reluciente impresionante katana de mango y saya negro, y empuñadura de marfil con forma de dragón. Como pude comprobar al desenfundarla y empuñarla, estaba perfectamente equilibrada. Junto a ella, en un pequeño sobre, encontré el certificado de autenticidad, donde se estipulaba que había pertenecido al capitán Senji Tokanaka, caído en la batalla de Okinawa. Junto al arma encontré un libro de mantenimiento en japonés, y una tarjeta, donde Kenji Watanabe indicaba: "esta es su primera tarea para mañana: traducir los textos del primer capítulo e iniciar el re-equilibrado de la empuñadura." algo me decía que no iba a ser precisamente una tarea sencilla... Sobre todo porque me daba un poco de miedo llevarme de momento el arma a casa, para andar trayéndola y llevándola en la moto...
Hasta bien pasada la medianoche no volví a casa, contento con el trabajo realizado... pero al mismo tiempo, como un alumno el segundo día de clase, cuando todavía no ha conseguido conocer al nuevo profesor...
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