lunes, 30 de mayo de 2011

61. NOCHEBUENA, NOCHEVIEJA.... Y POPÓ...

Una vez más, celebramos las fiestas de nochebuena y nochevieja en el Hotel. Fue un gran éxito de público y de afluencia, incluyendo música en vivo, dj´s, pero siempre tratando en lo posible de no molestar a los vecinos con las carpas exteriores, que se pusieron en marcha para el cotillón. También incrementamos la seguridad privada, con vigilantes de incógnito, para evitar problemas con los carteristas... Y ofrecimos la posibilidad de unas celebraciones más exclusivas en el circuito de spas, piscinas termales y masajes... terminando la velada en una de las minisuites por cada pareja... Es cierto, salía bastante caro... pero las ofertas se cubrieron casi el mismo día del anuncio...

Mi madre y mi hermana se vinieron a pasar unos días con nosotros, para olvidar un poco las dos pérdidas tan recientes... Llegaron en avión el sábado veintitrés de diciembre, y en teoría el martes dos de enero volverían a su casa...

Fue entonces, un par de días después de nochebuena, cuando les leí la carta de mi padre, delante de la chimenea... La reacción de mi madre fue de incredulidad, y mi hermana rompió a llorar. Luis, por solidaridad, también lloró... y terminamos allí, todos, sentados en el sofá del salón, con una llantina impresionante...

Luego, por supuesto, comenzó la etapa de "lo bueno que era papá", los "excelentes recuerdos que había dejado", los años de "agradable matrimonio", su "gran valía para la investigación"... Por supuesto, lo último era indiscutible, pero tuve que realizar auténticos esfuerzos de memoria y autocontrol, para encontrar aquellos tan cacareados buenos recuerdos... Sí, me vinieron a la mente el viaje a Nueva York y a Walt Disney World en 1981, cuando mi hermana y yo nos turnábamos para dormir en el suelo de la parte de atrás del coche... También era inolvidable su cara, se ponía verde cada vez que subíamos en una de las montañas rusas... Luego el viaje a París, cuando mi madre se quedó con mi abuelo en la plaza, mientras que nosotros estábamos utilizando los tejados de plomo de la torre como trampolín, y mi padre lo filmaba todo, riéndose... "Pedro y el lobo", escucharlo juntos en la sala de espera, y que nos explicase todo... El marathón de "Mad Max", que vimos en el típico cine de barrio que luego fue derribado... Pero no recuerdo abrazos, ni muchos besos, ni cuentos... y las actividades que realizábamos eran siempre las que él proponía...

Mi madre y mi hermana se retiraron a sus habitaciones, y Yolanda, con Luis en su regazo, y yo nos quedamos mirando las llamas en la chimenea... ¿Qué tendrá el fuego domesticado, que nos llama tanto la atención? Los colores, las formas, esa cacofonía de amarillos, rojos, naranjas, hacen que nos olvidemos de todo... Para mí, lo único importante era que tenía entre mis brazos a las dos personas que más amaba en este mundo...

Fueron unos días extraños, supongo que cada uno de nosotros llevaba el duelo lo mejor que sabía: mi madre se levantaba muchas veces al alba, y recorría un corto trecho hasta llegar a la playa, con su sillita plegable... Hacía bastante frío aquellos días, por eso iba bien abrigada, con su chándal, el forro polar, de vez en cuando un gorro, y en una bolsa de lona, llevaba un libro (se trajo la serie completa de "Los episodios nacionales" de Benito Pérez Galdós), y varias madejas de lana, para hacerle bufandas y ropitas a Luis. Allí se pasaba casi toda la mañana, luego, comíamos todos juntos (yo me pedí aquella semana de vacaciones, después de haber dejado todo listo con los otros departamentos del hotel), luego se acostaba para una siesta de una hora, y por la tarde se pasaba casi todo el tiempo con Luis, leyéndole cuentos... No parecía tener intención de salir de casa, recorrer el barrio, y mucho menos de conocer la ciudad... Era como si viviera al margen del mundo... A mi hermana le había dado por estudiar un nuevo curso a distancia de especialización, y se había conectado a nuestra red de ADSL... Solo un día se molestó en bajar hasta la playa...

Por suerte, Julián y Catalina vinieron al rescate, proponiendo una excursión a lo más típico: la Alcazaba, el Castillo de Gibralfaro, la Catedral y el Museo Catedralicio y el Teatro Romano... Creo que solo se animaron con la Catedral, quizás por el ambiente, que les recordaba otros momentos de su vida, más "felices". Antes de ir al Teatro Romano, hicimos una escala en la Calle Larios para comer. Todo el día nos movimos con el monovolumen de mis suegros, y yo tampoco tenía muchas ganas de conducir... En conjunto, fue un buen día... En nochevieja, mis suegros vinieron a casa, con Borja y David, y sus novias (sorprendentemente, las mismas que el año anterior (¿se les estaría pasando la etapa de "cabezas huecas"?), y también el novio de mi hermana, quien se había escapado de Madrid unos días. Él también estaba terminando su tesis, sobre los yacimientos iberos en la zona de Gandía, pero se ganaba la vida como teleoperador a tiempo parcial en una empresa de seguros... Volvimos  a ver "¡Qué bello es vivir!" mientras esperábamos las campanadas, y luego mandamos a los "jóvenes" a la tremenda fiesta que estaban organizando los vecinos, concretamente... Borja... quien ya tenía amueblada en parte la casa, pero solo para "eventos sociales de máxima trascendencia"... Mi madre se quedó haciendo punto cerca de la chimenea... y Yolanda y yo empezamos el año como más nos gustaba: con un largo y relajante baño en el jacuzzi, un masaje estimulante con aceites esenciales, y haciendo el amor muy lentamente... ¿Se le ocurre a alguien una mejor manera de celebrar el Año Nuevo? A nosotros, desde luego, no...

Sobre las seis de la madrugada volvieron a casa mi hermana, su novio y mis suegros, quienes se repartieron por las habitaciones de invitados: siempre era más prudente quedarse en nuestra casa, que conducir de regreso a Málaga una noche como aquella. Sabiendo que todos estábamos a salvo, nos dormimos otra vez. El día dos de enero de 2001, mi madre y mi hermana volvieron a Madrid, no sin antes llevarse una copia de los poderes firmados, para que actuasen en mi nombre en lo referente al testamento de mi padre, la presunta herencia de los bisabuelos, las gestiones que habían realizado mis tíos abuelos durante aquellos años, y por supuesto delegando en nuestros abogados de Málaga y de Madrid todas las acciones necesarias. Tarde, demasiado tarde, comenzábamos a restañar viejas heridas...

El día tres de enero, Luis me hizo el mejor de los regalos... Dijo una sola palabra: "POPÓ"... y se fue corriendo al orinal... Lástima que se olvidase de bajarse los pantalones y de quitarse los pañales... Pero lo que cuenta es la intención, verdad? Solo de pensar que se estaban terminando los pañales, me sentía el hombre más feliz del mundo...

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