A quien me diga que la vida de los padres primerizos es una delicia... posiblemente le invitaré a quedarse una sola noche, una sola, con Luis, y con Yolanda... ¿Por San Snoopy bendito, acaso esta fierecilla no entiende que sin dormir, no soy capaz de trabajar en condiciones? A veces, me acuerdo del anuncio de "Níquel Nanas", ¿lo recordáis? En mi caso es ni que le des agua bendita (mi suegra, que se agarra a lo que puede), ni que le des un mordedor especial que puedas meter en la nevera, ni tampoco funcionan las pomaditas, ni los geles de albaricoque... y Yolanda no me dejó probar la famosa "Quina Santa Catalina", que tanto bien le hacía a nuestras abuelas ya nuestras madres...
Luis es un llorón profesional, y además, lo hace en modo politono, por lo que no hay manera humana de librarse de sus alaridos... Me pongo tapones especiales de natación, con lo incómodos que resultan fuera (y dentro) del agua, pero no hay manera, sigo escuchando la sirena de Luis... Pero lo más divertido es que Yolanda, que duerma "au naturel" (sin tapones), ni siquiera se entera de lo que está pasando hasta que le hago cosquillas en el hombro... No me importa hacer el turno de noche con Luis, ni mucho menos... pero todas las cuidadoras de fieras tienen derecho a unas horas de descanso a la semana, digo yo... Eso sí, a la próxima persona que me hable de las "inmejorables ocasiones que tienes de disfrutar de tu bebé cuando es pequeño", de lo "mucho que vas a añorar esos momentos tan especiales", del "olor maravilloso a bebé recién lavado"... me van a quedar muchas ganas de arrearle un buen soplamocos...
Los niños serían perfectos si te los entregan recién nacidos, y en dos meses alcanzan el desarrollo físico y mental de un niño de dos años... ¡Entonces serían maravillosos! Yolanda, como duerme bien, no tiene esos problemas... Además, se han invertido los vehículos: como tengo la guardería en el Hotel, soy yo quien se encarga de Luis... y Yolanda es la conductora de mi "Harley Davidson" de 1985... porque entra a trabajar un par de horas más tarde...
Con el nuevo proyecto en marcha,, es decir, con las modificaciones que el señor "Hatori Hanzo" ha realizado en el enfoque de la satisfacción del cliente en las instalaciones y en la nueva "Zona Zen" con jardín japonés incluído que estamos terminando en lo que era una de las praderas del viejo palacio, no nos falta trabajo, ni tampoco reuniones algo tardías con todo el equipo, y con los paisajistas y arquitectos que están involucrados, pues se trata de disponer un completo circuito de relax, pero al aire libre, y aislado de las inclemencias del tiempo mediante biombos de lino, cubiertas de plexiglas traslúcidas, y contratando los servicios, bajo pedido, de un equipo de masajistas profesionales, de ambos sexos, y altamente cualificados... la idea es sencilla: si el cliente, después de una ardua reunión de trabajo, quiere agasajar a sus socios con un rato de esparcimiento y relax de calidad, nuestro Hotel puede proporcionarlo, con un precio ajustado... Y si lo avisa con antelación, puede contratar un bono. Es cierto, nosotros no podemos tener un masajista siempre listo, pero puede desempeñar otra función como recepcionista del hotel, y el refuerzo se consigue mediante acuerdos comerciales...
Durante aquellas semanas, hasta que terminamos las excavaciones de una parte de la pradera, y acondicionamos las nuevas instalaciones, pasé mucho tiempo fuera de casa... y muchas horas trabajando con Ayako Wada y Kenzo Ishihazi, un afamado paisajista japonés. Los preparativos no se interrumpieron ni siquiera por la noche, puesto que tampoco se generaba ninguna clase de ruido. El cerramiento de la "Zona Zen" tuvo lugar el martes doce de junio, la inauguración oficial estaba prevista para el viernes quince de junio, pero al atardecer del catorce de junio, nos reunimos los cinco directivos, para disfrutar de las instalaciones... Una vez más, comprobé que las distintas piscinas y jacuzzis estaban en perfectas condiciones, las mamparas de lino en las zonas de masajes proporcionaban la deseada intimidad, y el techo abatible y traslúcido era perfecto, junto con unos discretos anti-mosquitos, para conseguir la calma... que por ora parte tanto necesitaba... Creo que me relajé tanto en el jacuzzi calentito, que me quedé dormido... y fue la directora de marketing, Ayako Wada, quien se encargó de despertarme, con un par de caricias en la mejilla... Ella estaba frente a mí, más hermosa que nunca con su bikini negro (aquél era su color), duante unos segundos tuve ganas de besarla, pero me limité a devolverle la caricia en la mejilla, con el dorso de la mano. Aquella noche, todo parecía más sencillo, por eso, la mejor decisión que pudimos tomar fue salir del agua y caminar juntos hacia las zonas de masaje... Mi masajista era una mujer, atractiva, en la treintena, con experiencia en masaje deportivo (se empleó a fondo con mi contractura en las lumbares), y el de Ayako, según me comentó después, un "chico gay encantador, con manos de oro"...
Terminamos la noche en las duchas, nos vestimos y, con esa familiaridad que otorga el trabajo bien hecho, nos fuimos a cenar juntos, a una pequeña pizzería cerca de la catedral, y no se nos ocurrió nada más normal que cogernos de la mano... No hubo vino, ni siquiera el "Lambrusco" que me apasiona, pues era más de la una de la madrugada, cuando nos despedimos con dos besos en las mejillas y uno en los labios, al dejarla en el portal de su casa... "¿Y ese último beso?", le pregunté... "Por comportarte siempre como un amigo y un compañero..." Es cierto, me habría gustado que durase más aquél beso... pero en casa me esperaban Luis y Yolanda, y eso era lo más importante... Volví caminando al Hotel, recogí el coche, y regresé a mi casa, a mi lugar en el mundo... y conservaba en los labios el sabor del beso de Ayako, que se mezcló con el de Yolanda...
Por cierto, aquella noche dormí como un lirón...
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