domingo, 13 de mayo de 2012

6. Las chicas malas y las tribus

Antes, cuando yo era joven, siempre decíamos que "las chicas buenas van al cielo, y las chicas malas van a todas partes"... en inglés queda mejor “Good girls go to heaven, bad girls go everywhere”… La frase no era nuestra, correspondía a la canción homónima de "Modern Talking", pero reflejaba nuestra actitud hacia las mujeres en general, las hermanas de nuestros amigos, y nuestras compañeras de clase en particular...

 El “Lycée Le Petit Nicolas” era un instituto de carácter laico y endogámico, puesto que en el sistema francés comenzabas por la enseñanza de asignaturas troncales y comunes, y luego optabas entre ciencias, letras o económicas, para lo que tenías que irte al “Liceo Francés”. Eso, y los traslados de los padres a otros lugares (como sucedió en el caso de Laura) era la mejor posibilidad de cambiar de ambiente y de compañeros... Como yo escogí letras modernas, estuve básicamente con el mismo grupo durante doce años... y solo los últimos cinco me dejaron buenos recuerdos... por mi desarrollo físico, y por estar con Claudia… Es una de las pocas personas con quien sigo manteniendo el contacto, después de tanto tiempo… aunque con el “carapocha” también he localizado a las otras dos personas con quienes me apetece chatear, y que me traen muy buenos recuerdos…

Las mujeres son complicadas con la pubertad, con los cambios hormonales, las modificaciones de su cuerpo y de su mente… Los hombres, sobre todo, nos volvemos gilipollas: con el tema de la pubertad, las hormonas se disparan, igual que las supuestas "proezas" sexuales inexistentes, con un poco de suerte das el estirón de forma contundente, y te sientes distinto...

Ojo, eso no quiere decir que las hormonas lo solucionen todo, que dejes de sentirte distinto (esos cambios de voz), y mucho menos con los putos granitos, pero es cierto que compartes más experiencias con los demás compañeros de clase, aunque sea el interés por las chicas malas... Pero... ¿qué era, en aquellos tiempos, una "chica mala"? Supongo que básicamente, era la que se creaba mala fama o vestía de forma distinta a las demás…

Sobre todo, era una chica como Cloé Rueda Lenoir, la típica morena de piel aceitunada, un par de años mayor que nosotros pero de estatura más pequeña, con un gusto muy desarrollado por las mallas ceñidas, los pañuelos tipo fedayín, y que no se cortaba un pelo a la hora de rodearse de los chicos más peligrosos no solo de la clase, sino del instituto...

Tenía un atractivo muy especial, como todo lo prohibido, nuestro interés disminuyó bastante en cuanto se hizo novia de uno de los pandilleros más peligrosos del instituto… Si bien el carácter de ella era tan decidido que lo enderezó, o eso dice la leyenda blanca… Todavía conservo fotos de aquella época, Cloé sonríe, tumbada en el poyete de una ventana en Granada, mientras que todos la mirábamos; y recuerdo su voz cascada por demasiados cigarrillos; y algunas noches de juerga, con un pedo monumental... aunque esto fue unos cuantos años más tarde…

Si Cloé encarnaba lo prohibido, el peligro, el “mal” y hechizaba nuestras noches; el “bien”, el atractivo de la aparente pureza dentro de un cuerpo escultural era patrimonio exclusivo de Malena Rousseau Sylvain, una chica alta, de cuello de garza, bien proporcionada, de increíble sonrisa y pelo rizado… y posiblemente las piernas más largas y bellamente torneadas de toda mi adolescencia. Como todas las bellezas, solía ir con una chica rubia, menos atractiva, pero que era muy importante en los ensayos y en los alzamientos… pero no recuerdo su nombre…

Era una hermosísima patinadora profesional sobre hielo, a quien vi un par de veces entrenando en la Pista del Real Madrid… y por hacerle caso me pegué uno de los mayores batacazos de toda mi vida, puesto que jamás había patinado así, sin importar lo que yo le hubiera contado al entrar en la pista, y agarrado a la barandilla con la misma agilidad que un abuelito del “Imserso”… sin su andador…

Al menos, me tuvo en su regazo, hasta que recuperé el conocimiento… La encarnación de la belleza, con unos labios casi tan hermosos como los de Yolanda, pero no recuerdo que nadie, jamás, presumiera de haberle dado un beso… Solo estuvo con nosotros dos años, pero todavía la recuerdo…

Con el paso del tiempo, se unieron a nuestra clase un par de chicas "heavys", expertas bebedoras de cerveza, y otra que prefería el vodka... Luego, estaban las chicas más convencionales, como  mi querida Claudia Galán García... y las que pasaban desapercibidas al principio, pero que de repente, con la adolescencia, podían cambiar de manera radical… El patito feo a quien nadie hacía caso en semana santa se había convertido en grácil cisne en septiembre…

Y si además, para la “rentrée” se cambiaban de peinado y de ropa… aquellas minifalda-pantalón, que causaron tantos accidentes en las escaleras... los tops escotados con camisas superpuestas… esos perfumes extraños, que se metían en la memoria... Y las tremendas estupideces que eras capaz de hacer por impresionar a una de aquellas diosas...  algo de lo que  se aprovechaban descaradamente, a la hora de escoger los compañeros para los trabajos “de grupo”, donde comencé a estar mucho más solicitado que los típicos chavales guapos y mazas, pero sin cerebro…

En ese aspecto, las cosas no han cambiado mucho; lo de "cría fama y échate a dormir", incluso el "tiran más dos tetas que dos carretas" siguen siendo dos grandes verdades... Los "chicos malos" o con apariencia de duros se llevaban de calle a las chicas malas (y a muchas de las buenas), desaparecían en ciertos recovecos del instituto durante mucho rato, y guardaban el mayor de los secretos sobre "lo que había pasado"... Aquél era uno de los secretos mejor guardados... hasta que se convertía en la comidilla de la clase... y ni siquiera entonces era una información fiable...

Como decían los ingleses, nosotros estábamos enganchados a la moda americana "hooked on classics": desde los pelos cardados e imposibles a lo John Travolta y Olivia Newton, eran nuestros arcanos modelos a imitar… John, hasta las zapatillas "Converse" (americanas, por favor, y conservando el recorte de la caja) y, por supuesto, los pantalones "Levi´s 501"... y la "chupa" negra de cuero en invierno; mientras que en primavera triunfaban las cazadoras vaqueras más o menos desgastadas... Estas pautas en el vestir eran también válidas para las chicas... con la diferencia de que algunas de ellas te quitaban la respiración cuando se desprendían de las cazadoras... sobre todo cuando estaban de moda los jerseys de cuello vuelto un par de tallas más pequeños, y en ocasiones, las camisetas muy ceñidas, pero sin sujetador…

En mi instituto siempre hubo un número elevado de chicos y chicas de color, hijos de diplomáticos y de empresarios extranjeros, atraídos por el sistema de enseñanza francés... y ellos también evolucionaron en su forma de vestir y de comportarse... La primera vez que uno de ellos se puso a bailar "breakdance", en medio de un corro de admiradores, nos quedamos petrificados... En cierta ocasión, montaron una coreografía sobre el vídeo "Thriller" de Michael Jackson, que habría ganado sin duda alguna cualquier concurso de talentos...

Pero otra de las cosas que recuerdo, de los últimos años, eran las peleas a puñetazo limpio en el patio, o las palizas... Cuando escuchábamos aquellas cuatro palabras, que surgían de un grupo apretado de chicos de color, sabías que algo muy malo estaba pasando: "On veut du sang! On veut du sang!", es decir, "¡Queremos sangre!"... Era aterrador, y ni siquiera Javier Aragoneses López, el coloso de mis primeros años de instituto, hubiera podido hacer nada…

Había numerosos grupos, más o menos flexibles: los "rockabillys", los "moddys", los "heavys", los "pijos", los "empollones", los "skaters", los "macarras", los "siniestros", los "punkis", los "bichos raros"... y cada uno de ellos tenía sus zonas de influencia, sus territorios, tanto en las escaleras del edificio (hasta que prohibieron la estancia de los alumnos en el centro durante los recreos, al producirse algunos pequeños hurtos), como en los bancos de hormigón, los distintos accesos al centro y, desde que fuimos autorizados por los padres a salir, los dos extremos de la calle enfrente del instituto… Nos encantaba mirar a los más pequeños, entre rejas, mientras nosotros nos subíamos encima de las motos, o nos apoyábamos en la pared recién encalada (es curioso, jamás hubo pintadas en nuestra zona), eenlazando un cigarrillo tras otro, muchas veces sin ganas, para sentirnos “mayores” e “importantes”... Yo comencé a fumar a los trece años, y no lo dejé hasta los treinta…

Mas nuestro lugar de esparcimiento  favorito era el parque junto al colegio de monjas... Quizás fuera el encanto, el atractivo de lo prohibido, pero en nuestro grupo de melenudos y de malotes, con la “litrona” en la mano a la una y media de la tarde, y fumando muchos cigarrillos y  muchos porros, pero casi todos (y también alguna chica de nuestro grupo) estábamos fascinados por esas diosas adolescentes, con sus camisas blancas, faldas verdes y azules de estilo escocés que se arremangaban a voluntad, calcetines blancos y zapatos negros de charol…

Era el año 1985, todo era mucho más sencillo… Al principio nos miraban con un poco de asco, yo nunca llevé el pelo largo, como mucho un tremendo flequillo que me tapaba casi media cara (ahora, ni me lo planteo), pero las mismas chicas que en septiembre nos ignoraban… en marzo se sentaban con nosotros en los bancos, la “litrona” también “rulaba” para ellas… y aprendían a decir tacos y palabras de amor en francés…

 Supongo que yo fui pasando por varios grupos: “gafapastas”, "empollones" hasta la rebelión de los trece años; una tendencia "heavy" con ciertos aires de "macarra", que acompañaban muy bien a mi evolución física... Pero al final, terminé formando parte del más exclusivo de todos los clubs, solo para dos personas: Claudia y yo...

Había otras muchas modas, el momento de la uniformidad en cuanto a colores, estilos de ropa y tendencias musicales... ¿Recuerdas los vaqueros elásticos "marca paquete", o las veces en que cogías un par de pantalones recién comprado, y lo sumergías durante varias noches en un cubo de agua con lejía, para que no parecieran "nuevos"? ¿Y el viejo truco de comprarte un vaquero un poco estrecho, y meterte con él en la bañera, pasando allí la tarde y también la noche, para ceñirlo todavía más? ¿Y cuando combinabas varias prendas superiores, por ejemplo camiseta "heavy", camisa de leñador abierta y chaleco de cuero negro o marrón... en pleno mes de enero? ¿O todas las veces en las que te daban una mala noticia, sin importar la que fuera, y te callabas, por eso de "los hombres duros no lloran", mientras que le echabas la culpa al humo?

Basta con ver vídeos de "Alaska y Dinarama", "Loquillo", "Mecano", "Hombres G", "Los Inhumanos", “Duncan Dhu”, “Antonio Flores”, “Gabinete Galigari” y otros muchos... para recordar aquellos tiempos… aquellas modas… la dichosa “movida” de la que todo el mundo hablaba, pero seguíamos haciendo las mismas tonterías… Todos conocíamos algunas canciones, y las berreábamos a pleno pulmón en ciertos garitos de Malasaña, pero las dos más famosas eran “A quién le importa” de “Alaska” (todo un símbolo de rebeldía), “Qué difícil es hacer el amor en un Simca mil” de “Los Inhumanos” (que si la cantan una veintena de presuntos heavys greñudos puede sonar un poco extraña)… y, en momentos nostálgicos y un poco beodos… “Temblando” de “Hombres G” (pero solo al terminar la noche)…

En los últimos años de instituto, se produce una curiosa inversión de roles y edades: del mismo modo que antes nos gustaban las chicas un poco más maduras y sobre todo más desarrolladas que nosotros (y muchas de nuestras profesoras)... luego comprobamos que nos sentimos atraídos por las hermanas pequeñas de nuestros amigos y compañeros de clase... No éramos unos sátiros o unos corruptores de menores, pues éramos más bocazas que otra cosa... Extraña sensación, de todas formas... sobre todo porque es el momento perfecto, durante el cual las chicas empiezan a interesarse por los chicos mayores... y se trata de negociar los límites… aunque nunca olvidas que es la hermana pequeña de tu amigo, y en todo caso, debes pedirle permiso para acercarte a ella…

Unos cuantos chavales hablaron conmigo, antes de que mi hermana María se fuera a estudiar al “Lycée Français”, pero yo confiaba de sobra en su criterio: siempre ha tenido un buen tipo (aunque esté mal decirlo), unos ojos increíbles y las piernas de una modelo, y una melena leonina… Yo estaba tranquilo, porque le había enseñado algunas llaves de Judo y Jiu Jitsu, y ella tenía muy claras sus prioridades… Años después, empezando la Universidad, alguna mañana de domingo nos encontramos en la puerta de la casa de mis padres, mientras que un misterioso motorista se alejaba calle abajo…

Y surgen romances, con diferencias de edad de hasta cinco años, o más... Aprendes a convivir con personas de otras clases sociales, con intereses muy distintos de los tuyos, y con otros miedos... Cuando te das cuenta, ha terminado otra etapa de tu vida, te enfrentas a la selectividad (española y francesa en nuestro caso), y sales por fin de aquél lugar extraño, donde solo los últimos años has sido feliz... del que solo recuerdas con cariño el silencio de la Biblioteca, el peldaño más elevado de la escalera, cerca de la puerta de la azotea, y el segundo banco de hormigón empezando por la derecha… Un par de veces Claudia y yo hemos comido de nuevo en el “Nait”, y visto alguna película en “La Vaguada”, pero ya no era lo mismo… o quizás éramos nosotros, quienes no compartíamos los mismos sueños…

Las chicas malas siguen yendo a todas partes, es cierto... Sigo pensando que mi vida habría resultado mucho más sencilla si ella me hubiera amado, pero eso es algo que no estaba en manos de ninguno de nosotros… Y su contribución más importante es haberme presentado a su prima Esther… puesto que a través de ella conocí a Yolanda… Pero no adelantemos “pequeños detalles sin importancia” en la historia…

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