domingo, 21 de octubre de 2012

104. Realidades y certezas.

Supongo que a casi todas las madres les pasa lo mismo, sobre todo cuando se quedan viudas, pero la mía jamás ha aceptado que yo no ejerciera de periodista, incluso le parecía una deshonra la primera vez que puse en la cuenta corriente del banco “Profesión: recepcionista de hotel”… eso sí, la cosa cambió cuando ascendí a Director de Comunicación… Porque era una cuestión de categoría social. Y, en el fondo, no me ha perdonado que no ejerciera en la profesión para la que había destinado tanto esfuerzo, es decir, la misma que aparecía en mi orla de la facultad de ciencias de la información, o en los dos tomos de mi tesis…
            Muchas veces, durante estos años, he intentado convencerla de que no es oro todo lo que reluce, que en estos años, ni siquiera un doctorado te abre todas las puertas de la docencia… partiendo, por supuesto, de la base de que a mí no me gusta dar clases, ni en institutos (ámbito del que me he mantenido alejado) ni en una facultad… ¿Qué objetivo ha tenido para mí la tesis? Supongo que en el fondo, el de añadir una línea más a mi currículum: “Doctor en ciencias de la información por la Universidad Complutense de Madrid”, saber que me he gastado varios cientos de miles de las antiguas pesetas en los quince ejemplares recomendados por la facultad, más otra pequeña cantidad para registrarlos mediante ISBN y asegurarme de que al menos un juego de mi brillante tesis se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional… Cuestión de prestigio y de espacio, me temo, porque ni siquiera el brillante director de mi tesis habrá mantenido en las estanterías de su despacho los dos tomos brillantemente encuadernados de mi tesis doctoral.
            Incluso a mí me ha parecido mentira tenerlos a mano durante tantos años: ahora, los tengo en mi despacho del “Hotel Imperial”, igual que el bonito titulito, quien sabe si para recordar que he conseguido en la vida algo que mi padre nunca logró, porque él jamás terminó la tesis… Cuestión de orgullo, también, supongo…
            De todas formas, ahora mismo, el único título al que aspiro optar todos los días es el de “Orgulloso marido de Yolanda García Montes”, sin olvidarnos de “Orgulloso padre de Luis y Claudia”, o incluso el de “Orgullosa mascota consentida de Atos y de Porthos”… pero también “Orgulloso amigo y colega de Kenji Watanabe”… Creo firmemente que los únicos títulos importantes en esta vida son los que nos dicen hasta dónde hemos llegado, porque recordamos perfectamente lo que nos ha costado conseguirlos… y los de “padre” y “marido” son para mí los más duros de mantener vigentes, porque la reválida es cada día de tu vida… y son tus actos los que determinan si eres lo bastante bueno para merecerlos…
            Mis realidades y certezas son por lo tanto muy sencillas: que nadie me ha regalado nada de lo que he conseguido en esta vida hasta el momento presente… y que no tengo, en el fondo, nada más que el presente… Intento no pensar demasiado en el futuro, porque lo estoy construyendo desde el minuto que vivo ahora mismo… y de mí depende el no desperdiciarlo… Del pasado procuro extraer las lecciones que me pueden resultar de utilidad, y no conservar ni enemigos, ni malos pensamientos, ni sobre todo culpabilidades…
Vale, es cierto que con respecto a algunas personas, me siento incómodo, sobre todo de las que emergen periódicamente de mi pasado, para recordarme malos momentos…. Y que también me emociono cada vez que me conecto a las redes sociales, y recibo un mensaje de Claudia, mi primer gran amor; o que no siento una corriente de energía pura recorrer mis manos y mi corazón cuando rozo sus manos y la beso en las mejillas, porque ella encarna lo mejor de mi adolescencia…
Añoro mucho a mi padre, y a mi abuelo, porque entre los dos formaron para mí una especie de dios Jano, la entidad de dos caras, y dos personalidades, en la cual mi abuelo encarnaba al bien en estado puro… mientras que las relaciones con mi padre nunca fueron “sencillas”… pero entre los dos encarnaron una figura paterna difícil de olvidar… Ahora, que a mi vez soy padre de dos fierecillas, una de ellas ya ha empezado a ir al instituto, y la otra todavía sigue en el cole, me cuesta mucho encontrar el equilibrio entre los dos extremos, para intentar ser un buen padre… Mas, al tener a Yolanda a mi lado, y por supuesto a Julián y a Catalina, es más sencillo, al jugar a “poli bueno-poli malo”, el mantenerme un poco a distancia…
Las relaciones con mi madre y con mi hermana han mejorado bastante al espaciarse los tiempos de convivencia (básicamente, navidades, semana santa y el verano)… Siempre dicen que es mejor juntos pero no revueltos, y quizás tengan razón…
Ahora me planteo cuales pueden ser mis nuevos retos, mis nuevas metas, pues en 2012, creo haber llegado todo lo lejos que puedo llegar, si no contamos un mayor dominio del japonés y del kendo… Me encanta mi trabajo, pero gracias a la política del “a las cinco, todos en casa”, que procuramos aplicar religiosamente al menos los jueves y los viernes, tengo algo de tiempo libre, y me gusta dedicárselo a la familia, los amigos, alguno de mis hobbys como hacer maquetas, escribir y publicar mis textos en los blogs, leer, pasear por la orilla con mis hijos y mis perros, y sobre todo, estar con mi mujer… Y sigo colaborando activamente con Beatrice Golden y su equipo, en el programa de los viernes y los sábados por la noche, "Historias a Media Voz"... Porque añoro los programas de radio, la magia de las ondas, de presentar aunque sea una radiofórmula, recuperar las ilusiones perdidas, y sentirme realizado…
Sueños no me faltan, y tampoco certezas…. Como por ejemplo, la de que se están terminando las cosas que me apetece compartir conmigo mismo, los recuerdos  y los planes para el futuro…

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