Los años pasan de igual modo para todo el mundo, y Yolanda y yo no íbamos a ser una excepción… Con tantos cambios en nuestras vidas (laborales, familiares, personales…), pero con los mismos sentimientos… El caso es que se aproximaba nuestro décimo aniversario de boda, y se me ocurrió que sería interesante celebrarlo en familia… Al menos la primera parte…
No, aquí no se trataba de realizar una ceremonia religiosa, sobre todo porque nuestras creencias son bastante eclécticas, pero sí que me apetecía compartir aquél momento con aquellas personas que formaban parte de nuestras vidas… Y por eso invité a mi madre, a mi hermana y a su marido Alfonso, a mis suegros y a Borja y David, con sus novias, a comer con nosotros en el “Hotel Imperial” de Málaga el fin de semana anterior… Lo de menos era la fecha exacta, lo único importante era compartirla con los seres queridos… La comida fue espectacular, como todas las que se disfrutan en el Hotel gracias a las buenas artes de nuestros chefs… El ambiente era agradable, la conversación interesante… Es cierto, no pudimos evitar recordar a los ausentes, sobre todo a mi padre y a mi abuelo, aunque las trastadas de Luis y de Claudia (quienes a pesar de todo se comportaron bastante bien) contribuyeron a alegrar un poco el ambiente… No se trataba de estar tristes, sino de celebrar que la vida continuaba, y que Yolanda y yo nos seguíamos queriendo como el primer día…
Nadie dio ningún discurso: solo hubo unas palabras de mi madre, para desearnos lo mejor en nuestro décimo aniversario; una breve intervención de mi hermana y de su marido… y quienes nos dieron la gran sorpresa fueron Borja y David al anunciar que por fin se habían decidido a sentar cabeza, casándose con sus novias en el pabellón del Unicaja, el equipo de baloncesto en el que habían jugado durante varios años…
Al terminar la comida, nos subimos todos a un minibús, que nos llevó a todos a la playa de la Malagueta, donde repetimos los votos y nos juramos de nuevo amor y fidelidad… Aunque no fuera realmente necesario, porque el amor entre nosotros era igual de fuerte, o quizás más que el día de nuestra boda, nos apetecía compartir el momento con la familia… Fue de todas formas un momento entrañable, casi mágico, porque estábamos todos allí para recordarlo…
Y llegó el diecinueve de septiembre de 2008, la auténtica fecha de nuestro décimo aniversario… Aquél día lo había pedido libre en el Hotel; la víspera Julián y Catalina habían venido a casa a recoger a nuestros hijos, por lo que tuvimos uno de esos despertares de paz y lujuria que tanto nos gustaban… Yo me levanté bastante pronto, para preparar el desayuno (café con leche, zumo de naranja, tostadas con mantequilla y mermelada… y una rosa azul de tallo largo y sin espinas), y se lo llevé a Yolanda a la cama… “Como hagas esto muchas veces, Ismael, igual llego a acostumbrarme…”
Luego, hicimos el amor lentamente, con ternura, y nos dimos una larga ducha de agua caliente, y nos fuimos a pasear por la playa… Estando acostumbrados a estar siempre rodeados de gente en nuestros respectivos trabajos y a estar separados durante el día, incluso el no tener que ocuparnos de nuestros galgos nos pareció mentira (se habían quedado en casa de Borja)… Nos bañamos tranquilamente, nadamos un poco, y luego volvimos a las toallas, dejándonos secar por los rayos de sol… A Yolanda le quedaba muy bien su bikini blanco, en contraste con su piel morena y su negra melena… y no pude evitar el pasar suavemente mi lengua por su ombligo, para fundirnos después en un largo y prolongado beso…
Volvimos a casa para comer, después de una placentera ducha en pareja… Comimos un poco de sushi, que Kenji Watanabe nos había mandado, junto con un ramo de rosas y una tarjeta desde el Hotel; y luego nos pusimos a ver, por enésima vez, la película “Estallido”, que para nosotros no deja de ser una de las más románticas de todos los tiempos, porque fue la primera que vimos juntos… Fue una tarde muy agradable…
Pero yo tenía pensado un final distinto… Le dije a Yolanda que se pusiera uno de sus vestidos ibicencos que tanto le gustaban, cogimos mi “Harley” y nos fuimos hasta el puerto de Marbella, donde había alquilado un velero para tener una cena romántica de aniversario… Era un barco hermoso, una goleta de las que habitualmente se alquila para los paseos de los turistas, pero teniendo en cuenta nuestra pasión por el mar, no se me ocurría nada más romántico que un paseo, para disfrutar del atardecer… Estábamos solos, con el capitán y dos camareros…Nos sirvieron la cena en cubierta, una selección de platos fríos, sobre una mesa con mantel blanco, adornada con rosas rojas, velas, un par de botellas de “Moët Chandon”, y escuchando algunas de nuestras canciones favoritas…
El ambiente era mágico, navegando juntos hacia la puesta de sol, sintiendo que el mundo nos pertenecía solamente a nosotros dos… Aunque a veces el destino puede jugarte una mala pasada: en mitad de nuestra singladura, el capitán recibió una llamada de socorro: había otra embarcación en apuros, que estaba lanzando bengalas para pedir auxilio…
Nuestro barco fue el primero en llegar… se trataba de un pesquero, que tenía una importante vía de agua que le impedía regresar al puerto… Al final, pudimos recoger a los siete tripulantes, y emprendimos el retorno… Vale, no fue el final romántico con el que yo soñaba, pero el buen humor del capitán era contagioso, repartimos con los marineros un par de botellas de cava, estos se empeñaron en cantar para nosotros un par de canciones de amor (resulta que formaban parte de una coral de aficionados llamada “Gruñidos salvajes”), y volvimos al Puerto…
Cuando regresamos a casa, ya estaban allí nuestros hijos, acompañados por Julián y Catalina, y pasamos un rato muy agradable con ellos… Y ya de madrugada, antes de acostarnos, le di a Yolanda su regalo: un colgante con una rosa de ámbar tallada… Y ella me dio el mío: un reloj que me había gustado un par de semanas atrás, cuando fuimos de compras al centro comercial… Es cierto, los regalos sobraban, pues lo importante era que habíamos podido celebrar juntos el día de nuestro aniversario, hacer el amor, y recordar el paso del tiempo… Y que seguíamos juntos… Así terminó el día de nuestro décimo aniversario de boda… con rescate marítimo y coral incluida…
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