El amor no es sencillo, y menos si como en nuestro caso al principio interviene la distancia… yo en Madrid, terminando la tesis; y ella en Málaga… Pero nos ha ido fortaleciendo… Porque el amor de verdad no entiende de distancias… Como en el caso de Marco González Díaz, otro de mis más antiguos amigos, y de María Pérez Hidalgo…
Se conocieron de la manera más casual, a través del “facebook”, se hicieron amigos, intercambiaban mensajes, canciones, publicaban comentarios en los muros del otro… Más o menos como en el caso de este tipo de amistades separadas por la distancia: él vivía en Madrid, y ella en Barcelona… Y fueron pasando los meses… y la amistad prosperaba, con algunas interrupciones por las vacaciones… Y al principio nada parecía indicar que entre los dos pudiera surgir algo más…
Pero surgió, sin saber muy bien por qué, Marco empezó a notar pequeños cambios de humor, a tener días vacíos cuando no sabía nada de ella… Es cierto que él se había divorciado hace menos de un año de su mujer, en parte por culpa de una infidelidad, en parte porque su amor se había extinguido por falta de riego, o porque había desaparecido el deseo y la complicidad de los primeros años del noviazgo o del matrimonio…
Lo último que le apetecía a Marco, a sus cuarenta años, era el volver a enamorarse; y menos aún de alguien a quien, reconozcámoslo, todavía no conocía en persona… Pero se fue enamorando de ella, de su forma de ser, de su sentido del humor (tan especial), del sonido de su voz en la distancia, de las fotos que subía en el muro…
Un buen día, sin saber muy bien porqué, se decidió a llamarla por teléfono, para al menos conocer el sonido de su voz… Y le gustó, quizás por esa manera de pronunciar su nombre (aunque a ella le gustaba llamarle “Marc”), o por la manera en que le hacía sentir… Y pasaron los meses… y siguieron hablando por teléfono, primero de vez en cuando, luego cada poco tiempo, luego todos los días… Como María tenía contratada una tarifa de llamadas ilimitadas, Marco pidió una similar a su operador, sabiendo de sobra que era solamente la voz de ella la que quería escuchar…
Y Marco, “Marc” para ella, se dio cuenta una buena mañana de que la vida real no tenía ya demasiado sentido si no escuchaba su voz cada día… Pues aquél era sin duda el mejor momento de la jornada… Y cuando se quiso dar cuenta, estaba enamorado de ella “hasta las trancas”… sin haber hablado con ella nunca en persona… Y mucho menos sin haberla visto en persona una sola vez…
Fue una tarde del mes de mayo, durante una de sus conversaciones, cuando ella le preguntó: “¿Por qué nunca me dices que me quieres?”… Y él le respondió, guardando un pequeño silencio: “Porque te quiero… de verdad…” Y ella permaneció en silencio… antes de cambiar de tema… Pero él volvió al ataque… y le confesó lo que sentía: “Querida María, no sé muy bien cómo ni por qué ha sucedido, pero me he ido enamorando de ti durante estos últimos meses… Es cierto, soy consciente de que apenas si nos conocemos, de que para ti igual no soy más que una voz que te escucha al otro lado del teléfono… pero no puedo evitar sentir lo que siento…” Ella se quedó una vez más en silencio, quizás tratando de asimilar lo que Marco le estaba diciendo…
No es nada sencillo el enamorarse a los cuarenta, y menos aún cuando los dos se han divorciado hace poco tiempo, y si a eso le añadimos la distancia… Pero el caso es que siguieron hablándose cada día, para Marco era lo más importante escuchar de nuevo su voz… y quiero pensar que también le pasaba lo mismo a María…
Sentimientos, siempre tan complejos… María, en muchos sentidos, no estaba preparada para enamorarse de nuevo, y afirmaba no creer ya en el amor… Pero en cierta medida, lo que temía era el mismo hecho de enamorarse… Y Marc, que notaba como su amor por ella crecía cada día, aceptó jugar con sus reglas: intentó, con todas sus fuerzas, convertir este amor en amistad… Fueron pasando los meses, el destino parecía jugar en su contra: María intentó en tres ocasiones venir a Madrid, para conocerse en persona; Marco lo intentó en otras dos, pero siempre salía un problema de última hora…
Fue el mes de noviembre de 2006, cuando por fin los hados se pusieron de acuerdo, y María, aprovechando el puente de Todos los Santos, reservó un vuelo a Madrid, y una habitación de hotel, porque temía que las cosas, en persona, no fueran como Marco soñaba… Tenía miedo: de no gustarle, de que él no le gustara a ella, de tener demasiadas cosas en contra (una de ellas, sus trabajos, muy absorbentes: ella trabajaba en un prestigioso bufete de abogados de Barcelona, y él era periodista de “Onda Madrid”)… Como otros muchos madrileños, quedaron a las seis de la tarde, junto a la estatua del Oso y el Madroño… Los dos llegaron con tiempo de sobra a la cita…
Allí estaba él, vestido con un traje de raya diplomática, camisa rosa y corbata roja con flores de lis; y allí estaba María, con un traje de chaqueta con falda de color gris y una blusa roja… Los dos deseosos de causar la mejor impresión posible; ambos con miedo a las primeras palabras… Y ambos sabiendo que todo se decidiría posiblemente con el primer beso…
Y así sucedió… porque fue uno de esos besos de amor verdadero, que se ven solamente en las películas… Lleno en parte de timidez, con cierto miedo por si no resultaba como ambos habían soñado… Pasaron la tarde juntos, haciendo algo de turismo, recorriendo de la mano la Calle Mayor… Merendando un chocolate con churros… Viendo atardecer junto al Palacio Real… Y amanecer desde la habitación de María… Aunque al día siguiente decidieron dejar la habitación del hotel y mudarse a la casa de Marco… Allí pasaron el resto del fin de semana, hablando y haciendo el amor como si llevaran juntos toda la vida… pero al mismo tiempo, con la sensación de que todas sus vivencias anteriores no eran otra cosa que una especie de ensayo general para la historia de amor que estaban viviendo durante aquellos largos y cálidos días…
En aquella primera visita, María no conoció gran cosa de Madrid… Pero tiempo tuvieron en los meses siguientes de conocer un poco más aquella ciudad… Otras veces, fue Marco quien viajó a Barcelona, quedándose directamente en casa de María, porque la última frontera entre ellos ya había sido superada… Y siguieron hablando cada día, haciendo planes de futuro…
Marco y María siguen juntos desde entonces: Marco alquiló su casa de Madrid con una inmobiliaria de confianza (esas de alquiler protegido) y buscó un trabajo de periodista en Barcelona (afortunadamente había estudiado catalán desde pequeño)… Y lo consiguió en pocos meses, aunque mientras tanto estuvo trabajando en varias cosas… Lo único importante era estar con ella… Alquilaron un piso cerca de Las Ramblas…
Y siguen felices desde entonces… Se casaron por lo civil en 2009… Yolanda y yo asistimos a la boda… En 2011 consiguieron la adopción de una niña china… Y son asquerosamente felices…
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