domingo, 21 de octubre de 2012

84. ¡¡ Que le corten la coleta!!

Y llegaron y pasaron las navidades del año 2004... Las fiestas organizadas en los hoteles de Málaga y de Marbella fueron un rotundo éxito…. Y una vez más, dejamos a los niños con Julián y Catalina en fin de año, y nos fuimos a comenzar el mes de enero en un balneario, para desconectar un poco de nuestros trabajos, de los críos (Luis era un auténtico torbellino de cinco años, y la pequeña Claudia tampoco le iba a la zaga) y del propio estrés…
  Nosotros éramos muy felices, y con los dos niños, nuestra pequeña familia estaba ya completa… Por eso, y porque me parecía injusto que Yolanda siguiera con la píldora, decidimos que había llegado el momento de tomar alguna medida algo más drástica, cortante incluso, para evitar un nuevo embarazo…
 Y la verdad, nunca nos gustó demasiado utilizar preservativos… Por eso, y tras mucho hablarlo y consultarlo con la almohada, decidimos que la mejor alternativa era que yo me hiciera la vasectomía… Conste que la decisión fue mía, y que en ningún momento me sentí presionado por Yolanda… pero también lo es que la operación me despertaba cierta inquietud…
Por eso decidimos consultarlo con un especialista, el doctor López Botero, de la clínica “Nuestra Señora Del Rosario”… Debo confesar que la intervención me daba bastante grima, sobre todo porque soy exageradamente tímido en lo que se refiere a mostrarle mis partes a extraños… Pero lo que más desconfianza me inspiraba era el ponerme en manos de un extraño, y someterme a un reconocimiento médico… Tampoco me entusiasmaba la idea de que la operación fuera irreversible… Pero al mismo tiempo era plenamente consciente de que era la mejor solución para nuestro pequeño problema…
Desde el primer momento, me gustó el doctor López Botero, quizás porque su apretón de manos era firme y enérgico, su mirada franca, o su aspecto levemente bohemio (incluso a pesar de recibirnos con su bata blanca, debajo llevaba un jersey de cuello vuelto negro y unos vaqueros desteñidos). Rondaría la cincuentena, pero a pesar de todo, su estado físico era envidiable… Y su voz, que sería perfecta para un programa de radio (años después le invité a participar en el mío), era clara, precisa y modulada…
La primera consulta, la pasamos hablando de las ventajas de la vasectomía frente a otros medios anticonceptivos al uso de aplicación en parejas estables, y de por qué se acomodaba perfectamente a nuestras necesidades. También nos explicó de forma detallada el procedimiento, que sorprendía por su sencillez y relativa comodidad para el paciente… Pero sobre todo, sirvió para quitarme buena parte del miedo, sobre todo en lo referente a la capacidad posterior de mantener relaciones sexuales… que era uno de los temas que más me preocupaban…
Incluso nos mostró con detalle en qué consistía el procedimiento, mediante un dibujo a gran escala… Me gustó su forma de explicarlo, la verdad, como si no pasase nada, o como si fuera la operación más corriente del mundo… y sin dudarlo, para él lo era, puesto que realizaba varias intervenciones del mismo tipo casi cada día (menos los fines de semana)… “No se preocupe usted, Ismael… No hay ningún riesgo… La intervención, como verá es sencillísima, no requiere una cirugía complicada, no hace falta estar internado, y se usa una anestesia local. Yo mismo me encargaré de realizarla… Y lo más importante, por lo menos eso me han dicho los demás pacientes: no debe usted preocuparse por los efectos secundarios, porque no los tiene. Ni usted se acordará de ella, y no implica ninguna diferencia al hacer el amor con su esposa, ni una disminución del deseo… El único inconveniente es que debe realizar una cuarentena después del procedimiento quirúrgico… y por precaución los dos primeros meses les  aconsejo que sigan utilizando la píldora o el preservativo… aunque después, podrán practicar y disfrutar de una vida sexual plena y sana…”
Al final, salí de la consulta plenamente convencido de haber tomado la decisión adecuada… Y quedamos en vernos el tres de marzo de 2005 para la cirugía…
La noche anterior, por si las moscas y teniendo en cuenta la cuarentena posterior, Yolanda y yo la pasamos en una de las “junior suites” del Hotel… Los niños se quedaron una vez más con mis suegros… Y debo confesar que en muchos sentidos fue memorable… Sobre todo porque nos entregamos a ciertos juegos sexuales, que implicaban chocolate negro fundido y una botella de “Moët Chandon”…
Acudimos a la clínica a las diez de la mañana… A pesar de los nervios iniciales, realizamos los procedimientos de inscripción si el menor problema, y a las once de la mañana ya estaba en quirófano… Para alguien tan tímido como yo, resultó un pequeño problema el comprobar que el doctor López Botero iba a estar asistido por una hermosa enfermera (solo recuerdo sus ojos brillando detrás de la máscara)…
 Me inyectaron la anestesia local, luego me rasuraron completamente las ingles… y en poco más de media hora ya estaba fuera… ¿Miedo… quién dijo miedo?
Bueno, es cierto, algo de miedo sí que pasé, sobre todo al pensar que tendría objetos punzantes y cortantes por mis partes pudendas… Pero creo que si todos los varones con la misma decisión de no tener más hijos hubieran sido tan bien asesorados como nosotros, le tendrían menos miedo a la vasectomía…
Para qué engañaros… Lo que llevé peor fue la dichosa cuarentena, porque era evidente que mi deseo por Yolanda no había disminuido lo más mínimo… Y que ella también disfrutaba provocándome conscientemente, al ponerse algunos de los saltos de cama y de los camisones cortos más provocativos y sugerentes que le había ido regalando el año pasado…
Eso sí… cuando terminó la cuarentena, los niños se pasaron un fin de semana completo con los abuelos… y nosotros recuperamos el tiempo perdido…

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