domingo, 21 de octubre de 2012

98. Contradanza…

A veces, encuentro más sencillo expresarme con poemas que en prosa… Será porque el verso tiene una magia especial… La otra noche estaba escribiendo en mi despacho de la planta baja… y pensando en  Yolanda, que estaba jugando con Luis y con Claudia en el jardín… y nació este poema… Ahora tal vez me da un poco de vergüenza incluirlo en este libro… pero no deja de ser una manera de expresar mis sentimientos… hacia ella… y de eso se trata finalmente, de ser fiel a mí mismo… Por eso lo incluyo, como testimonio de un amor que sigue más vivo incluso que el primer día… Su nombre es “Contradanza”…
“Al recordar tu cuerpo, siempre sueño
con chocolate negro, tibio y fundido...
con mermelada de melocotón, líquida...
con un chorrito de Malibú con piña colada...
con una copita de Moët Chandon, helado...

Pues me encanta recorrerlo, muy despacio,
con la lengua, con los dedos, trazando
arabescos sobre la piel de tu espalda,
o escalar muy despacio el valle
entre tus pechos de ninfa descarada...

Quisiera poder seguir bajando por tu ombligo,
para llegar a tus ingles, bien depiladas,
y hacerte gozar con lengua, dientes, labios...
y recorrerte entera, y luego perderme
entre tus gemidos, y saborear, despacio,
el fruto de mis desvelos, labio a labio...

Quisiera hacerte enloquecer de deseo,
acariciarte, saborearte, piel contra piel,
y al final, penetrarte suavemente, poco a poco,
dosificando nuestro placer, lentamente,
para fundirnos en la mágica danza...
y alcanzar juntos el éxtasis, la plenitud,
de un orgasmo simultaneo y compartido,
y sentir contigo el cielo entre las manos,
antes de volver a amarnos, de nuevo...

Quisiera que fueras mi amazona, viciosa,
mi ama dominante y dominada, implacable,
que con tus caricias y con tus labios,
me llevaras hasta el límite de la locura,
que te apoderaras de mi cuerpo y de mi alma,
que de todas formas son tuyos, princesa...
desde la primera vez que nos besamos,
o quizás mucho antes, cuando emprendimos,
juntos, un camino que borra la distancia...

Quisiera entre tus brazos, con tus caderas,
que me hicieras el amor lentamente,
para acelerar el ritmo como experta amazona,
que me llevaras otra vez al límite del orgasmo,
y luego volvieras a ralentizarlo, dominándome,
dejándome descansar, mientras yo te miro,
y deslizo los ojos y las manos por tu cuerpo,
como dos mitades de un mismo ser,
que al hacer el amor una vez más,
misteriosamente, se han completado...
hasta fundirnos de nuevo en un aterrador,
eterno, ingrávido, electrizante, orgasmo...”

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