Como no podía ser de otra manera, la boda de mi hermana María con su eterno novio, Alfonso Coronel Blanco, fue de lo más original. Ni siquiera faltaron convidados fantasmales… Pero mejor empezamos por el principio…
Mi hermana siempre ha sido una mujer de ideas claras… y que no se ha cortado lo más mínimo a la hora de imponerlas, bien fuera mediante sus dotes de persuasión… o recurriendo si era preciso al chantaje emocional… Cuando por fin se decidieron a casarse, Alfonso y ella llevaban ya varios años conviviendo en un pisito alquilado en el centro de Madrid, bastante bien comunicado y con plaza de garaje… Aunque en verano ambos seguían yéndose a participar en diversas excavaciones arqueológicas, casi todas ellas en el Valle de los Reyes… y durante aquellas escapadas, era mi madre quien tenía que hacerse cargo de “Leo”, su gatita consentida. Y no sé cómo lo hacía, pero en vez de perder peso, María siempre se las arreglaba para engordar un par de kilos… mientras que el pobre Alfonso, era rara la campaña en la que no perdía tres o cuatro, pues su estómago era bastante reacio a asimilar la comida egipcia… Egipto era, y sigue siendo, su gran pasión compartida: no olvidemos que se conocieron en el año 2002, durante los preparativos de una exposición en Madrid sobre los tesoros recientemente recuperados en el Valle de los Reyes. Aunque Alfonso se dedicaba sobre todo a la fotografía de moda (por sus objetivos pasaron algunas de las modelas más cotizadas de la Pasarela Cibeles), siempre tuvo ese extraño interés por las civilizaciones pasadas, y no supo resistirse a la oferta de colaborar en la realización del catálogo de la muestra… ¿Y quién estaba allí, como encargada de supervisar que las piezas arqueológicas estuvieran correctamente dispuestas y de verificar que en todo momento se preservaba su integridad, actuando como enlace del gobierno egipcio?
Lo habéis adivinado: mi hermana María... Aunque no se puede decir que empezaran con buen pié… De hecho, la culpa de que empezaran a hablar la tuvo un pectoral de la decimoséptima dinastía, que Alfonso se empeñaba en colocar sobre un torso de maniquí de color blanco, mientras que mi hermana se empeñaba en que fuera de color negro, para realzar los colores de los esmaltes… Al final, ganó María… Estuvieron colaborando estrechamente durante toda la realización del catálogo, y como dicen que el roce hace el cariño, al terminar las maratonianas sesiones fotográficas, fue mi hermana quien le invitó a cenar, “para seguir hablando de la exposición”… Sí, mi hermana María siempre ha tenido las ideas muy claras… Cuatro semanas más tarde, coincidiendo con la inauguración del evento, ya era oficial: estaban saliendo juntos… Dos meses después, y cuando su relación ya era un secreto a voces, Alfonso se la presentó a sus padres el día antes de que se fueran a vivir juntos al piso de alquiler que mi hermana tenía en la calle de San Bernardo (muy cerca del Palacio de Parcent, una de las sedes del Ministerio de Justicia).
La comida en casa de los padres de Alfonso fue memorable, y mi madre no pudo evitar alguna que otra lágrima de felicidad… sobre todo porque esta vez parecía que sí iba a ser la definitiva. No es que mi hermana haya sido promiscua, pero Alfonso Coronel Blanco no dejaba de ser el tercer “novio” que Carmen, mi madre, conocía, pero ninguno de ellos le había durado más de unos pocos meses. Y estaba deseando que sentara la cabeza.
Y fueron pasando los meses… y estos se convirtieron en años… y seguían viviendo en el piso de mi hermana. Ella salía todas las mañanas a correr, para mantenerse en forma, en algunas ocasiones la acompañaba Alfonso, pero no siempre, ya que no dejaban de ser carreras de cinco o más kilómetros… Luego, tras una ducha reparadora y un buen desayuno, ella se iba a su trabajo en la Universidad Complutense, donde daba clases en el departamento de Historia Antigua; y Alfonso comenzaba su jornada como fotógrafo de moda… Algunos días trabajaba en el estudio de la calle Fuencarral, un espacioso “loft”; aunque también se desplazaba a menudo a otros estudios de Madrid. No era extraño que en ocasiones tuviera que viajar a otros lugares de España o del extranjero, sobre todo cuando se preparaba la temporada de moda baño de “El Corte Inglés” o los nuevos catálogos de lencería de las grandes marcas… ¿Ah, que no os había dicho que se encargaba sobre todo de realizar fotos de lencería? Como él siempre dice, “delante de mis objetivos han pasado algunas de las mujeres más hermosas del planeta, desde Laetitia Casta hasta Adriana Lima… pero mis mejores fotos las hago en la intimidad…” Creo que mi hermana se ponía bastante celosa, por no poder acompañarle en sus viajes, sabiéndole rodeado de mujeres hermosas ligeras de ropa… pero a pesar de todo, su relación seguía adelante…
El tiempo seguía pasando… y ellos seguían siendo felices… hasta que surgió el tema de la maternidad: Alfonso siempre quiso tener hijos, pero mi hermana María no estaba demasiado por la labor… Pero una noche de invierno del año 2004, ella le dio la gran sorpresa…
“Sabes, Alfonso, creo que ha llegado el momento de tomarnos las cosas en serio… ¿Quieres casarte conmigo?”
“¿Y me lo preguntas así, de sopetón? ¿Acaso no estamos bien juntos? Te recuerdo que eras tú quien se mostraba bastante reacia a formar una familia, incluso a oficializar nuestra situación…”
“Es cierto, pero lo he consultado con la almohada, y creo que ha llegado el momento de tomarnos las cosas más en serio… ¿Te parece bien el siete de septiembre del año que viene? Es que siempre he sido fan de “Mecano”, y no se me ocurre una fecha mejor…”
Y fue entonces cuando se decidieron a contraer matrimonio… a ser posible por la iglesia, porque mi madre, Carmen, es una mujer bastante tradicional en ciertos aspectos… El problema era que Alfonso no había hecho la primera comunión, y que ninguno de ellos tenía la confirmación, por lo que ambos tuvieron que someterse a ambas ceremonias, realizando un curso con los jesuitas de varias semanas de duración… Fue interesante, sobre todo porque en varias ocasiones los dos tuvieron que asistir a las clases con el equipaje listo, bien por las escapadas de fin de semana que tanto les gustaba compartir, o por motivos laborales… Y la última de ellas, fueron con todo el equipaje, porque ambos embarcarían aquella noche en un avión rumbo a Egipto para participar en la campaña de verano en el Valle de los Reyes…
Lo que representó todo un reto fue la elección y confección del traje de novia, puesto que a María no le apetecía nada casarse con un vestido tradicional. A pesar de las tiendas recorridas, a todos ellos les faltaba o les sobraba algo, que si “demasiados vuelos”, o bien “la cola es demasiado corta”, “no me gustan tantos bordados”, “no es lo que me gusta”, “muy conservador”… Y fue entonces cuando a mi pobre madre ya estaba desesperada, se le ocurrió una gran idea: acudir a un diseñador independiente, para crear desde cero un modelo único (pero no demasiado oneroso), inspirado en la gran pasión de mi hermana, el Antiguo Egipto… o más precisamente, en los trajes que lucían en la película “En tierra de Faraones”, una de las preferidas de mi hermana María… Fueron necesarios numerosos diseños, y hubo cambios en los materiales, innumerables pruebas… Pero al final se salió con la suya… como siempre…
Igual que con el lugar de la boda: María se empeñó en celebrarla en la vieja capilla, totalmente restaurada, que encontramos durante las obras de reconstrucción y reforma del “Hotel Imperial” de Marbella… Como aquella no era la primera boda que se celebraba en aquél lugar, no hizo falta sacralizarla de nuevo…
Dos días antes de la boda, el cinco de septiembre de 2005, mi hermana, mi madre, su novio y los padres de él, además de un puñadito de amigos de los dos, viajaron en avión hasta Málaga, y desde allí, en un autobús fletado por el Hotel, se desplazaron hasta Marbella. La despedida de solteros, que tuvo lugar la noche del cinco de septiembre, fue un poco más alocada que la nuestra: abundaron el cava y algunas bebidas más fuertes, y con la intervención de Borja y de David en los preparativos, a nadie le extrañó demasiado que apareciera una pareja de estripers, que protagonizaron un número bastante subidito de tono, pero que nos hizo reír a todos nosotros. Terminamos la velada, o más bien la madrugada, en las instalaciones deportivas del nuevo Hotel… más concretamente en la sauna, para liberarnos un poco de toxinas… El día anterior a la boda, tocaron los demás preparativos: retoques de última hora al vestido de la novia, arreglar la capilla, últimos ajustes al traje del novio (un conjunto de Hugo Boss, con camisa Alazán, corbata de Loewe y zapatos Martinelli)… y llegó el siete de septiembre de 2005…
Para el evento, movilicé a dos equipos de “La magia de tus ojos”, la agencia de fotografía que había montado algunos años antes con Yolanda, para asegurarnos de que teníamos a los mejores fotógrafos para cubrir el acontecimiento… Aunque esta vez, tuve que contemplar los toros desde la barrera, puesto que tras la muerte de mi padre, mi lugar estaba junto a María … Se me hizo un nudo en la garganta, cuando recorrimos primero la entrada del Hotel, y luego el breve hasta llegar al altar. No es porque sea mi hermana, pero estaba hermosísima con su túnica-vestido de inspiración egipcia, su larga melena negra recogida por una diadema blanca, y sus sandalias Cleopatra (nunca le ha gustado usar zapatos de tacón)… Vale, el novio, Alfonso, también estaba guapo, pero todos sabemos que en aquellos momentos, todo el mundo está pendiente de la novia…
La ceremonia fue corta, sencilla e íntima, incluso a pesar de los flashes disparados por un grupo de turistas japoneses, que posiblemente creían que se trataba de un espectáculo organizado por el Hotel. Los invitados estaban felices por los regalos recibidos, mi hermana estaba radiante, igual que su esposo, incluso el cura parecía estar contento por colaborar en que la vieja capilla recuperase durante unas horas su antigua función…
Como se habían casado a las doce de la mañana, después de la ceremonia se fueron a hacerse algunas fotos en los jardines del Hotel, y también otras en el Puerto Deportivo, por lo que el almuerzo propiamente dicho no empezó hasta las tres de la tarde…
El banquete de boda lo celebramos en el Salón Principal del Hotel, y no faltó de nada, ni siquiera alguna reminiscencia egipcia, al menos en los entrantes, fue sobrio y elegante, y todos lo pasamos bien… Y me hizo recordar mi propia boda, y lo mismo le pasó a Yolanda… aunque no pudo evitarse que mi madre se emocionara a la hora de dirigir unas palabras de agradecimiento a los invitados… ni que Borja y David hicieran una de las suyas, al interceptar el lanzamiento del ramo de la novia, convirtiéndolo en una pelota improvisada, aunque al final consintieron en entregárselo de nuevo a mi hermana, para que cumpliera la tradición… Después de aquello, empezó el baile… Y mi hermana, original como siempre, nos sorprendió a todos, al cambiar el típico vals por las “Sevillanas de la probeta”, de “La Trinca”… pero las demás piezas fueron más normalitas… El jolgorio duró hasta bien entrada la madrugada, porque había reservado habitaciones para todos los invitados en el Hotel… Aunque los flamantes esposos se despidieron de nosotros al filo de la medianoche…
Como no podía ser de otra manera, Borja, David y algunos de sus compañeros del Unicaja se encargaron de asegurarse de que el personal estuviera animado… Yolanda y yo también nos alojamos en el Hotel (los niños se habían quedado con una canguro), lo mismo que mis suegros… Y de alguna manera, se cerró el ciclo: mi hermana por fin se había casado, y tuvo el traje y la ceremonia que siempre anheló… Mi madre estaba feliz… Aunque no dejaba de notarse la ausencia de mi padre: yo me sentí muy extraño al ocupar su lugar… pero era ley de vida…
Al día siguiente, y después de pasar la noche en una de las junior suites del Hotel, María y Alfonso se fueron de viaje de bodas, a Cancún, donde pasaron una semana de relax, antes de volver a Madrid…
¿Y las presencias fantasmales, de las que hablaba en el principio del capítulo? La sorpresa surgió al revelar las fotos que tomamos en la capilla, puesto que en varias de ellas aparecía, a mi lado, mi padre… Con su bata de médico y su traje negro… Y estaba sonriendo… Y en otra de las fotos, ya en el banquete, era mi abuelo el que se había situado detrás de mi hermana, y ponía levemente la mano sobre su hombro…. Durante varios días, tuve dudas: al final, escogí retirar aquellas fotos de los álbumes, y me las quedé para mí… Tal vez otro día se las enseñaré a mi hermana… pero de momento se quedarán guardadas en mi despacho…
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