Por que sí... Porque jamás he estado más en forma que durante aquellos nueve meses de nuestro primer embarazo... Y encima, los amigos dicen que he tenido muchísima suerte con Yolanda... Pero yo terminé con gemelos y piernas de corredor de maratones...
Dicen que un antojo es una pequeña mancha en la piel de una persona, un capricho súbito e incontenible, o como dicen los franceses, "un je ne sais quoi de magique" (un no sé qué de magia), o que es la forma que escoge el organismo femenino de reclamar sus necesidades durante el embarazo... Yo sigo pensando que es una forma de putearnos durante nueve meses, de tenernos a su merced, y de vengarse por las molestias del embarazo.... tal vez incluso, una forma de exclavitud...
Para Yolanda, lo malo fue decidirse entre tantos apetitosos antojos... Empezó por los bombones de chocolate belga, pero ese, al menos, lo compartíamos... Luego, cambió al queso de cabrales... sí, el fuerte, el de los gusanitos... Después, jamón de jabugo... Llegó la temporada del helado... pero solo el de dulce de leche con nueces de macadamia... Un poquito más tarde, las zanahorias... Todo esto, entre los meses de septiembre y octubre... Nuestra pequeña nevera, y el congelador, se convirtieron en campo de batalla, donde cada uno de los productos luchaba a capa y espada para permanecer en primera fila...
Y después, se especializó en las fresas con zumo de naranja... o con leche condensada... Pero eso eran solamente los antojos puntuales... ¡Jamás he comprendido mejor a Arnold Swarzenegger, en la peli "Júnior", cuando le dicen que "comes como una embarazada..." Además... ¿cómo podía quejarme, o discutir con ella... si con dos parpadeos y un beso, me hacía levantarme a las tres de la madrugada, para buscar el capricho de turno, y además bajaba las escaleras de dos en dos, esbozando pasos de claqué?
Pero la vida seguía su curso... Por la mañana, a las seis en punto, tocaba levantarse, sin importar que Yolanda hubiera pasado o no mala noche, y comenzar la rutina, cada vez más estresante, en el Hotel Principal, pues me habían ofrecido la posibilidad de realizar un curso de formación para perfilar mi carrera, y orientarme hacia la organización y gestión de eventos, que en parte era presencial (un cuarenta por ciento) y en parte, a distancia... Dos o tres veces por semana, comíamos en casa de Yolanda, y mientras ella dormía una pequeña siesta, Catalina y yo seguíamos perfilando detalles sobre la nueva empresa, rellenando formularios, y diseñando, con ayuda de Leyre, el plan de marketing del negocio, incluyendo el diseño de la página web, los acuerdos con las Iglesias y sobre todo, con la Catedral, gestionando los permisos para nuestras motos...
No se trataba de expulsar a nadie del negocio, ni mucho menos, pero sí de aprovechar los recursos existentes, y ofrecer un producto de calidad... La fecha tope era el 27 de noviembre, en parte por las cláusulas impuestas por las entidades financieras... y sobre todo, para aprovechar el tirón de "TodoBoda 1998", la primera vez que se celebraba el evento en el Palacio de Ferias y Congresos, durante tres días, en Málaga... Aquella fue una de las sorpresas de mi suegro: a través de sus contactos en... bueno, un poco en todas partes, nos había conseguido un lugar destacado, garantizándonos un éxito de público, pues se había cobrado "un par de favores"...
Aquellas dos semanas fueron infernales, trabajando como locos, escogiendo materiales para los paneles expositores, ultimando detalles de precios, servicios estándar y complementarios (fotos de estudio anteriores y posteriores, color o blanco y negro o los dos para los reportajes en dvd, selección de músicas, sugerencias de maquillaje...), preparando los "books" y las octavillas (para lo que utilizamos parte del legado de doña Clotilde)... También incluimos muestras de los últimos trabajos realizados, incluyendo por supuesto nuestra boda, aunque fuimos especialmente cuidadosos en no indicar cuál era nuestra técnica, nuestro secreto... que se puede ser bueno y confiado, pero solo hasta cierto punto, en un mundo tan competitivo... Y cierto pequeño truco con los focos hacía imposible que se sacasen planos detallados de nuestro trabajo... Tuve que pedir los tres días al Hotel, igual que Gonzalo. Aquél fin de semana no hicimos ninguna boda, pero de todas formas, nuestro lanzamiento no estaba saliendo mal...
Terminamos la feria con una decena de contratos para el mes de diciembre, tanto de tipo "estándar" como "personalizados" (algo más caro y exclusivo), y compromisos en firme para los tres meses siguientes... Es cierto, no podríamos dejar de trabajar en lo nuestro, al menos, de momento, salvo Gonzalo, que empezó a realizar en el estudio parte del trabajo extra, pero las perspectivas eran bastante buenas, en toco caso, lo suficiente para firmar las últimas actas, contratos, cerrar los acuerdos mas urgentes y, por supuesto, ratificar con un brindis a media noche de todo el equipo, junto al espigón del puerto, el nombre de la empresa... Allí estábamos todos, en el filo del cinco y el seis de diciembre: Catalina, Julián, Borja, David (quienes ayudarían un poco a organizarlo todo, pero también con la esperanza de ligar algo), Gonzalo y Leyre, Montse y Mayte (quienes pensaban hacerse cargo de los vídeos a partir de febrero), y por supuesto, Yolanda y yo...
¿Todavía no lo sabes? Siempre que la miraba a ella, a Yolanda, lo tenía bien claro... cada vez que esperaba, en las mañanas de sábado o de domingo, hasta que el sol en su cara o mis besos realizaban el milagro cotidiano... y yo me encontraba seguro, a salvo, dentro de sus inmensas pupilas...
No podía ser otro que "La Magia de tus Ojos"...