Nuestra vida empezó a cambiar, a toda máquina, desde aquella mañana del laticidio... Yolanda, un poco de coña, me puso el mote de "Tirofijo", aunque por supuesto, no lo usaba cuando había gente delante, porque habría sido un poco "delicado" explicarlo... pero era cierto: para dos veces que hicimos el amor sin la píldora... Supongo que pasó en el momento adecuado, con la vida bastante encarrilada, dos trabajos (si no contábamos con las fotos de boda), y por encima de todo, el apoyo de nuestras dos familias... sobre todo la suya, que estaba más cerca... Pero mucho antes de la revelación, tuvo lugar la confirmación: el famoso "momento predictor" del que tanto hablan las leyendas...
Bajé solo a la farmacia, a pocos portales de nuestra casa... y me daba corte pedirlo... Más incluso que comprar una caja de preservativos en mi época "golfa"... Estuve a punto de volver a casa, o dar una vuelta, cualquier cosa menos entrar en aquél lugar, atestado del más peligroso espécimen de toda la fauna malagueña (y madrileña): las marujas ociosas... y lo de marujas va con todo mi cariño... empecé a vivirlo todo a cámara lenta: entras en la farmacia, donde ya se encuentran cinco o seis señoras ociosas, que ni compran, ni se acercan al mostrador, ni se toman la tensión, por lo que deduzco que han venido solamente por el aire acondicionado...
Y tú, muy educado, pides la vez... hasta que una de ellas pega una voz... "!Maria Luísa¡ ¿Quieres salir de una vez a despachar a este chico, que seguro te quiere pedir una caja de condones? ¿Es que ya no hay vergüenza, ni respeto por los clientes?..." Y la boticaria, quizás por ganar tiempo, ya sale con una caja de doce y otra de veinticuatro, de dos buenas marcas, alegando que "para un chico guapo como tú, con el de seis no haces nada, ¿verdad? ¡Cariño, si yo fuera treinta o cuarenta años más joven, igual te podía enseñar dos o tres cositas..." , mientras sus clientas le reían la gracia con tantas ganas, que comprendí que llevaban mucho tiempo escuchándola... una de ellas, incluso se pus a reír a destiempo...Y claro, ella sigue con su charla, entre las miradas de las demás clientas, y te parece notar que todas ellas se están fijando en tus vaqueros... ceñidos... o en los pectorales y abdominales, más que en el corte de pelo militar...
Durante unos segundos, te sientes, salvando las enormes distancias, como el protagonista del anuncio "la hora Coca Cola light", salvando las distancias... De todas formas, y frente a una audiencia tan selecta, procuras acercarte lo más posible a la oronda boticaria, tanto que hueles su perfume a colonia de mercadillo, y lo más discretamente posible, le dices, con tu mejor sonrisa: "Disculpe... no es por molestar, pero... mi chica me ha pedido que le compre un "predictor", de la marca que sea..."
En cuanto escucha esas palabras, le cambia la cara, y te dice, con voz gélida: "¿Ya has dejado embarazada a tu chica?¿Te parece decente? Porque al menos, ¿será tu chica, verdad, no será una a quien has conocido en Feria, y luego, claro, con tanto sexo a lo loco... ¿De verdad quieres un "predictor", y no otro tipo de medida más definitiva? porque si lo que quiere es que luego le venda algún tipo de píldora abortiva, tendrá que ir al ambulatorio, que esta es una farmacia muy decente..."
Y la buena mujer, seguía y seguía hablando más para ella y para su entregado público, que para mí... Si pretendía salir con vida de la farmacia, y mas aún con el "predictor" de los cojones, no que me quedaba otro remedio que contarles toda la historia; empezando por el año 1991, cuando me enamoré de ella; llegando a 1995, cuando me vine a vivir a Málaga por tenerla cerca; la manera en que empezamos a vivir juntos, las familias; para terminar por nuestros planes de boda, pues aquél niño era la mayor ilusión de nuestra vida, "siempre y cuando nos dejasen comprobar si estábamos o no embarazados..."
Al final, salí de la farmacia con el carné de "cliente preferente", la promesa de amistad eterna de dos de las señoras, que vivían en el primero y el segundo, y que estaban deseosas de ver a Yolanda salir de casa vestida de blanco, insistiendo también en que se "organizarían para que ella nunca estuviera sola en los momentos finales..." Solo faltó que me los llevase a los siete, mancebo incluido, a tomar unos finos, "arsa..."
Y después de así una hora de cerrado interrogatorio, parabienes, productos, consejos para el parto y mil otras cosas de utilidad para los padres primerizos (incluso me regalaron un chupete y un bibe, para que empezase a practicar), conseguí volver a casa, tan acalorado, aturdido y mareado... que esta vez, Yolanda me tuvo que atender a mí...
Dejé el paquete sobre la mesita baja, todavía envuelto, y por mucho que traté de utilizar los poderes de la mente para persuadirla, y que se fuera al cuarto de baño y se hiciera la prueba... ella fingió no verlo, pero sí miró el chupete, el biberón con las tetinas, innumerables folletos, los teléfonos y nombres de las vecinas... Y, en respuesta a mis miradas, guiños, y señales disimuladas... lo único que se le ocurre decirme es... "Cariño, tengo mucho calor, y voy a darme una ducha... ¿Te vienes?"
Y, por supuesto, me fui con ella... mientras trataba de imaginar en qué manera, su hermoso cuerpo se vería afectado por el embarazo...
Un par de horas más tarde, instalados en el sofá, con nuestra ropa más cómoda y las piernas estiradas sobre la mesita baja de mármol... compruebo que el envase del "predictor" está vacío... y Yolanda me dice, muy bajito: "Estamos embarazados..." mientras me enseña el resultado de la prueba...
Aquellas fueron las dos palabras más hermosas que he escuchado en toda mi vida...
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