sábado, 30 de abril de 2011

34. UN NUEVO COMIENZO...

Lenta mañana de domingo, cuando el tiempo se detiene, y es el sol quien despierta a los amantes... Bueno, el sol, mi hermana, su novio y nuestras madres, pues no ha funcionado el despertador, y los invitados están esperándonos para despedirse, regresar a sus casas, y seguir adelante con su vida... Se han congregado bajo el balcón de la "Suite Presidencial", iluminado por el sol... a falta de algo mejor, nos ponemos en el baño los albornoces con los anagramas del hotel, y abrimos las puertas acristaladas... Casi cien personas nos vitorean, llamándonos, entre otras lindezas, "perezosos, dormilones, juguetones..." y, como no podía ser de otra manera, Gonzalo aprovecha aquél momento, digno de una boda real, para hacernos, con teleobjetivo, la ultima foto...

Mientras tanto, nuestras madres ya habían dejado toda nuestra ropa de viaje preparada sobre la cama, cerrado de nuevo las maletas, metiendo en ellas el neceser de viaje y mil pequeñas cosas (incluyendo mi férula de descarga), y por otra parte, nuestros trajes de boda ya habían regresado a sus fundas, pendientes de ir al tinte... Me habría encantado llevármelo a París, que no en vano era de gran calidad, pero la madre de Yolanda era un poco "supersticiosa" y dijo que podía traer "mal fario"... En media hora, ya nos habíamos duchado, vestido y desayunado, porque eran la las doce y media, y nuestro vuelo salía a las dos de la tarde... y sobre las cinco, tendríamos a nuestros pies la ciudad más hermosa del mundo...

París, con Yolanda... ¿qué más podría pedir? No sé, quizás, un poco más de tiempo, incluso de dinero, tampoco nos vendría mal... Pero, estando juntos... El recorrido hasta el aeropuerto lo realizamos en taxi, pero antes de irnos, abracé y besé a mi abuelo y a mis padres, y también le estreché la mano al novio de mi hermana, uno de esos intelectuales con gafitas, que te sorprenden luego hablando de escalada en roca, tirolina, salto base y cosas en las que prefiero no pensar... Llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra para facturar el equipaje, tomarnos un pincho de tortilla bastante bueno (que el amor da mucha hambre), y un par de cervecitas... El control de pasaportes fue de lo más rutinario, a las dos y dos, el avión ya estaba en la pista de despegue, y los motores aumentaban sus revoluciones... Caímos rendidos, la azafata me preguntó si deseábamos comer algo, le respondí amablemente que no... Como llevábamos puestos los cinturones de seguridad, lo siguiente que recuerdo es que otra azafata estaba anunciado por megafonía la llega a "París-Charles de Gaulle"... Un chófer nos esperaba una vez pasado el control de pasaportes, para llevarnos al que, durante cinco días, sería nuestro alojamiento en París: el "Hôtel Madison", en el 143 Boulevard Saint Germain... Absolutamente perfecto para nosotros, cerca de todos los puntos de interés, muy bien decorado, y sobre todo, un trato exquisito... Dejamos nuestro equipaje en la habitación y sin perder tiempo, salimos a descubrir la ciudad de mis sueños... Yo la conocía de otros viajes, con mis padres, con gente de la facultad, pero... estando al lado de Yolanda, la descubría de nuevo, a través de sus ojos...

En el fondo, cuatro días y medio dan para poco... si bien el tener un guía concertado para el martes y el miércoles resultó de gran ayuda, agilizando sobre todo las colas en los museos... Seamos realistas: para ver el Louvre a fondo, necesitáis una semana, como poco... pero si ves tres o cuatro cosas muy selectas, como "La Victoria de Samotracia", "La Virgen de las Rocas" y la "Gioconda", te llevas cierta idea... Nuestro guía hizo lo mismo con Versalles, el museo de "L´Orangerie", el "Quai D´Orsay" y el "Museo Rodin"... también visitamos "Notre Dame", "Les Invalides", "Le Grand Palais"... Era un poco recorrer la ciudad "a la japonesa"... Pero la noche más mágica fue cuando cenamos en lo alto del restaurante de la "Tour Eiffel", con toda la ciudad bajo nuestros pies... Por supuesto, nos empapamos durante uno de nuestros paseos, buscando el típico recuerdo para un par de amigos en la zona del "Sacré Coeur", y de milagro, conseguimos un hueco en la barra del mismo restaurante donde, casi veinte años atrás, tomé la mejor sopa de cebolla de toda mi vida... Y seguía siendo excelente... Recorrer París con Yolanda, y con nuestro hijo... Ya no le podía pedir más a la vida...

Pero yo lo hice: regresar allí con ella, y seguir descubriendo la ciudad, reflejada en sus ojos...

Viernes por la mañana, veinticinco de septiembre para más señas, con la maleta lista y el ardiente café con leche quitándonos el frío del estómago, un taxi nos lleva de regreso al aeropuerto... Todavía no le he dicho cuál es la siguiente parte de nuestro viaje, pero sabe que se trata de un destino de playa... Cuando por fin saco los billetes de mi cartera, y lee dónde vamos, me besa, solo eso, como si le fuera el alma en ello... y nos llamó la atención uno de los "gendarmes"... le respondí "jeunes mariés..." (recién casados)... y si no supiera que Louis de Funes murió en 1983, habría pensado que se trataba de el... Quizás su fantasma, disfrazado de gendarme, se pasea por el aeropuerto... Sí, nos íbamos a Lanzarote, porque Yolanda estaba enamorada de César Manrique y de su obra, pero jamás había tenido la ocasión de verla...

Una vez más, nos estaban esperando después del control de pasaportes, y nos llevaron al "Hotel Princesa Yaiza"... sobre todo, porque se encontraba junto al mar, y era lo que yo necesitaba: sol, calor, agua, mar... y, por supuesto, Yolanda... Concertamos un par de visitas, con un guía y grupo de españoles, para recorrer las zonas Norte y Sur de la isla, pero hasta el lunes, prácticamente ni salimos de la habitación, salvo para ir a las tumbonas anexas a la piscina, tomar el sol en la playa, recibir un excelente masaje cada uno, y hacer el amor... ¿Qué mejor actividad, para dos recién casados? Bueno, eso sin contar con la maleta de libros que yo había preparado para la segunda parte del viaje... Pero todo lo bueno tiene un final, todas las noches el sol resurge de las aguas, y la noche del dos de octubre cenamos por última vez en nuestra pizzería favorita, y nos dedicamos a disfrutar de la brisa sobre nuestros cuerpos, del canto de las estrellas en las alturas, y de las ùltimas horas de un viaje que terminaría la mañana siguiente...

Quince días, casi, solos, tranquilos, disfrutando del principio  "oficial" de nuestra vida de casados, y del resto de nuestra vida juntos...

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