miércoles, 20 de abril de 2011

19. PERSIGUIENDO LA LUNA...

Aquellos días posteriores al Puente del Pilar (o el acueducto de las maripilis) los recuerdo como los más amargos del otoño, porque nunca es fácil regresar a la fría y amarga realidad, cuando has rozado el cielo... No pude evitarlo, y me quedé con la parte superior de su pijama... que oficialmente fue devorado por la lavadora... y no le devolví hasta un par de meses después, como una especie de regalo de navidad...

Siempre vemos perfumes por todas partes, anuncios que nos bombardean desde la televisión, en el cine, incluso en Internet, periódicos y revistas de toda laya... Me habría gustado que ella utilizase cualquiera difícil de encontrar, exótico y carísimo... a base de mirra, sándalo, eleboro, algo único e inconfundible... Pero la fragancia de Yolanda era... "Nenuco"... y me perseguía de la mañana a la noche... Tal vez fuera porque de repente se puso de moda, pero a primera hora de la mañana, cuando bajaba a la calle en el ascensor, esa colonia invadía mis sentidos... Entre los viajeros del metro, también lo reconocía... Incluso en dos o tres de las compañeras del Ateneo estaba presente... Y yo, que no paraba de olfatear, buscando el rastro de mi amada... abandoné el "Agua de Lavanda", y cambié de colonia, para sentirla sobre la piel...

Claudia, mi segundo gran amor, no tardó mucho tiempo en notar el cambio que se había producido en mí desde el verano, y días después del acueducto, estuvimos hablando un rato en nuestro refugio preferido: la cafetería de los "Cines Lumière" en Plaza de España... El plan era conversar primero, y luego ver cualquiera de las películas anunciadas... Pero al final, nos quedamos casi tres horas allí, mientras ingeríamos múltiples tazas de té con limón...

Quizás mi intención, al contarle cómo me sentía, de qué manera me daba esperanza el hablar con ella todas las tardes, y estar cerca pero lejos, juntos en el corazón y en el alma... O tal vez, lo que pretendía era hacerle sentir celos, porque Yolanda se había apoderado de mis sentimientos en poco más de quince días repartidos entre cuatro años; mientras que Claudia había sido la reina de mis pensamientos y de mi vida desde que nos conocimos, aquella mañana de septiembre... Necesitaba demostrarle que otra persona había sido capaz de apreciarme, de amarme, que yo no valía tan poquita cosa como tal vez ella pensaba...

Aquella tarde de octubre, me cogió las manos, en silencio... y luego, inclinándose suavemente, por fin me besó, largamente, en los labios... Aquella tarde, alcancé el cielo... tras diecisiete años esperándolo... Y nuestra amistad resultó fortalecida... Nunca más volvimos a besarnos...

Por la noche, se lo comenté a Yolanda, y me sorprendió su respuesta: "Me alegro por vosotros, Ismael: aquél beso estaba demasiado cargado de tristeza, de frustración, de simbolismo... Era algo que tenía que pasar antes o después..." En aquél momento, se quedó en silencio... y después me dijo:"Pero como vuelvas a besarla... se lo digo a mis hermanos, para que te den tu merecido..." ¡Menos mal que después soltó una carcajada!

Lo único bueno de no tener más trabajo que hacer la tesis doctoral era que no tenía que ceñirme a fechas ni horarios, sino al calendario universitario de Yolanda, por lo que me puse en ruta la madrugada del cuatro de diciembre, bien descansado después de una larga siesta, con el "zapatófono" bien cargado, y el depósito lleno...  Quinientos treinta y tres kilómetros por delante, la antena de la radio firmemente atornillada, y una selección de cintas para amenizar el viaje, además de varias botellas de agua y un termo de té bien caliente... Es decir, tiempo y espacio más que suficiente para pensar en ella, y en nosotros...

Fue aquella noche, escuchando "The Wall", cuando tomé una decisión importante, que en última instancia cambiaría mi vida: en cuanto terminase la tesis (la defensa en el tribunal estaba prevista para la segunda quincena de mayo de 1996), empezaría a buscar trabajo en Málaga, de cualquier cosa, con tal de estar con ella... O tal vez me pondría a buscarlo un poco antes, para estar con ella, y con nuestras familias, el mes de agosto, pues ya se empezaba a hablar de irnos todos (mamá, papá, el abuelo, mi hermana y yo) a unos apartamentos en Benalmádena... aunque, admitamoslo, no me hacía demasiada ilusión el brillante plan, urdido por mi madre...

Habiendo salido de Madrid al filo de la medianoche, a las cuatro de la mañana me paré en un bar/gasolinera de carretera, para repostar y estirar las piernas... Estábamos, literalmente, cuatro gatos, dos cucarachas, el bárman y tres camioneros, pero el combustible era barato, y el café, negro y fuerte como la noche... También aproveché para lavarme la cara, hacer "mis cositas" en el arenero y darme una pequeña vuelta por los alrededores, aprovechando la luz de la luna... No muy lejos del círculo exterior de las luces, se alzaba el enorme cadáver de un algarrobo, con casi todas las ramas tronchadas por la última tormenta (a primeros de septiembre) y, cobijada en las sombras, se encontraba una vieja caseta de señales, fabricada con recias piedras y pizarra de la zona... Por un momento, me pareció ver una luz en el interior, y la silueta de alguien que se movía entre las más profundas sombras, con un candil, hacia la puerta... En ese momento, unas densas nubes cubrieron la luna, y yo volví con "Brujita", emprendiendo una vez más el camino, hacia ella...

Seis de la mañana del dos de diciembre de 1996... He conseguido aparcar cerca de su casa y, como de todas formas no voy a presentarme tan pronto allí (sobre todo porque no les avisé del viaje, para que no se preocupasen), busco una cafetería abierta y me zampo un desayuno regio... además de fumarme un par de cigarrillos... y luego, con la amanecida, me vuelvo a subirme al coche, para ir a la playa... No estoy cansado, a pesar de toda la noche en vela y conduciendo... Con "Umaguma" sonando en el "walkman" (el tatarabuelo de los "mp4" y "mp6", que funcionaba con cintas de cassette), me descalzo, y camino hasta la orilla... El agua está congelada, sube por mis gemelos... y me hace pensar en cómo me sentiría, si Yolanda no estuviera conmigo... Son las ocho y media de la mañana cuando aparco de nuevo junto a su casa, y llamo al telefonillo... Me responde al primer toque, diciéndome: "Sabía que estabas de camino, amor..."

Es posible que su madre se molestase un pelín conmigo, porque en cuanto dejé la maleta en el suelo, junto a la puerta, Yolanda se lanzó a mis brazos, con su camisón de vacas locas y las arruguitas del sueño en las mejillas... Aquella fue la primera vez, en más de un mes, que me sentía realmente vivo, completo, y feliz... Borja y David también salieron a saludarme (pero repitiendo en voz baja la amenaza tradicional, "como hagas sufrir a nuestra hermana, despídete de tu hombría")... El fin de semana fue de relax, el sábado casi no salimos de casa, y me retiré muy pronto a la habitación de Borja, quien se había mudado temporalmente a la cama nido de su hermano David... El domingo nos acercamos a Benalmádena, para comprobar qué tal estaba el piso...

El lunes cuatro y el martes cinco, en la facultad de Psicología no hacían puente... por lo que aproveché las dos mañanas para actualizar el currículum y comenzar a buscar un trabajo para mí: no soportaba la idea de vivir lejos de ella... y de todas formas, Madrid seguía pareciéndome la ciudad de las frustraciones y de las tristezas... además de no tener costa... La primera impresión fue bastante favorable: al menos, tomaron nota de mis datos, me pidieron que enviase el currículum en varios periódicos tradicionales y en dos emisoras de radio (en Málaga, sí eran importantes los conocimientos adquiridos con el "Máster de RNE"..., no como en Madrid), por lo que mis posibilidades eran bastante buenas... Ambas tardes las pasé con Yolanda y sus hermanos, volando cometas junto al puerto, y con los típicos "desafíos de machotes", de los que conseguí salir bien parado, gracias a los conocimientos residuales de judo... y un par de tácticas muy sucias que aprendí de Gaspar Macarro, compañero en la mili...

Miércoles y jueves... Casi un sueño... No solo nos volvieron a dejar el piso de Benalmádena... sino que nos habían reservado un circuito termal y relajante que había comenzado sus actividades hace poco, y al tener a "Brujita" ya no dependíamos tanto del puñetero autobús... Es cierto, en la casa hacía bastante frío... pero nada que no se arreglase con un par de mantas, y estando piel contra piel... Y en cuanto al "Spa"... nunca he estado más relajado, que durante aquellas dos horas, en las distintas piscinas, para terminar con un masaje con esencia de chocolate... Yolanda estaba radiante, con un biquini negro, y el colgante de turmalina que le compré en una feria de esoterismo... Yolanda... mi amor...

Le comenté las gestiones que había estado realizando los dos días anteriores, y aunque le hizo mucha ilusión, tal vez le dio un poco de miedo... No es lo mismo una relación a distancia, ver a la persona amada una vez al mes, y el resto del tiempo suplirlo con los móviles y las cabinas, que estar en la misma ciudad... Por eso, tomé una decisión: si conseguía el trabajo con un mínimo de seguridad económica, me buscaría un pequeño estudio, o un apartamento, y cada uno de nosotros tendría nuestro propio ambiente... "No quiero repetir errores, amor... Déjame mi tiempo, pues de todas formas, estaremos juntos... amor..."

Comprendí que no estaba lista para vivir con nadie, al menos, de momento, que deseaba centrarse en sus estudios, en demostrarse a sí-misma, pero sobre todo, a su familia, que era capaz de hacerlo, de tomar el rumbo de su propia vida... De todas formas, teníamos por delante casi siete meses... aunque toda sospecha que pudiera albergar sobre sus sentimientos hacia mí, se esfumó por arte de magia aquella noche... El sexo es muy importante en una pareja, para que funcione bien, y en ese aspecto, los dos poseíamos lo más importante: el deseo de dar y recibir placer del otro... Mi madre se habría sonrojado, igual que la suya, aquella noche...

El lunes once de diciembre, después de acompañarla a la facultad (con una parada estratégica en la lavandería, porque el chocolate tibio tiene la mala costumbre de manchar sábanas, albornoces y toallas), volví a Madrid... con la duda sobre si aquellos días que pasé junto a Yolanda podían haber sido un sueño...

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