Mientras caminábamos por las calles abarrotadas de gente, cogidos de la mano, aunque la mayor parte de las veces íbamos abrazados, Yolanda empezó a encontrarse con algunos conocidos, al pertenecer sus hermanos a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo... Y cada vez que le preguntaban por mí, respondía lo mismo: "Es Ismael, mi novio...", y me daba un piquito... Para mí, un solitario empedernido, aquellas palabras sonaban a gloria bendita... Está claro que, si hubiéramos querido mantenerlo en secreto, incluso si no me hubiera besado de aquella manera antes de llegar a su casa antes de la presentación en sociedad, a la mañana siguiente, medio Málaga se lo habría contado a su madre...
Picoteamos en varias tabernas, pero ninguno de los dos tenía demasiada hambre, y le propuse dar un pequeño paseo hasta la playa... tal vez porque, como buen "urbanita", estaba (y sigo estando) enamorado del mar... Así llegamos a La Malagueta... Había bastante gente en la zona, las ocasionales parejas disfrutando de la luna llena, un par de locos bañándose, un niño jugando con su perro... Yo me remangué los vaqueros, ella se quitó las sandalias, y reanudamos aquella alianza, eterna, con el mar... Una vez más, la acompañé de nuevo a su casa... y luego, volví a mi habitación... Sigo llamándola "La Bombonera", porque la dueña era un tanto peculiar, y la cama de uno veinte tenía una colcha en todo aguamarina, con volantes, tres o cuatro grandes cojines además de la almohada, una mesita de noche con faldones a juego, las dos sillas con recubrimiento de plástico...
Aquella noche la pasé entera soñando despierto... con ella... Puesto que estaba seguro de haber alcanzado el punto de inflexión en mi vida, y que en breve tendría que tomar decisiones importantes... Con la carrera y el doctorado finalizados, solo me quedaba un gran reto: terminar la tesis doctoral, y empezar a buscar trabajo... Mas, en el fondo, seguía buscando su olor, el leve rastro de colonia, que había dejado entre las sábanas... y sobre mi cuerpo... Con esa vieja costumbre de ser sinceros cuando nadie nos ve, no tenía más remedio que admitirlo: llevaba muchísimo tiempo deseando hacer el amor con ella... pero nunca supuse que sería tan salvaje, y los arañazos en mi espalda así lo demostraban...
"Hacer el amor..." Por fin comprendía el sentido de aquellas palabras... También es posible que aquella larga noche de insomnio no quisiera dormirme, por miedo a despertar después en casa de mis padres, en mi vieja y robusta cama de madera de pino... y solo... Una vez más, me dormí al alba... y Yolanda me despertó con un beso: había convencido a Doña Matilde para que la dejase subir a despertarme, pues aquella mañana íbamos a coger el autobús, para regresar a Benalmádena, a la casa de sus padres donde nos habíamos visto por primera vez...
Todos cambiamos, con el paso de los años... Yolanda había perdido algunas redondeces de su adolescencia, y su cuerpo se había ido perfilando, puliendo por el deporte (le encantaba hacer footing... algo que yo no concibo sin un pedazo de león que corra detrás tuyo), y el resultado, salvo por aquellas ojeras un pelín marcadas, fruto de muchas horas de estudio para recuperar el tiempo perdido con la otra carrera... nunca la había visto tan hermosa... Una vez más, estábamos juntos y solos en la piscina, y nos entregamos a las caricias del sol...
Después de ducharnos y cambiarnos de ropa, comimos con sus hermanos, que habían estado remando con los kayaks para fortalecer brazos y hombros, y a media tarde, después de una reparadora siesta (en habitaciones separadas...), regresamos a Málaga, para ver nuestra primera película juntos, que precisamente por ello se ha convertido, para mí, en la película más romántica de todos los tiempos... "Estallido", con Robin Williams, que habla de una epidemia provocada por un mono que llega de contrabando a Estados Unidos, y de los esfuerzos del CDC por controlarlo... Vale, hay películas más "pasteleras" y dignas de ese nombre, como "Ghost", "City of Angels", "Más allá de los sueños", "Carta de una desconocida" o bien "El fantasma y la señora Muir"... y todas ellas las he visto con Yolanda durante estos años...
Los demás días siguieron más o menos el mismo rumbo: pereza por la mañana; un poco de turismo, playa, volver a casa o a la pensión para dormir la siesta (vale, algunas veces, hacíamos algo más interesante)... un paseo por la tarde por el casco histórico, para merendar o tomar una copa de helado... Y, sobre todo, hablar, poner en común nuestros sueños, aspiraciones, deseos... Inexorablemente, se acercaba el día de mi regreso a Madrid... quizás por eso nos extrañó tanto a los dos la decisión de su madre: dejarnos las llaves del apartamento de Benalmádena, aprovechando que "las fieras" (sus hijos) estaban por Zaragoza, participando en un torneo de baloncesto en l´Hospitalet... Aunque lo que nos dejó mas sorprendidos fue el comentario de su padre: "No hagas nada de lo que te puedas arrepentir..." Abandoné la pensión aquella misma mañana del doce de agosto, no sin antes darle un pequeño regalo a Doña Matilde (una de esas figuritas de perrito de porcelana que tanto le gustan) y, con la pequeña maleta a cuestas, nos subimos al autobús...
Supongo que debe de ser muy duro para un padre, y mucho más para una madre, que su hija se vaya a pasar unas mini-vacaciones con un perfecto desconocido, al menos en la faceta de novio, puesto que ya había sido "presentado en sociedad"... pero igual pensaron que era mejor darnos un voto de confianza, al mismot iempo que superábamos la prueba de la convivencia... No es lo mismo estar enamoradísimo de alguien...que pasarte media vida recogiendo su ropa interior sucia... o aguantando sus "manías de joven"... En nuestro caso, fueron muchas más las coincidencias que las discrepancias: nos unía el amor por la literatura (en su caso desarrollado durante los últimos cuatro años), por el estudio, el sentido de lo que es justo, la pasión por los viajes (¿y a quién no?), los animales... Y nos separaban su interés por el baloncesto y el fútbol, las procesiones de se Semana Santa, y la orientación política (yo siempre he sido más de izquierdas)...
Pero nuestra mayor pasión, era la capacidad de pensar en un futuro juntos, de mirar al unísono en la misma dirección... A Yolanda le faltaban tres años para terminar la carrera, yo necesitaba renegociar con mi director de tesis la orientación de la misma... y de todas formas, tampoco podía permitirme seguir estudiando, si pretendía estar con Yolanda... Aunque no se lo dije en aquél momento, me agobiaba bastante la diferencia de nivel económico, puesto que su padre era un hombre que se había hecho a sí mismo, y su madre también estaba en buena posición; mientras que mi familia, sin ser pobre ni mucho menos, no podía compararse en ese sentido...
Estuvimos juntos dos noches y tres días, hablando, riendo, soñando... y amándonos... Jamás olvidaré aquella estancia... La mañana del 14 de agosto, cambiamos las sábanas de la cama de sus padres, pues su cuarto era más incómodo y ya que teníamos toda la casa para nosotros... También borramos todas las huellas de nuestra estancia, y regresamos a la ciudad... Sus padres estaban en casa, esperándonos, y se despidieron de mí con dos besos y un "Cuidate, hijo mío..." que me hizo sentir parte de algo nuevo, mucho más grande que mi pequeña familia...
A las dos de la tarde, Yolanda, con su vestido azul noche y sus finas sandalias de cuero, me daba un último beso en la escalera del autobús, y se quedaba esperándome, callada, en el andén... y solo cuando la perdí de vista me permití el lujo de llorar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario