martes, 19 de abril de 2011

15. ANOCHECER EN MÁLAGA

¿Que si tenía miedo al presente, más incluso que al futuro, aquella caliginosa tarde del noveno día de agosto, cuando salí abrazando a Yolanda, después de haber recibido las bendiciones de toda la familia? Pues sí, es más, me encontraba aterrorizado, porque en el fondo, aquél "noviazgo" seguía siendo algo que no estaba muy seguro de comprender... Toda la vida había sido el "mejor amigo" o bien el "amigo especial" de mujeres de quienes me había enamorado... Incluso esta vez, con Yolanda, empezamos una relación  desequilibrada, en la que ella me quería al diez por ciento... y yo la amaba al noventa por ciento... Y las razones de su cambio de actitud me intrigaban....

Hacía calor en la calle, era una de esas tardes en las que solo pisan el asfalto los perros, los turistas, y los enamorados que no tienen un lugar mejor donde refugiarse... Quizás ahora suene mal, pero después de comprar un varias botellas de agua helada en un colmado, le propuse ir a mi habitación, para hablar, mientras esperábamos que el sol dejase de abrasar las calles desiertas...

Y ella aceptó...

Yo estaba confuso, necesitaba saber, entre otras cosas, por qué se había enamorado de mí después de tanto tiempo como amigos, y por qué se había decidido a dejarme entrar en su vida, en un momento tan lleno de incertidumbres para la mía... Nos sentamos sobre la colcha de la cama, mi habitación daba a la calle, pero al tratarse de un tercer piso (sin ascensor) apenas si nos llegaban los ruidos del mundo...

"No lo sé, Ismael... te quise desde el principio, como amigo... Era la primera vez que conocía a una persona con tu capacidad de empatía, de adivinar mis sentimientos, incluso mis necesidades, estando tan lejos.... Además, eras con mucho una de las personas más dulces que conocía, y tu gusto por la literatura... Tu paciencia por enseñarme aquellos autores que más te habían llenado..."

"Está claro, le dije bromeando, que no fue precisamente por mi físico...."

"No creas, casi desde el primer momento, me fascinaron tus ojos de chico malo, y ese flequillo tremendo, que te daba ese aspecto de golfillo madrileño... De todas formas, debo decirte una cosa: hasta que no empezamos a escribirnos, a contarnos nuestros problemas, nuestris sueños, no te tomé demasiado en serio...."

"Entonces, mi fugaz enamoramiento de la compañera de la televisión local..."

"Estuve a punto de mandarte a la mierda, la verdad... Quizás fue entonces cuando comprendí que ya tenías un lugar en mi vida... aunque fuera como mejor amigo..."

"Pero eso no era suficiente, Yolanda, porque el año pasado te fuiste a vivir unos meses con aquél chico, Antonio, que no nos gustaba nada a tu familia ni a mí... o cuando empezaste psicología ¿Sabes que yo fui el único en defenderte, en darte el voto de confianza? Me costó mucho convencer a tu madre de que te perdonase..."

"Y todo esto, estando enamorado de mí... ¿Por qué no me dí cuenta antes?¿Por qué no me dijiste nada?¿Por qué no me escribiste durante un par de meses?"

"Porque me estaba muriendo por dentro, Yolanda... Porque pensaba que si tu futuro estaba al lado de Antonio, yo no pintaba nada en tu vida... Y lo mejor era salir por la puerta de atrás, ya que mi lugar no estaba a tu lado... y de todas formas, tenía pendiente el compromiso con el ejército..."

Quizás hubiera dicho algo más en aquél momento... pero Yolanda no me dejó hacerlo... Se levantó de la cama, después de beber un largo trago de agua helada, y se dirigió a la ventana... Con las típicas cortinas de estampado de flores, le conferían una luminosidad especial a la habitación, y a Yolanda... "¿Me deseas?", me dijo, con ese tono especial de voz que suele presagiar una revelación o una confidencia... ¿Y qué podía responder? "¿No, ni te deseo, ni te amo, porque soy gay?" Por supuesto, obtuvo la única respuesta posible: "Sí, desde la primera vez que nuestras miradas se cruzaron... Quizás incluso desde antes de conocerte... Porque no concibo la vida sin estar a tu lado..."

Entonces, con esa cara de niña traviesa que no ha roto un plato, comenzó a desnudarse, haciendo realidad uno de mis sueños... Primero cayó la cazadora vaquera, sobre una silla... Luego, se quitó las sandalias... Y después se quitó, muy lentamente, el vestido, por encima de la cabeza... Y así, ataviada con unas culotes diminutas y un sujetador de la 85-B, se quedó delante de mí, espléndida en su desnudez, la culminación de todos mis sueños, y el final de todas mis soledades...

"¿Me abrazas?" Me levanté de la cama, y fue entonces cuando ella me dijo... "Pero quiero que estemos en igualdad de condiciones..." Y por eso, me fui quitando la ropa, y la dejé sobre la silla, pulcramente doblada... Me acerqué a ella, vestido únicamente con los boxer de Pato Donald... Con más miedo que otra cosa, puesto que, a pesar de tratarse de un momento que llevaba deseando años, mi experiencia era muy escasa...

Así estuvimos un rato, abrazados, piel contra piel... Solo se escuchaban los latidos de nuestros corazones, batiendo a la par, y el sonido de nuestra respiración... Su cuerpo parecía ser una versión reducida del mío (le saco cinco centímetros), pero todas nuestras curvas y rectas se amoldaban como si hubiéramos nacido para ello... Tenerla entre mis brazos, y morir de felicidad... Entonces, Yolanda tomó mi mano, y me llevó hacia la cama...

Descubrir su cuerpo, muy despacito, deslizar mis manos por su espalda, sus hombros, el cuello, las piernas... Estaba completamente depilada ("lo hice por que vendrías..."), y lo que pude aprender con mis anteriores y escasas experiencias se convirtió en una especie de base para lo que vivimos aquella tarde... Sudor... amor... hacer el amor muy despacio, dejándonos guiar por el instinto y el deseo... Salimos de la cama solamente para darnos una ducha, refrescarnos, y volver entre las sábanas... No utilizamos preservativos, puesto que ella tomaba la píldora por un desarreglo hormonal... Nos quedamos dormidos, agotados pero satisfechos, con el anochecer...

Después de una nueva ducha, nos fuimos a cenar, solos... Disfrutando de cada momento juntos, y conscientes de que, en cierto modo, lo peor había pasado, la fortaleza familiar había sido conquistada, y nosotros habíamos superado una de las mayores barreras: la intimidad... 

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