jueves, 21 de abril de 2011

22. BUSCANDO MIL CAMINOS...

El resto del año 1996 no fue sencillo, para ninguno de nosotros. Mi decisión de abandonar la capital tal vez pareciese repentina, mas era algo que yo tenía claro desde aquella lejana tarde de verano, cuando nuestros caminos se cruzaron. Durante más de un año, con resultados paupérrimos, había intentado trabajar de periodista, obteniendo solo dos respuestas, y unas cuantas cartas devueltas... Y pensé que en Málaga, con mi formación y experiencia me resultaría más sencillo... y así fue, en cierta manera. Tuve que mandar otra remesa de cartas, acudir a varias entrevistas, y todo esto, viviendo "de la sopa boba", es decir, de la asignación que me daban mis padres...

Al final, conseguí una vacante de cuatro meses en una pequeña agencia de noticias, pero el sueldo, por desgracia, era proporcional. Se suponía que iba a tratar básicamente temas culturales (cine, teatro, exposiciones, libros...), pero como tenía bastantes tablas en Sucesos, también me encargaron ese tipo de noticias... Por supuesto, mi contrato era de los más sencillos, el famoso "por obra o servicio", vivía todo el tiempo pendiente del móvil, y terminé conociéndome hasta los rincones más sórdidos de la ciudad... pero también los más selectos...

Cronista de ambos mundos, al final me quedé prácticamente un año allí, cubriendo las bajas, aprendiendo cosas nuevas, entre ellas, que no hay labor periodística más difícil que la de una agencia: siempre de los primeros en llegar, con premura a la hora de redactar las historias, y con el peso en la conciencia de haberte podido equivocar en un dato... porque luego, en demasiadas ocasiones, los demás periodistas no se molestan en comprobarlos...

El tiempo que no estaba trabajando, procuraba dormir un poco, leer, relajarme... En cuanto a alojamiento, tuve suerte, y conseguí un pequeño estudio, bastante bien de precio, en la calle de San Lorenzo. Un tercero sin ascensor, cerca de la calle Linaje... Aunque no nos engañemos: al margen del precio, también era muy importante la cercanía, relativa, a la casa de Yolanda, en la calle Jacinto Verdaguer... A mediados de septiembre, habiendo firmado el contrato de alquiler, y teniendo ya concertado el trabajo en la agencia, me despedí de mi familia... Por supuesto, no me llevé todas mis cosas, pero sí hice una criba de libros (donados casi todos a una ONG), de ropas, y me pasé casi una semana  reciclando papel (parece mentira la cantidad de documentación superflua que genera una tesis...). También le traspasé a mi hermana mi habitación, y mudé aquellas cosas que no podía llevarme a su antiguo cuarto... Y, con el coche cargado hasta los topes de cajas, libros y ropa, emprendí el camino a Málaga...

Menos mal que los hermanos de Yolanda se prestaron voluntarios (a cambio de unas cuantas cervezas) a subir todas las cajas, porque la cultura, y la música, pesan y ocupan lugar... Después de tres o cuatro viajes (y menos mal que encontré un lugar donde estacionar a "Brujita", aquella mañana de sábado), el estudio estaba abarrotado, y llamamos a "Telepizza" para que fuera oficial. Yolanda se encargó de la intendencia durante toda la mañana, distribuyendo entre las dos habitaciones (una salón y despacho, la otra, dormitorio) y la pequeña cocina americana y el cuarto de baño, que se convertirían en mis dominios terrenales durante un par de años... Por cierto, ¡jamás invites a dos jugadores de baloncesto a comer pizza! ¡Se comieron una familiar cada uno, una tarrina de helado, y se quedaron con hambre! Después de una comida tardía, y de agradecer una vez más su ayuda a Borja y a David, nos quedamos solos... y entonces, aprovechamos para ir corriendo al dormitorio, tumbarnos sobre la cama... y dormir una siesta de tres horas...

Serían las siete de la tarde, cuando sonó el telefonillo: eran sus padres, quienes además de realizar una pequeña visita, querían conocer de primera mano el piso que  Yolanda me había ayudado a conseguir, que las fotos de internet y las visitas relámpago no son la mejor de las referencias. Creo que fue el cuarto o quinto que ella visitó, algunas veces acompañada por sus hermanos "que hay mucho malaje..." Les gustó, a pesar del desorden de plena mudanza, localizamos la cafetera, y lo estrenamos de forma oficial. Su madre, tan previsora como siempre, había preparado una bolsa con las cosas más esenciales: café, azúcar, leche desnatada, mantequilla, pan bimbo, embutido, cepillos de dientes y pasta, gel de baño, champú, y una pequeña maleta, con un camisón, ropa interior y un juego de recambio... "Es sábado... Si queréis, venís a comer mañana con nosotros... prepararé mi lasaña..."

Aquél era nuestro pacto... De lunes a viernes, Yolanda estaría en casa de sus padres, porque había empezado el cuarto año de carrera, y los fines de semana los pasaríamos juntos... Algunos de los puentes iríamos los dos a Madrid, pero el resto del tiempo, no saldríamos de Málaga... Si la situación hubiera sido al revés, es decir, si yo hubiera sido la chica en la pareja, ¿mi madre habría permitido el acuerdo? Mucho me temo que no...

Y fueron pasando los días, con la emoción de estar juntos, de poder llamarnos por teléfono, o quedar en cualquier cafetería para merendar, incluso mirar juntos la misma estrella, desde la misma ciudad... Los primeros meses resultaron un tanto difíciles, mi rodilla se resentía de la lesión por el ejercicio, y sobre todo, la humedad procedente del mar... algunas mañanas, si dormía con la ventana entreabierta, escuchaba las sirenas de los barcos... Pero no había nada mejor que despertarme a su lado, los sábados y domingos de pereza y relax, notar su cuerpo cálido junto al mío, y ser consciente de que estaba junto a la mujer de mi vida...

Terminó el invierno, y también mi contrato por obra y servicio de la agencia... No fue una mala experiencia, porque aprendí a moverme por toda la ciudad y parte del extranjero. Mis notas de agencia, al estar firmadas, servían de carta de presentación, sobre todo porque muchos de los medios que visité las habían usado, y mi reputación en general era buena... Me ofrecieron el mismo trabajo, por algo más de dinero, en otra agencia, y estuve tentado de aceptar... pero durante aquellos cinco meses había comprobado una cosa muy importante: que no me interesaba seguir en esa rama del periodismo, que además me impedía hacer otras cosas, experimentar con otro tipo de colaboraciones, por ejemplo con agencias de viajes, o sacar partido de mis idiomas, escribiendo para algunos periódicos extranjeros... Eso sin contar con mi sueño: volver a una emisora de radio, seguir aprendiendo cosas, perfilando mi estilo...

Tenía que comer, y pagar las facturas, por lo que, al final, terminé aceptando el contrato de la agencia, y buscándome un trabajo, tres tardes en semana, en la recepción de un hotel céntrico... El trabajo era bueno y sencillo, disfrutaba hablando y ayudando en lo posible a los turistas... Con el paso de los meses, me apunté a un curso a distancia sobre la atención al cliente... y aprendiendo más cosas, me di cuenta de que me gustaba de verdad...

¿Abandonar el periodismo, con una tesis doctoral "cum laude", para trabajar más horas en el hotel? La reacción de mi padre fue de total rechazo; mi madre lo comprendió algo más, pues era consciente de hasta qué punto me había hartado de buscar trabajo "en lo mío"; y mi hermana se limitó a un lacónico "haz lo que te parezca mejor para Yolanda y para ti"... "Groucho nº7" no se pronunció, igual le había sentado mal que yo le dejase en Madrid, o bien mi hermana no le entendía...

El final de curso de 1997 resultó especialmente duro para mí, pues ahora trabajaba en el "Hotel Principal" cinco días por semana, de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, y luego asistía a clases de "Turismo" en la facultad... Por suerte, me convalidaron muchas de las asignaturas comunes, y en dos años tenía la intención de terminar los estudios, al mismo tiempo que Yolanda... Cuando llegaba el momento de hacer los trabajos de fin de trimestre, solíamos quedar en la Biblioteca, para buscar los datos necesarios... y algunas madrugadas de domingo, tenía que arroparla con la manta, porque se había quedado dormida junto al portátil... sobre la mesa del comedor/despacho... Aunque pasábamos todo el tiempo pendientes del viernes...

Yolanda solía esperarme en casa, me recibía con un enorme beso, preparábamos la cena... no sé, mil pequeñas cosas, que hacen las parejas... y que nos hacían sentir una profunda felicidad... El resto de la semana, buscaba el olor de su pelo en la almohada, en su toalla, acariciaba incluso su cepillo... todo, en el pequeño piso, me recordaba a ella, era como si durante aquellas dos noches, la casa entera se cargase de su olor, de su  esencia, y la fuera liberando, desde el momento en que la puerta se cerraba detrás de ella... 

Trabajar y estudiar, en el fondo, mi rutina no había cambiado demasiado... Salvo que me encontraba solo, en una ciudad ajena, lejos de la familia y de algunos amigos... pero en el fondo, era más feliz que en toda mi vida, porque estaba con Yolanda, mi ¿chica?¿novia?¿amante?¿compañera? Lo llames como lo llames, lo único importante era que mi corazón y mi alma estaban completas...

Aquél verano, solo tuve derecho a una semana de vacaciones en agosto, por tratarse de la temporada alta del hotel, y decidimos pasarla juntos, con parte de la familia, en el piso de Benalmádena... Al menos, aquella era la idea, pero teniendo en cuenta que los otros compañeros serían Borja y David, y que las fiestas y parrandas que organizaban eran tremendas, nos pareció mucho más prudente ir nosotros, una semana antes...

Es cierto, ya me había acostumbrado a compartir el espacio con ella todos los fines de semana; salvo los puentes, que pasábamos en Madrid, y algún día especial, como el de nuestros aniversarios, el de conocernos en mi tercer  viaje a Málaga en 1991; aquella tarde en primavera de 1995... y nuestros cumpleaños... Nunca celebramos "San Valentín", también conocido como "San Corte Inglés", quizás porque el mejor de los regalos era cada momento que estábamos juntos...

A partir del mes de octubre, empecé a colaborar esporádicamente con la "BBC", ya sabes, haciendo fotos de Bodas, Bautizos y Comuniones, puesto que el mercado era bastante prometedor, y siempre me gustó la fotografía... Que no te engañen: cualquier boda, hasta la de más alto copete, se puede reducir a veinte fotos clave, no hacen falta doscientos cincuenta planos de las manos, los rostros, los arreglos florales y demás tonterías... Lo más curioso es que, si alguna de aquellas imágenes especiales no se hacía, todo el mundo lo notaba... Por eso, mi amigo Gonzalo Comyns Blanch y yo decidimos apostar por la calidad del producto: nuestros àlbumes contenían siempre aquellas fotos, y de gran calidad; además, por supuesto, de las mejores de las otras fotos, que se reducían a unas veinte más... Todos los clientes podían estar seguros de nuestro precio, de la calidad de nuestro trabajo. También quiso participar del proyecto nuestra amiga Leyre Segura Paidós, lo que facilitaba mucho algunas fotos de la novia cuando la estaba vistiendo... Cada boda en la que participásemos era como una misión de los "Cazafantasmas": cinco o seis cámaras con sus objetivos, varias antorchas, la cámara de vídeo...

Lo malo fue que el proyecto nos salió muy bien... El "boca a boca" empezó a funcionar, y nos llamaban para cubrir bodas casi todos los fines de semana... Yolanda estaba terminando su carrera de Psicología, y si cumplíamos el compromiso familiar de vernos solamente los fine de semana, lo cierto es que no teníamos casi tiempo de estar juntos... Se imponía un cambio de estrategia...

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