domingo, 17 de abril de 2011

11. DEL CIELO AL INFIERNO... Y AL CIELO...

Algunas veces, la barrera entre el cielo y el infierno es tan escasa, que no te das cuenta cuando la cruzas; y un buen día, nada tiene sentido, has dejado pasar una gran oportunidad... y sobre todo, has perdido la confianza... Por eso, en mi caso, los dos van ligados... El curso 1993-1994 fue lo más parecido al cielo, porque tuve la ocasión de realizar el Máster de RNE, es decir, aprender miles de cosas sobre el mundo de la radio, en un buen ambiente, con gente interesante y buenos profesores... También disfrute con las prácticas, durante el verano... Y me quedó tiempo para hacer el primer curso de doctorado... seguir leyendo y soñando... y escribiendo guiones... Sí, por supuesto, podría haberlo hecho todo mejor, haber impostado más la voz, pero fui feliz... profesionalmente hablando...

Pero un par de años antes, había cometido un error, al ir aplazando la incorporación al servicio militar, y no fui considerado apto para las milicias universitarias por ser miope: no me quedaba más remedio que presentarme a filas, con el 4º re-emplazo de 1994... Esto supuso, entre otras cosas, perder la oportunidad de entrar en una emisora de radio que estaba comenzando, que nos había ofrecido esa posibilidad a todos los del Master... También estuve enviando decenas, centenares de curriculums, a casi todos los medios de comunicación de Madrid y su provincia... Solo conseguí dos respuestas, y unas cuantas cartas devueltas...

Por eso, allí estaba yo, en la estación de Atocha, con mi billete, la pequeña maleta (con varios libros), y el billete para llegar al CIR de Cáceres... Se nos reconocía, por la cara de susto... Un largo viaje en camiones del Ejército... y las típicas rutinas, para que dejes de ser un civil lo antes posible: largas formaciones en el patio, larguísimas arengas, las órdenes del día... pero hasta que no te encuentras, por primera vez, con la cabeza rapada, el uniforme de "mimeta", la gorra, y sobre todo, no has pasado la primera noche en el cuartel, no tienes ni idea de lo que te va a pasar...

A los dos o tres días, vienen las distintas compañías de captación de las fuerzas especiales; con sus mensajes perfectamente ensayados, sus promesas de espíritu de cuerpo, de camaradería, de acción... Y yo, aventurero y montañero ocasional, me presenté voluntario para las Boinas Verdes... Superé todas las pruebas psicológicas (por lo menos, tenía 500 preguntas el dichoso cuestionario) y, sin demasiado problema, las pruebas físicas, aunque noté cierta tirantez en la rodilla izquierda... A bordo del autobús militar, los "elegidos para la gloria" llegamos a la Base de San Pedro.  Más del ochenta por ciento era de los "pistolos", incluyendo por supuesto todas las instalaciones comunes; y el resto pertenecía a los Boinas Verdes, los más duros entre los duros...

Bueno... de la dureza puedo responder en persona... Durante una de las carreras matinales campo a través, noté que se me rompía algo en la rodilla izquierda... pero de todas formas, logré llegar solo a la meta... Al día siguiente, estaba en el Hospital Gómez Ulla, y un teniente médico, tras revisar unas placas, me dijo "usted se queda conmigo... vaya avisando a su familia"... ¿El diagnóstico? Rotura del menisco interno, y lesión de los ligamentos... La operación se demoró por culpa del puente de la Almudena, durante el que hubo muchos accidentes de soldados... Y tres meses después, habiendo superado una dolorosa rehabilitación, volví a la base... Durante aquél tiempo, mi padre intentó utiliar sus viejos contactos con los militares para sacarme de las fuerzas especiales, y meterme en un ministerio cerca de casa... pero sin éxito...

Tres meses, durante los cuales mis antiguos compañeros habían sufrido una larga serie de entrenamientos, marchas, prácticas... que habían cavado un profundo foso entre la "operativa" y los de la "plana", es decir, los soldados que representaban funciones auxiliares, como el furriel, los de oficina, los cocineros... Terminaron mis sueños de gloria... y aquél mes de abril de 1995, sobre todo notaba una gran amargura... y la necesidad de certezas... sobre Yolanda... Releer sus cartas fue uno de los mejores momentos de la mili, aunque dejé casi todos mis recuerdos en casa...

Una semana al mes, los guerrilleros se van de maniobras; y mientras los "operativos" entrenan con todo tipo de cosas, los de la "plana", básicamente, cocinan... No recuerdo los kilos de patatas que he podido pelar, pero desde entonces tengo una alergia bastante fuerte en las manos... Te pasas unas nueve horas cocinando, fregando, preparando, para una sarta de hambrientos y agotados compañeros... Siempre disfruté con las maniobras, por las actividades complementarias que realizábamos, pero aquella vez... aquella vez, era especial, puesto que las maniobras se prolongarían más días, tendrían lugar en una base abandonada de Murcia... y me daba tiempo de acercarme a Málaga... de ver a Yolanda... Porque si en algún momento, desde que nos conocimos, yo necesitaba tener alguna certeza, sentirme querido, era precisamente aquél...

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