No, no es nada fácil regresar de un auténtico viaje de bodas, durante el cual has podido disfrutar de la presencia constante de la persona amada, que no has tenido que preocuparte de nada ni de nadie, y luego, saber que en cuanto se abran las puertas del avión, la realidad os estará esperando allí, y que se ha estado afilando las garras en miles de dudas que os acechan, durante vuestra ausencia... Por eso, cuando anunciaron que comenzábamos el descenso hacia nuestras vidas, giré suavemente su cabeza hacia mí y, cerrando un poco los ojos (jamás he podido besarla con los ojos abiertos), nos besamos, como solo los amantes saben hacerlo: enregándote en cuerpo y alma... Fue un beso largo, larguísimo, tanto que parte del aplauso de los pasajeros a la pericia del piloto en aterrizar, creo que también iba destinado para nosotros... Por lo menos, el de Matilde, una de las azafatas, seguro...
Nuestro plan era coger un taxi discretamente en la terminal que nos llevase a casa, y con tiempo, durante la tarde del sábado y el domingo entero, intentar reordenarlo todo, preparar las cosas para la semana, y con un poco de suerte, estar solos y tranquilos en nuestro territorio, durante un largo y perezoso domingo... Por supuesto, ninguno de nuestros deseos o esperanzas se cumplió... Al abrirse las puertas, un turba de alborotadores, coreando lemas como "Bienvenidos, parejita", o "El ataque de la realidad", con silbatos y cualquiera sabe qué otras cosas, nos estaban esperando allí: eran nuestros amigos de Málaga, al menos, una representación bastante nutrida, dispuestos a secuestrarnos, con el pretexto de llevarnos a casa... En primera línea, y disparando fotos como posesos, Gonzalo y Leyre, pero no paraban de repetir: "¡Estas son de regalo!" Casi nos detiene la Policía, por escándalo y alteración del orden público, pero conseguimos arrastrarlos a todos hasta las "guaguas" que nos esperaban fuera... Ambos supusimos que nos llevarían a casa, y que, con algunas dificultades, y con las cajas de cerveza helada que Gonzalo habría puesto en la nevera, tal vez a medianoche nos liberaríamos de nuestros "deseados pero un tanto molestos invitados".
Una vez más (y no sería la última), nos equivocábamos, sobre todo porque nos llevaron al pleno centro de la ciudad, y aprovechando que era sábado, aparcamos sin demasiados problemas (sobre todo porque los conductores de las "guaguas" se fueron a dar vueltas... Sin más explicación, nos llevaron hasta la calle Granada, casi esquina a la calle Santa María, y vimos un local comercial, con los escaparates todavía cubiertos de papel de estraza... Antes, había sido una tienda de encurtidos, y de ultramarinos... Pero ya no lo era... Siguiendo las estrictas instrucciones de Gonzalo, nos taparon los ojos con vendas de seda negra, "bajo severa amenaza de cosquillas en caso de incumplimiento", noté cómo encendían unas luces bastante poderosas... y entramos...
Nos quitaron las vendas a los dos, y nos dijeron que ya podíamos abrir los ojos... Y allí estábamos los dos, bueno, y otras muchas personas más: nuestra teoría de que toda boda puede resumirse en cuarenta fotos estaba allí, a la vista de todo el mundo... Con un tamaño de setenta y cinco por cincuenta, sobre un "paspartout" de un metro por un metro... Ver de nuevo la cara de Yolanda, aquél día, incluyendo también el plano con la katana, y su foto, cansada pero feliz, envuelta en el albornoz del hotel...
Entonces aparecieron mis suegros, los dos sonriendo, y nos dieron la noticia que, en el fondo, estábamos deseando escuchar: "Chicos, la Comunidad ha aprobado vuestra solicitud de subvención: piensan que vuestro proyecto es viable... aunque por supuesto, tendréis que ser prudentes con los gastos el primer año, y actualizar el estudio de mercado... Todos pensamos que éste puede ser el principio de vuestro negocio... Además, ya habéis cubierto vuestra primera boda... con vídeo incluido..."
Y así fue... Yolanda y yo nos convertimos en los primeros clientes de lo que, con el tiempo, se convertiría en nuestra agencia... "¡Ahora entiendo tu comentario, de que el que sabe esperar!", le solté a mi suegro... Y él me respondió: "Me temo que te equivocas de proyecto y de persona, querido yerno... Tendrás que esperar un poco más..." Estuvimos casi una hora allí, dando una vuelta, mirando las fotos, el vídeo... El local era perfecto, y teniendo en cuenta que pensábamos orientarnos hacia la fotografía digital, y con cierta posibilidad de trabajar en estudio, la superficie total, de unos ciento treinta metros en dos ambientes diferenciados, era perfecta... Al margen de que se podrían pedir permisos municipales para hacer fotos en exteriores...
Todavía faltaba escoger el nombre comercial, logotipos, y mil cosas más... Pero lo importante era demostrar que se podía hacer, que era viable escapar de una gran ciudad por amor, y perseguir tu sueño en otra, conseguir a la mujer de tu vida, y ser feliz con ella... Y fue entonces cuando empecé a rumiar el nombre de la empresa... pero no se lo comenté a nadie de momento...
¡Ah! Tal y como pensaba, los chicos de las "guaguas" nos recogieron cuando pudieron, y nos llevaron a casa... Nuestro pequeño apartamento, de noventa metros, de repente parecía tan pequeño, con tanta gente, y más aún pensando en lo que estaba de camino... Yolanda, intuyendo lo que estaba pensando, me puso la mano en su tripita, apretándola suavemente... pues de todas formas, lo más complicado ya estaba hecho: encontrarnos... y enamorarnos...
La tribu al completo se marchó bastante pronto, no serían ni las dos de la madrugada... Y, por fin, pudimos descansar unas horas... que pasaron demasiado pronto... Afortunadamente, nadie vino a vernos el domingo por la mañana, y logramos dormir... Luego, muy despacio, a medida que el sol de la media tarde arrancaba el sueño de nuestros cuerpos, empezamos a deshacer las maletas, pues con un viaje tan largo, era urgente ocuparse de ellas... Entre lavadoras, secadoras y tendederos, a la hora de cenar todo estaba más o menos en su sitio... Mi idea era ver una peli en la tele, que había varias interesantes...
Pero Yolanda tenía otras ideas en su cabecita loca... empezando por un baño de agua bien caliente... juntos y apretados como sardinas dentro de nuestra ridícula bañera... luego, un masajito relajante... y después... ¿Será cierto eso de que las embazadas experimentan un incremento de la libido? Porque a este paso, me veo tomando suplementos vitamínicos, ácido fólico, ginseng....
Aunque jamás la he encontrado tan deseable...
Aunque jamás la he encontrado tan deseable...
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