lunes, 25 de abril de 2011

27. NUEVOS AMANECERES

Volvimos a casa cuando ya era noche cerrada... Nadie tenía ganas de cenar, pero de todas formas, lo intentamos: los más jóvenes pedimos una "pizza", y para cambiar un poco el chip, nos pusimos a ver "Matrix", aunque no me preguntes cuál de las tres... Serían las diez y media cuando Yolanda se retiró a nuestro dormitorio, y sin embargo, desde el comedor la oía sollozar... Yo no tardé mucho tiempo en seguirla, en mi doble condición de novio y de mejor amigo... Estaba sentada en el borde, la desnudé muy despacito, le puse el camisón turquesa, y la ayudé a acostarse, dejando encendida la pequeña lámpara de plasma, que por sus cartas yo sabía que la relajaba... No hice más que estar allí, sentado, acariciándole muy suavemente la cabeza, hasta que su respiración se relajó...



Y entonces, y solo entonces, me dejé caer a los pies de la cama, con la espalda apoyada en la pared, sabiendo que por encima de mi cabeza estaba la superficie de corcho en la que ella había puesto muchas de nuestras fotos, como aquella que le hice en el restaurante, echando azúcar en el café, y con la porción de tarta delante... Aquella sonrisa tan llena de magia... O bien la otra foto, creo que de la misma noche, cuando nos acercamos al puerto, y solo se la veía a ella, sentada, mirándome... Había pasado tanto tiempo desde entonces... Me quedé allí, mirándola, velando su sueño, a la luz de la lámpara de lava... Estaba tan hermosa, que no quería despertarla... pero, con la luna menguante, comprobé que me estaba mirando... Abrió las sábanas, yo me quité la ropa, me puse el "bóxer" de la rana Gustavo, y me tumbé a su lado... y nos quedamos dormidos... mientras su cuerpo se amoldaba a mi espalda...



El jueves 13 de agosto nos entregaron la urna con las cenizas de Clotilde, a quien de alguna manera, aunque  se tratase de un reflejo de mi amor por Yolanda, o bien por la charla que tuvimos la tarde anterior, yo sentía más cerca... Era una urna pequeña, de colores opacos... Su marido la estaba esperando en el nicho, hace varios años que se efectuó una reducción de restos, y ahora sobraba espacio... Era una mañana gris y ventosa, la urna fue pasando de mano en mano, y en aquél momento, me sentí mortal...



Todos necesitábamos descansar, porque el sábado quince teníamos una boda, y el dieciséis, dos... Borja y David se fueron de acampada con unos amigos (y amigas), sus padres se quedaron en casa, y nosotros nos desplazamos hasta su casa en Benalmádena, donde nos conocimos... Habíamos ido preparados con algunas de nuestras películas favoritas, "Ghost", "City of angels", "El fantasma y la señora Muir", "Carta de una desconocida", "Cyrano de Bergerac"... Pero, después de las dos primeras, apagamos el Dvd, la televisión, cogimos las toallas y demás aditamentos, y nos bajamos primero a la piscina, y luego a la playa... Con la muerte en la memoria, necesitábamos las caricias del sol y de la vida...



Estuvimos pensando en la mejor manera de comentarle a la familia que teníamos pensado casarnos, bien ese año, o bien el que viene, pero aquél tema lo dejamos pospuesto, para centrar todas nuestras energías... en nosotros... El placer inmenso de una bañera grande, llena de agua caliente, rodeada de decenas de velas, y con un poco de incienso en el pebetero... Las caricias, tan leves, del otro, entre nubes de vapor... Quedarnos juntos, mientras el agua se va enfriando, y terminar con una suave ducha, que arrastra los restos de espuma tibia y fragante... Secarnos mutuamente, con toallas de algodón blanco, y entonces, convertir la cama en un campo de batalla... y dormirnos, agotados y satisfechos, imaginando el arrullo del mar...



La boda del sábado fue un éxito, con el equipo al completo, los novios aceptaron nuestras sugerencias, y casi desde el principio, con las fotos de la novia mientras la vestían, o el padre del novio haciéndole el nudo de la pajarita, ya estaba claro que podíamos realizar un buen reportaje... Aquella fue la primera vez que utilizamos una cámara digital como refuerzo, porque Gonzalo era el único que sabía manipular los negativos y hacer las copias en laboratorio; y pensamos que trabajaríamos más rápido y mejor con ordenadores... La versatilidad de lo digital nos gusto, aunque para las fotos más "clásicas", preferíamos la magia de lo analógico...



El sábado por la noche salimos los cuatro a tomar unas cervezas en el mesón "La buena Mano", les anunciamos a Gonzalo y a Leyre nuestro compromiso... y ellos nos sorprendieron, anunciándonos el suyo... Pero lo más importante de aquella noche, fue la decisión que tomamos de consultar con Catalina la forma de convertirnos en una pequeña empresa, buscando subvenciones, para convertir lo que de momento era el medio de vida exclusivo de Gonzalo, en una aventura de la que pudiésemos participar todos... Yolanda se lo comentaría a su madre, y de todas formas, Leyre iría al Ayuntamiento...



El domingo, sobrevivimos a las dos bodas... lo digo porque la víspera es posible que fuéramos demasiado abundantes con los brindis, y sin las cuatro aspirinas que me tomé al despertarme dudo mucho que hubiera conseguido enfocar bien la cámara digital... Aunque tal vez hubiera alguna foto más desenfocada de lo habitual...



Por la tarde, celebramos una reunión familiar... para anunciarles que habíamos pensado en casarnos el año que viene, puesto que no tenía mucho sentido ir aplazando algo que sabían familia, amigos y conocidos... Pero esta vez, me tocó a mí soltar el pequeño discurso, donde estuvieron presentes todos los tópicos del género: "tantos años juntos... nos ha llegado el momento... ser una misma familia... amor...". Borja y David, que por aquél entonces se habían convertido en dos monstruos de más de dos metros de alto y ciento y pico kilos de peso, se pusieron a hacer el indio (literalmente), y levantaron a Yolanda a pulso, con silla y todo, y la dejaron en medio de la habitación; luego hicieron lo mismo conmigo; para bailar después en el mejor estilo apache... No sé, igual se trató de lo absurdo de la situación, pero al final todos terminamos riendo...



En principio, la boda se celebraría en Málaga, y a Catalina le haría ilusión que fuera en el convento iglesia de San Agustín, pues allí es donde se casaron Julián y ella... A mí me daba igual, de todas formas, mis invitados serían muy pocos, y avisando con algo de tiempo, podrían coger un vuelo desde Madrid, Santander y Donosti... No teníamos ganas de correr, la lista de espera en las iglesias más hermosas era bastante larga...



Pero dos semanas y media después, comprendimos que no disponíamos de tanto tiempo...



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