miércoles, 27 de abril de 2011

31. ULTIMANDO LOS PREPARATIVOS.

Por suerte o por desgracia, a veces, las cosas buenas vienen encadeadas... Por suerte, ya que igual te sacan de una mala racha, de un momento complicado, incluso te pueden aclarar los sentimientos o los sueños... Por desgracia, ya que el ser humano es, ante todo, pesimista, y si tienes una buena racha, te duermes con el miedo a que todo cambie.. a peor... Al menos, eso nos pasaba (y nos sigue pasando) a Yolanda y a mí...

Fue una auténtica locura: encontrar un vestido de boda que nos gustase, y hacerle todas las pruebas, para que estuviera listo el día de la boda... si bien conocimos a una joven y talentosa diseñadora, llamada Isabel Sanz Extremera, una de las jóvenes promesas de la alta costura malagueña... Nunca he sabido mucho de moda femenina (como muchos hombres, me limito a decir si me gusta o no... y a tratar que quitarlo lo antes posible, si el contenido merece la pena...), pero el vestido de Yolanda era de color achampanado, con palabra de honor, unas pequeñas mangas abullonadas, con un corpiño bordado, y cola media... y velo, por supuesto... Yo opté por comprarme un traje de Ermenegildo Zegna, y unos zapatos italianos de Giovanni Valdi, y el cinturón de Ottavio Nuccio... puesto que, de todas formas, me apetecía sentirme especial aquél día... La última prueba de Yolanda se hizo la semana antes de la boda, y según me dijeron, estaba espectacularmente bella...

Los demás temas se fueron encarrilando, las invitaciones, clásicas y en papel de alto gramaje, se encargaron a una imprenta de calidad, pero no fueron numerosas: ciento dos invitados, de los que yo aportaba doce al margen de mi familia, y que al venir de Madrid, San Sebastián y las Canarias, se quedarían más tiempo. Mi abuelo también vendría, con mis padres, mi hermana y su novio, en avión, y ya en la ciudad, se habían concertado los servicios de una enfermera: garrota en mano, y con su silla de ruedas (en la que llevaba un par de meses confinado), se salió con la suya: venir a nuestra boda... Utilizando los contactos de mi suegra, alojamos a todo el mundo en el Hotel Ibis Málaga Centro, con una tarifa muy adecuada. Y para el convite, utilizaríamos los terrenos del prestigioso Club de Golf de Marbella II, y un servicio de catering. 

En cuanto a la luna de miel... Siempre habíamos soñado con París...

Todavía nos quedaban muchos trámites por hacer para nuestro negocio, y optamos por dejarlo todo en manos de mis suegros, y que siguieran haciendo preguntas, informándose de los requisitos, puesto que  "dinero llama a dinero", es cierto, pero más vale ser previsor, ya que teníamos importantes gastos en puertas, entre otras, cambiarnos de casa (sin ascensor, y con un embarazo, puede ser muy incómodo, y no había un cuarto para el bebé y sus cosas)... Las dos veces que le comenté a mi suegro que nos buscase, si podía, una casa más adecuada a nuestras futuras necesidades, me respondió: "No te preocupes, que es buena época, para quien sabe esperar..."

Mientras, los días y las semanas pasaban de forma inexorable, Yolanda mostraba ya un poquito de tripita, y tenía los primeros antojos: fresas con leche condensada... a todas horas... Yo continuaba trabajando en el Hotel Principal, mientras me enfrentaba a la misión más dura de todas: escoger a los fotógrafos de nuestra boda. Por supuesto, se encargarían Leyre y Gonzalo, y como refuerzo, Montse y Marisa... a quienes respetaba desde hace años por su trabajo con el blanco y negro...

El día 17 de septiembre llegaron mis padres, mi abuelo, mi hermana y su novio... No recordaba que él fuera tan mayor... ni que estuviera tan frágil... Incluso estando en el aeropuerto, llevaba puesta su txapela negra, sus inmensas gafas de pasta, con aquella visera que tanto le gustaba "por el sol", estaba perfectamente afeitado, y su piel olía a "Àlvarez Gómez" las manos le temblaban ligeramente, y sujetaba el bastón... Intentó levantarse, para besar a Yolanda... a quien solo había visto tres o cuatro veces... pero no pudo conseguirlo... Y ella, tan cariñosa y dulce como siempre, le besó en las dos mejillas... mientras èl le acariciaba suavemente la tripita, diciendo "mi bisnieto..."

A lo largo del día 18 fueron llegando todos los demás invitados, los salvajes de siempre se empeñaron en hacernos una fiesta de despedida de soltero, pero conseguimos que fuera conjunta... lo que mitigó los daños... y las resacas... ya que la celebramos en un spa maravilloso... Como los niños buenos, al filo de la medianoche, ya estábamos los dos en la cama... cada uno por su lado, desgraciadamente...


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