viernes, 22 de abril de 2011

23. AQUELLA PRIMAVERA DE 1998...

En un puerto de mar, el clima es casi siempre más templado que en Madrid, por lo que la primavera irrumpe, casi de un día para otro, como si hubieran pulsado un interruptor... Pero si hay un motivo especial para que recuerde con cariño aquél periodo de 1998, fue el comenzar una nueva vida, juntos... A pesar de la oposición inicial por parte de su familia, el tema de los estudios pesaba como una losa, puesto que a Yolanda le había quedado una asignatura en el trimestre anterior... Pero también es cierto que, entre mi trabajo en el Hotel, los estudios, y las colaboraciones cada vez más numerosas con la agencia, no teníamos apenas tiempo de vernos ni siquiera el fin de semana...

Hicimos mil combinaciones para sacar tiempo libre para nosotros... hasta que se nos ocurrió, por un incremento de trabajo, incluir otra persona, para con dos equipos de foto y vídeo, poder aumentar un poco los ingresos de nuestra pequeña empresa, ubicada en la tienda de fotografía de Gonzalo, y donde realizábamos casi todas las tareas de revelado... Recordé aquellas fotos de la familia que había observado en mis anteriores visitas en casa de sus padres, sobre todo en el pasillo de los dormitorios, y al preguntarle a Borja quién era el responsable, me dijo: "Yolanda... ¿Acaso en todos estos años no se lo habías preguntado?" Después de revisarlas una vez más, pensé que ya teníamos a la persona que nos faltaba...

Desde aquél fin de semana, Gonzalo y Leyre comenzaron a trabajar por su cuenta, igual que Yolanda y yo... Siempre ofrecíamos las fotos imprescindibles, en el contrato básico, además de aquellas que la familia quisiera de verdad... Nuestros precios eran un poco más bajos que los de la competencia, y algunas veces nuestro margen de beneficios era muy pequeño, pero de todas formas, salimos adelante... Cuando se trataba de una boda de postín, es decir, de aquellas a las que acudía casi toda la alta y media sociedad de Málaga, era necesario un desembolso monetario más importante, aunque solo fuera para alquilar los trajes adecuados... Y nos poníamos en marcha todo el equipo, para ofrecer la mejor cobertura... Otra de nuestras peculiaridades era que editábamos las cintas, reduciendo las tres o cuatro horas de metraje habituales, a poco más de diez minutos, incluyendo mínimos efectos de imagen y sonido...

Por lo menos, uno de nuestros proyectos funcionaba como es debido, que nuestra vida personal seguía siendo un desastre, además, no es lo mismo pasar juntos el finde en casa, o de viaje, que trabajando juntos, y demasiadas veces, robándole horas al día... y a la noche... Por eso, como si se tratara de una operación militar, decidimos que había llegado el momento de vivir juntos... Fue al terminar una de nuestras comidas dominicales, el a finales de febrero, cuando dimos la campanada: "Papá, mamá, hermanos, Ismael y yo nos vamos a vivir juntos..."

Se hizo un silencio sepulcral en la mesa... que fue roto, en pocos segundos, por los aplausos y palmadas en la espalda, más o menos como harían los hermanos Weasley, quienes, al grito de "¡Ya era hora!¡Felicidades!" nos hicieron levantar de la mesa, y saludar... A Clotilde, la abuela, le daba igual, "esas moderneces.... lo que importa es que seáis felices...". Julián, el padre, intentaba ganar tiempo llenando la cazoleta de su pipa de brezo... esperando, prudentemente, que se manifestase Catalina... "Los términos del acuerdo se mantienen: que sigáis estudiando vuestras carreras y sacando buenas notas. Por cierto, aquí no tenemos un servicio de lavandería, que vuestro piso está bien equipado. Aunque se admite el tráfico de tápers para transporte de víveres. No habrá visitas sorpresa, a nadie le importa lo que hagáis en la intimidad. Y nosotros conservaremos una llave en caso de emergencias. Si estáis de acuerdo con las nuevas condiciones... ¡venid a darme un abrazo, pedazo de chorlitos!" Y, como en una de las típicas escenas de familias americanas, nos dimos uno de esos achuchones que hacen época... Solo en aquél momento, Julián se decidió a hablar: "me encanta que los planes salen bien...", en su mejor imitación hasta el momento de Hannibal Smith, lo que generó una nueva carcajada...

¡Parece mentira la de cosas que tienes que preparar, para instalarte en una casa! Y menos mal que, salvo la colección de vinilos y mis libros, tampoco tenía gran cosa en mi piso... Yolanda, por su parte, se trajo un par de maletas con la ropa de temporada, y por supuesto, al elefante azul que le regalé, hace tanto tiempo... Es cierto, llevábamos unos cuantos años acostándonos juntos, y pasando todo el día solos, tanto en Benalmádena, como en aquellos días en Lanzarote que constituyeron el regalo de su familia por su cumpleaños... Pero la experiencia de cambiar las sábanas de la cama, dejarlo todo listo para desayunar, irnos a la cama, y saber que a la mañana siguiente estaríamos todavía juntos... La noche del catorce de marzo, dormimos y nos despertamos juntos, por primera vez, y de manera oficial... en nuestra casa...

Las madres son muy especiales, sobre todo cuando la hija levanta el vuelo, y se va a convivir con un chico... Yo sabía, por Borja y David, que muchas veces Catalina se paraba delante de su cuarto, abría la puerta, y se quedaba en el umbral, mirando tantos recuerdos de su infancia, que Yolanda no se había querido llevar: la colección de peluches, los posters, muchísimos libros, recuerdos un poco absurdos, como una rosa de papel que ganó en un certamen de baile cuando tenía once años... Demasiadas cosas, en todo caso, para un pisito tan pequeño... Pero la comida se convirtió en la mayor de sus preocupaciones:se pasaba horas cocinando en casa, y luego, más o menos cada dos días, enviaba a Borja y a David a que nos llevasen provisiones, y recoger los "tapper" fregados...

Y mientras tanto, durante lo que se convirtió en el cuatrimestre más duro de nuestra vida de pareja, comprendimos que la convivencia tenía algunos pequeños inconvenientes... Los horarios de comida no eran un problema: yo casi siempre me llevaba una tartera, y comía en la facultad, o bien me tomaba un bocadillo; a veces, coincidía con Yolanda, en aquella media hora mágica, contando con el tiempo de desplazamiento desde su centro (psicología) al mío (turismo)... Vernos, estar juntos, nada más importaba... Luego, ella volvía a casa, se ponía a estudiar, a media tarde solía hacer algo de compra, y yo solía volver a nuestro piso sobre las ocho, en función de las clases que tuviera ese día... Entre los dos, preparábamos la cena, y casi siempre a las diez, veíamos algo en la tele, o una de nuestras películas...

Es curioso, la sensación de seguridad, de pertenencia, que te da encontrar alguien amado en casa, cuando regresas... y la de tonterías que haces para sorprenderla... para halagarla... o algo tan simple como compartir experiencias... A los dos siempre se nos ha dado bien dar masajes, más bien deportivos... Pero desde que vivimos juntos, nos pusimos a estudiar (y experimentar...) con los masajes relajantes... Es todo un ritual, desde la seleccion de los aceites, preparar la cama (si no quieres dejarla pringada de aceire de rosa y jazmín), escoger por supuesto un día en que le pueda apetecer (el síndrome pre menstrual no es adecuado para nada)... Y luego, ir jugando, y disfrutando... Es cierto, si hubiéramos tenido una bañera más grande...  Las mejores ocasiones eran los viernes por la tarde, cuando yo no tenía clase... si bien lo bueno era disfrutar...

Llegó y pasó mi cumpleaños, lo pasamos con su familia, pues cayó en martes, y nos compraron un par de cosas que necesitábamos para la casa, como una sandwichera, y una aspiradora... Aquél fue el único día del mes de mayo que estuvimos tranquilos, pues el final del curso avanzaba a toda velocidad, y yo seguía compaginando trabajo y estudios... Muchas noches, nos acostábamos de madrugada, cada uno de nosotros terminando trabajos, o preparando los apuntes... Como Yolanda no fumaba, y yo tampoco había adquirido un hábito fuerte con la pipa, procuraba no fumar nunca en casa... Aquellos paseos, vueltas a la manzana en realidad, contribuían a que fuera conociendo un poco mejor el barrio, los vecinos, comerciantes... Me gustaba, sobre todo, pensar en aquellas cosas que me gustaría hacer, y sobre todo, el tipo de vida que nos esperaba...

Fue durante uno de aquellos paseos humeantes cuando me dí cuenta de una cosa: Yolanda y yo nunca habíamos hablado de casarnos, ninguno de los os había sacado el tema... ni mucho menos, el de los hijos... Es más, incluso nuestros padres guardaban un prudente silencio sobre ambos asuntos, aunque los abuelos, de vez en cuando, lo mencionaban con una nota de tristeza... Era una de tantas cosas que siempre dejas para otro momento... y a veces, el momento nunca llega...

El mes de junio fue infernal, tuvimos que reducir las actividades de la agencia, porque nosotros estábamos demasiado ocupados con los exámenes y otras tonterías parecidas... Hasta la tercera semana no entregamos los últimos trabajos para subir nota, y a partir del lunes 22, los profesores comenzaron a hacer públicas las actas... Yolanda aprobó, y tres de ellas con matrícula, todas las asignaturas del curso, el 5º de Psicología... Yo también aprobé las últimas asignaturas que me quedaban de Turismo...

Llamé a mis padres para darles las noticas, nos felicitaron a los dos "por el esfuerzo realizado", y nos preguntábamos sin queríamos bajar a Madrid aquél verano, o quedar en otro sitio...Tal  como estaba mi abuelo, con una pierna casi paralizada por una rotura de cadera, era una utopía que vinieran ellos... A sus padres les comentamos la noticia enseguida, y se ofrecieron a invitarnos a cenar aquella noche en la pizzeria "La Piccolina", en la calle Luis Barahona... pero tras mirarnos un momento, les preguntamos algo que les sorprendió bastante: "¿Os importa si lo dejamos para el viernes? Tenemos unas cuantas cosas que hacer..." Borja no se pudo contener: "¿Y eso?¡Pero si estamos a Lunes!"

Y nuestra respuesta fue simultánea: "Sí... pero llevamos semanas sin dormir más de tres horas... Nos vemos el viernes, a las ocho y media..." Llegamos a nuestro pisito, apagamos los fijos y los móviles, y después de ir al baño, nos tumbamos, abrazados, sobre la cama... Y allí nos despertamos dos días más tarde... con un "Hola, amor..." prendido en los labios...


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